Hay una viñeta en el ABC de José María Nieto, que es un genio, donde aparecen los titulados en periodismo recogiendo su diploma. Son ratoncitos de expresión satisfecha que desfilan con sus birretes ante los catedráticos ratoniles y el ministro de transportes, Óscar Puente, que los va insultando a todos personalmente (“bobo”, “idiota”, “lelo”) con una mano sobre la otra, covirtiéndolos en verdaderos periodistas. La percha de actualidad de la viñeta es la semana que Óscar Puente ha pasado en Twitter insultando a periodistas, concretamente de El Mundo, y haciéndose la víctima.
Que ministros o diputados se dediquen a insultar a particulares en Twitter no es, a estas alturas, algo raro. Pedro Sánchez reaccionó al estallido del caso Koldo desempolvando las acusaciones contra el hermano de Díaz Ayuso, cuyo negocio con las mascarillas puede parecernos moralmente discutible, pero a ojos de la fiscalía no fue un delito.
Hay que recordar que Podemos, en su campaña desesperada por alcanzar un escaño, utilizó lonas gigantescas con la cara de ese ciudadano. Y son estos los que luego hablan de “violencia política intolerable” cuando los ultras rompen un muñeco en Ferraz o las informaciones del caso Koldo empiezan a salpicar a familiares directos de los políticos, como por ejemplo la esposa del presidente.
En fin: al calentón tuitero de los responsables del poder que atacan al paga su salario con impuestos, decía, acaba uno por acostumbrarse, pero lo que me sigue irritando es el victimismo que acompaña a sus desahogos. Decía Puente en uno de sus tuits de calentón: “Periodistas utilizando sus medios para insultar y zarandear a políticos de izquierdas es algo que vemos en este país con mucha frecuencia. Si os creéis que de este modo vais a amedrentarme, lo lleváis claro”. ¡Valiente Puente! No seré yo quien glorifique esta profesión nuestra, tan trufada de arribismo y tergiversación, pero diría que son los políticos quienes tienen el poder para amedrentar a los informadores. Por ejemplo, marcándolos con sus tuits.
En semanas como estas y visto el despliegue de manipulación gubernamental en la televisión pública, queda celebrar que en España existan medios privados, incluso medios privados diminutos, capaces de sobrevivir a las presiones del poder. Las de Twitter, y sobre todo las que no aparecen ahí, porque se dan en los despachos y a base de telefonazos, y verdaderamente hacen rodar cabezas.