Hemos dicho más de una vez que Xavi no es en absoluto responsable de lo que le pasa al Barça. El club tiene, antes que nada, un problema de gobernanza: una entidad que maneja 1.000 millones de euros se gobierna como un club de 3 millones con un presidente (este y los anteriores) presuntamente a tiempo parcial y sin ejecutivos de primer nivel. Esa gobernanza ha provocado que durante la era Messi en lugar de un superávit se haya generado un déficit que, al marcharse el astro argentino, ha derivado en un colapso que impide fichar y pagar sueldos para competir en la Champions. La impresión del socio es que Xavi no ha tenido los jugadores que había pedido y necesitaba sino los que el presidente ha podido traer con el dinero y las amistades a su disposición. Nadie culpa a Xavi como se demostró en su regreso al Lluís Companys tras anunciar su salida en diferido.
Por ello ha sorprendido la manera como el entrenador del Barça ha culpado a la prensa de su salida. A pesar de ser una entidad privada que se sustenta en el derecho público, el Barça, como el resto de los clubs de La Liga, restringe sistemáticamente el derecho a la información. Los periodistas por no poder, no podemos ni hacer fotos en los entrenos, tenemos que publicar las que distribuye el club que es también quien administra las entrevistas con los jugadores. Esta práctica genera dos consecuencias. La primera es que las ruedas de prensa del entrenador son la única fuente regular de información oficial. Una presión que, como explica Xavi, se puede convertir en insoportable. La segunda es que, en la era de la transparencia, lo que no explicas tú, lo explican otros por ti. De manera que la información del Barça y de tantos otros clubes queda en manos de representantes de jugadores, directivos despechados y ejecutivos decepcionados constituidos en fuentes anónimas. El resultado es que los socios y seguidores no saben bien a quien creer mientras que el club trata de proteger al presidente repartiendo prebendas.