Miles de universitarios de Estados Unidos acuden a Barcelona este fin de semana para una estancia de tres o cuatro días, aprovechando una pausa en el calendario lectivo conocida como ‘Spring break’. La juerga nocturna es la gran protagonista de este paréntesis vacacional y la capital catalana atrae a este público con dos festivales temáticos en cinco discotecas, el Springfest de Opium Barcelona y el Abroadfest capitaneado por la sala Sutton.
EL PERIÓDICO ha acudido a la fiesta que daba el pistoletazo de salida a la novena edición del Springfest la madrugada del jueves al viernes. Y ha conversado con una decena de ‘springbreakers’ americanos y personal del club, que cuentan en primera persona qué esperan de esta experiencia. Entre los visitantes, respuesta unánime: diversión non-stop.
“Barcelona es el sueño americano. ¡Pon esto de titular!”, bromea Ethan Southmoon en la terraza de fumadores de Opium Barcelona. “En grande, en negrita y con purpurina”, expresa, dibujándolo delante de él con las manos. Es uno de los estudiantes que ha venido de lejos para pasar el ‘spring break’ en Barcelona. Frente a la playa, él y sus amigos se han reunido en la capital catalana para “pasarlo como nunca”. Están alrededor de una mesa, todos con un cubata en la mano y dos shishas que ocupan más de la mitad del espacio donde reposan.
“Venimos a Barcelona por la fiesta, la playa y el alcohol”, suelta Jack Brown después de dejar escapar en círculos el humo de la shisha azul que acaba de aspirar ruidosamente. “España es el mejor lugar del mundo: hay sol y tenéis la siesta”, valora con la mirada vacía, insistiendo en cada una de las letras de la última palabra.
“Somos amigos desde hace tiempo y nos vemos aquí para el ‘spring break’. Son las mejores vacaciones del año”
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Todos tienen 21 años y vienen de la Universidad de Chicago (Illinois), aunque actualmente están “repartidos por Europa”. “Vengo de Londres”, informa Brown ajustándose la camisa azul. “Yo de Amsterdam”, complementa Southmoon, como si se presentara en una clase de Primaria. “Somos amigos desde hace tiempo y nos vemos aquí para el ‘spring break’. Son las mejores vacaciones del año”, balbucea sin saber muy bien a quien se dirige.
Adam Karibian se desliza entre ellos dos y relata: “Tenemos muchos amigos de la Universidad que viven aquí y cuando venimos dormimos en sus casas”. La mayoría en “Sarrià”, dice, riendo al pronunciar la doble R como una L.
Es el caso de Nicole Collins y Katie Chagal, que estudian en la Universidad de Barcelona a través de un programa de intercambio y comparten piso. Han acogido a sus amigos de Michigan en su casa y han venido a Opium porque ellas sí sabían que este jueves empezaba la “gran fiesta” del ‘Springfest’. Las dos chicas explican achispadas que justo antes de trasladarse a la discoteca han hecho una “previa” en la taberna Ovella Negra del Poblenou. Acostumbrada a la vida nocturna, Collins relata que cuando no acuden allí, ella y sus amigos extranjeros suelen ir al pub irlandés George Payne de Urquinaona.
Jake Hensom, otro del grupo, se levanta y exclama: “Yo me alojo en un hotel que está delante del Primark y al lado de la Apple Store”. Se trata de la plaza Catalunya, pero está desubicado. Le echa una calada a un cigarro sin sacárselo de la boca. Es la primera vez que pisa Barcelona y sólo tiene ganas de una cosa: “Quiero ir a ver la Catedral esa enorme que tenéis”. Se refiere a la Sagrada Família.
El DJ Oliver Helden, gancho de la noche
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Desde la terraza se puede oír el pulso de la música electrónica, con la que se funden los murmullos de la multitud enfebrecida. Las luces neón centellean sobre la cabeza de los turistas, en un ambiente vibrante. En las cuatro esquinas que encuadran la pista de baile, bailarinas con poca ropa se contonean al ritmo frenético de la música. Con un hilillo de tejido que les cubre las partes íntimas y deja al descubierto el resto del cuerpo fibrado, atraen la atención con movimientos sensuales. Al pie de las plataformas donde bailan, miles de ‘guiris’ fijan la mirada en sus traseros mientras se graban con los móviles. Con la otra mano dibujan ondulaciones al son de los hits de Oliver Heldens, el Dj estrella de la noche.
“Heldens es Dios”, apunta Kyle Merzon, estudiante en Atlanta (Georgia), que ha venido sólo para ver a su artista preferido. “La música house es mi favorita, y él es de los mejores en esto”, concluye. El sueco Ludjiv Hojman, que acaba de conocer a Merzon hace un rato, no tiene ni idea de quién es el DJ y pregunta desorientado: “¿Es famoso?”.
Alex González, promotor de artistas de Opium, subraya que “Oliver Heldens es uno de los Djs más famosos del momento”. González, quién se encarga de contactar con las agencias de los músicos y organizarles “la venida a Barcelona”, ha podido comprobar que Heldens está muy solicitado: “El viernes va a Alemania y al día siguiente a Londres”. Actualmente está de tour por Europa. “Dependiendo de la época del año se mueve por Asia o América, aunque en verano siempre toca Ibiza”, documenta González.
A su lado, el director de Opium desde hace cinco años, Sergio Espinosa, supervisa la llegada de los ‘ianquis’. Mientras desembarcan en masa a las dos de la madrugada, comenta: “El 80% del público del ‘Springfest’ es extranjero y la mayoría, estudiantes americanos”. Aunque precisa que “muchos vienen asesorados desde el país de origen” por turoperadores de allí, la convocatoria del festival “se ocupa Opium de promocionarla a través de redes sociales y anuncios en la página web”.
De Dakota del Norte al Mediterráneo
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A horas tardías, delante de la puerta de la discoteca todavía deambulan grupos de jóvenes que valoran entrar en el club. Nathaniel James es uno de ellos. No hace “ni 36 horas” que se encuentra en Barcelona y está “conmovido” porque es la primera vez que visita una ciudad. “Vengo de Dakota del Norte, donde solo hay vacas y prados verdes”, se desahoga.
“Aquí puedo ir de discotecas porque tengo 19 años, pero en Estados Unidos no porque allí la mayoría de edad son 21”
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James ha viajado durante 28 horas para llegar aquí, y no deja de sorprenderse: “Nunca antes había cogido el metro ni visto el mar”. Proviene de un paisaje muy rural dónde trabaja de “ranger”. El joven estudia en la Universidad de Bismarck State College. Relata que ha “pagado mucho” para que le organicen este viaje y durante su estancia solo quiere “salir de fiesta”. “Aquí puedo ir de discotecas porque tengo 19 años, pero en Estados Unidos no porque allí la mayoría de edad son 21”, apunta entusiasmado. Aun así, confiesa: “Tengo un DNI falso dónde indica que tengo 21 para ir a bailar en los pubs cerca de mi uni”.
Dentro de Opium se queda trabajando hasta tarde Deisy Buelvas, dependienta del guardarropa. Se describe irónicamente como “una chica muy despierta” y cuenta que duerme solo tres horas al día porque trabaja de día y de noche. Durante la jornada se dedica a crear su propia marca de ropa, Recycrew, y cuando la mayoría de gente se va a dormir ella acude al ropero de la discoteca para ganarse la vida. Sobre los ‘springbreakers’ americanos, destaca un aspecto en particular: “Siempre van muy desabrigados, no nos dejan las chaquetas ¡porque no llevan ninguna!”.