A todos nos gustan los Beatles. Pero, ¿quién no mueve el cuerpo con algo de AC/DC o Iron Maiden? Esas notas que, poco a poco, te atrapan por completo. Como el fútbol de Jürgen Klopp. El alemán lleva de bandera su juego vertical, de presión pura y contundente. Y así lo ha demostrado en sus pasos por Alemania e Inglaterra, siendo leyenda en cada club que dirigió. Mainz, Dortmund y Liverpool estuvieron rendidos a los ‘conciertos’ de sus equipos. Rápidos, potentes. Un ‘Thunderstruck’ en toda regla.
MAINZ: EL COMIENZO
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Después de jugar su último partido como profesional el 25 de febrero, Jürgen dijo basta. La carrera de lateral -y delantero- que llevó con hidalguía durante quince años, los once últimos en el Mainz, llegó a su fin con una derrota 3-1 ante el Greuther Fürth. Su equipo, en crisis y de lleno en el descenso a tercera, veía técnicos desfilar sin éxito alguno. Entonces tuvo a bien la directiva ofrecerle el lugar a su leyenda recién retirada.
Acudió Klopp al rescate, cortando su periodo de vacaciones de plano. Igual que su planteamiento, sin descanso, constante movimiento y trabajo. Llegó al cargo el 28 de febrero y el Mainz no supo lo que era perder hasta el 20 de abril. Seis victorias y un empate al hilo para firmar la salvación.
Comenzó allí a mostrar su ambición. El 1-4-4-2 cerrado, que usó para sacar los resultados de su primera campaña, empezó a mutar en un 1-4-3-3 que enamoró a toda la categoría. Rozó el ascenso en las siguientes dos temporadas hasta conseguirlo en la 2004/05. Y su primer paso por la Bundesliga fue premiado con una salvación tranquila y una clasificación a la Copa de la UEFA -vía fairplay-. Así varios cursos, hasta el descenso de la 2006/07 recompuesto rápidamente con el ascenso en la 2007/08. Ahí el Dortmund llamó a su puerta.
EL SIGNAL IDUNA PARK, RENDIDO A SUS PIES
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La ambición del Borussia Dortmund no pasaba por plantar cara al Bayern Múnich. Ese curso, de hecho, fue el Wolfsburgo el que sorprendió a todos con la conquista de la Bundesliga. Pero algo se cocía a fuego lento en el Signal Iduna Park. Basado en fichajes como Subotic o Felipe Santana, y la confianza a nombres como Nuri Sahin o Marcel Schmelzer, los aurinegros preparaban el golpe. La sexta plaza supo a poco premio a final de curso. Aunque no desesperaba Klopp, que apuntaría a la siguiente como su temporada de confirmación.
La 2009/10 fue un escalón más. Quinta posición en la Bundesliga y la llegada de nombres que consolidarían aún más el proyecto como Mats Hummels, Kevin Grosskreutz o Lucas Barrios. El paraguayo se salió, con 23 goles en 36 partidos. Era el dueño de una delantera que, para el siguiente curso, incorporó a un prometedor polaco desde el Lech Poznan. Robert Lewandowski era su nombre. Y trajo muy buena suerte, porque la 2010/11 resultó ser el impacto definitivo con el primer campeonato liguero en nueve años.
Para entonces ya había cambio de esquema, con el 1-4-2-3-1 a velocidad pura por las bandas que marcó su entrada a la Champions League. La eliminación en fase de grupos no achicó la gesta de un Dortmund que ya firmaba con letra propia en el renglón de los mejores equipos de Europa. Cayó otra Bundesliga y una DFB Pokal, conquistada goleando al Bayern Múnich con una ‘manita’. Eso sí, los muniqueses se vengaron dando un golpe durísimo en la 2012/13 -ya con Götze, Gündogan, Reus y compañía- dejando a Klopp sin liga y sin Champions. Y, aunque caerían un par de supercopas alemanas más, el vaso se había vaciado. Había que buscar nuevos horizontes.
LIVERPOOL: UN ‘MATCH MADE IN HEAVEN’
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En octubre de 2015, Klopp recibiría un Liverpool de Brendan Rodgers que había fallado en su búsqueda de la Premier League. Anfield ansiaba una reconstrucción y, sobre todo, el título liguero que no veía desde 1990. Un camino que marcarían los fichajes y el novedoso estilo que traía el germano. Consultado años atrás sobre el Arsenal de Wenger, ya había adelantado: “Son como una orquesta. Yo prefiero el heavy metal”. Y retumbó en las bocinas del feudo ‘red’ como nunca antes.
Junto a un equipo de captación basado en la estadística avanzada, el Liverpool comenzó a confeccionar una plantilla acorde a sus objetivos. El subcampeonato de Europa League no fue recompensa suficiente. Entonces llegó la ‘limpieza’. Adiós a los Benteke, Kolo Touré, Skrtel o Balotelli, cambiándolos por Mané, Wijnaldum o Matip. 1-4-3-3 ofensivo y a proponer, logrando la cuarta plaza en la 2016/17 y en la 2017/18. Los fichajes de Salah, Van Dijk y Robertson dieron el salto de calidad necesario para colarse en la final de Champions. El Madrid castigó la fragilidad de su portero, Loris Karius, y asestó un duro 3-1.
Lo volverían a intentar al curso siguiente, subsanando su error con la llegada de Alisson Becker. Se consolidaron nombres que ya estaban, como Roberto Firmino o Alexander-Arnold, y se puso la directa hacia la ‘Orejona’. Llegó en 2019 en Madrid, venciendo al Tottenham, aunque la Premier aún se resistía por un Pep Guardiola que confeccionó otra máquina: el Manchester City. Pero ni la sinfonía mancuniana de Pep pudo detener al Liverpool, que celebró -con gradas vacías por pandemia- el título liguero de 2020.
Nueve años y varios éxitos después, el frenético fútbol de Klopp se despedirá de Anfield. Siete títulos acumula en Inglaterra. Su objetivo será cerrar la temporada con alguno más. Ya el tiempo dictará su próximo escenario. Allá donde vaya, el ritmo estridente le acompañará como sello personal.