He doesn’t need tractors to make himself viral. Just a graffiti marker and the immensity of the Raval. The same changes the names of the streets (“Street of Neighbors Who Resist“, he called one) who artists the Star cans in version Warhol’s Campbell Soup. He has even hung one of his paintings abroad in the Moco Museum between Warhols and Basquiats. “We want to be so much – it leaves you thinking in front of a tuned signal – that we forget to be something.”
A few days ago he installed a toy micro-room on Paseo del Born at the price of rent from Idealista: “Perfect 6 m2 room in Ronda de Sant Antoni, 875 euros per month.” This week he crucified a man in the Verge alley Mickey Mouse stuffed “Barcelona –he remarked to the side- is not disneyland”. “Having a future in Barcelona is not easy,” he denounces in format graffiti. “Living in fear of being deported is not easy.” “It is not easy to think that it is easy.”
Suckss, se llama en Instagram. Se ha convertido en el justiciero viral del Raval. Lleva cinco años grafiteando mensajes con colleja social. Intervenciones callejeras con moraleja. Sus ‘reels’ con conciencia ravalera tienen casi 30.000 seguidores –mucho ‘influencer’- y millones de visualizaciones. Él se encoge de hombros con pudor. “Esto lo hago por hobby, me gusta, y voy viendo que va dando sus frutos”.
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Responde preguntas personales solo ‘off the record’. “Da igual quién es la persona –justifica su anonimato-. Yo quiero enseñar mi arte”. Apenas conocen su identidad viral 4 o 5 amigos muy cercanos. “Tengo amigos que me siguen y no saben ni que soy yo”, sonríe. El único dato personal que desvela en público es lo que ya se intuye en las redes: que vive en el Raval. Es vecino de tercera generación. “Mi abuelo era de aquí –recuerda- y mi madre también. Ella me inculcó mucho el tema del barrio”.
Empezó haciendo camisetas: reivindicando el Raval en el pecho con letras de marca (la tipografía es de Fila). Incluso Ibai enseñó una en Twitch. La idea se convirtió en tienda online: Ravalhood. Aún vende camisetas, sudaderas y bolsas con leyendas activistas: ‘Narcopisox’, “Antidesahucios Raval Club”, “Me da más miedo tu amor que caminar por el Raval”. Este algodón tampoco engaña, no.
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No tardó en querer ir más allá de un mensaje de tela. “Hay que darle un sentido”, pensó. “Un trasfondo”. Quería que la gente vistiera sus camisetas con el mismo orgullo que el que pertenece a un club: “Porque hay algo detrás”. Y se echó a las calles con un rotulador. “Raval sucks” (el Raval apesta), solía escuchar a los guiris. Y así se bautizó irónicamente en Instagram: Suckss.
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Comenzó a grafitear las miserias del barrio como si fueran carteles de series de Netflix: ‘Desahucios’, ‘Narcopisos’, “A Raval Original Series”. Y empezó a multiplicar ‘likes’. “Es gratificante –dice aún sorprendido-. Que alguien te diga que lo está pasando mal y tus mensajes le ayudan”.
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“Barcelona roulette”, anunció en una pared callejera junto a una ruleta de esas de juguete, con flecha móvil y casillas de colores. Podías caer en “desahucio”, “racismo”, “multa”, “violación”, “robo”. “Lo que te puede pasar en Barcelona –dice Suckss-. Es un ruleta”. Pilló a un par de policías jugando con ella.
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Lo mismo levanta ampollas sociales que grafitea poemas de amor del siglo XXI (“Nos miramos las stories pero no nos hablamos”). Incluso busca en la basura “los sueños que Barcelona rompió”. Le gusta dejar mensajes a pie de contenedor. En un espejo (“Cada uno se destruye a su manera”). Un colchón (“No quiero despertarme en mitad de la noche y pensar: esta no es la vida que soñé”). Una señal de prohibido (“Tanta gente increíble creyéndose basura por gente basura que se cree increíble”).
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A estas alturas, Suckss ha sacado los colores al barrio hasta en versión Pantone: el “Pantone Heroin”, el “Pantone Pobreza”, el “Pantone Abuso Policial”. “Nos hemos acostumbrado –menea la cabeza-. Y es feo acostumbrarse a algo que no deberías: no vayas con el reloj o paga 700 euros por una habitación”.
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¿Lo más kamikace que ha hecho? Hizo ‘un Banksy’ en el Moco Museum. Colgó una de sus obras al lado de un Warhol, como hacía Banksy antes de ser artista ‘best-seller’. “La gente hacía fotos y todo –se ríe-, Para mí es la mayor crítica al arte: si yo pongo un cuadro en el Moco, la gente se va a creer que soy un artista reconocido, que este cuadro vale un millón”.
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Ya le ha contactado una galería de Londres para exponer sus obras, cuenta. En abril hará una expo en el bar-galería 33/45 de Barcelona. Apenas lleva 4 meses pintando cuadros. “A ver si monetizamos un poco esto”, se ríe. De justiciero no se gana la vida. “También tengo que pagar facturas”. ¿Adónde le gustaría llegar? “A poder vivir de esto –responde-. Aunque sea pagar el alquiler”. No pide tanto: su alquiler es aún de renta antigua.
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De momento, aparecerá en un par de semanas en una pantalla de Times Square. De hecho, cualquiera puede salir 15 segundos pagando en una ‘app’ 40 dólares, se ríe. “Tengo una amiga que va dentro de dos semanas a Nueva York y le he dicho que suba un vídeo”.
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Nunca le han pillado ‘in fraganti’. “Casi, pero salí corriendo”, recuerda. Hay semanas que aparecen tres pintadas y meses en los que no pone nada. La inspiración, dice, llega cuando llega. Entre grafiti y grafiti, también cuelga minientrevistas y vídeos con poso social. Da visibilidad a todo bicho viviente del Raval, ya sean vecinos, currantes, yonquis, vendan rosas o “cerveza, beer amigo”. “Si miras a alguien un buen rato –reutiliza una frase célebre de ‘Mejor…imposible’- descubres su humanidad“.