“Ni La Línea, ni Algeciras, ni San Roque. Ni siquiera Barbate. La droga entra por el oeste, por el río Guadalquivir. Es el principal punto de acceso de las lanchas motoras que traen el hachís y, de un tiempo a esta parte, la cocaína que entra desde Marruecos”. Se lo cuenta a El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, un agente de la Guardia Civil que lleva varios años trabajando en la provincia de Cádiz. Uno de los que ha decidido quedarse, porque la zona es, cada vez más, un sitio incómodo y peligroso para trabajar.
La muerte de dos agentes de la Guardia Civil el pasado 9 de febrero ha puesto el foco en el municipio de Barbate. Porque el incidente tuvo lugar en ese puerto y porque la localidad arrastra la fama del narcotráfico desde finales de los 90. Pero el auténtico epicentro del narcotráfico de la provincia de Cádiz es, en la actualidad, el río Guadalquivir.
Los narcos se han ido hacia el oeste. Además, entre los clanes que se dedican al negocio han elaborado unas estructuras que, lejos de hacerse la competencia, tejen redes de apoyo que hacen que todos ellos salgan ganando. Todo ello, unido al apoyo popular que tienen en las zonas más deprimidas y olvidadas por la administración, conforma una “Sociedad del Guadalquivir” que hace que luchar contra el narcotráfico no dependa de unas gomas más o menos potentes. Es un problema estructural y muy profundo.
‘Go west’
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Hacia el oeste. Siempre hacia el oeste. Ha sido la dinámica de los narcos en los últimos años. Atrás quedaron los tiempos en los que se alijaba por la zona de Tarifa o Algeciras, que era algo lógico porque son las zonas del Estrecho más próximas a Marruecos. Las que, por tanto, requerían un viaje más corto. Pero las cosas han cambiado.
“Hachís en realidad entra por toda la costa. Incluso por Cádiz capital. Hay narcos que suben tiktoks debajo del Puente de la Pepa (el Puente de la Constitución de 1812, el principal acceso de Cádiz al continente). La provincia entera está infestada de narcolanchas. Son 260 km de costa. Pero ahora entra un volumen mucho mayor de droga por Sanlúcar de Barrameda o por Chipiona, que son los municipios que hay en la desembocadura del Guadalquivir, que por cualquier otra parte. Es ahí donde tienen sus estructuras montadas”, prosigue esta fuente del Instituto Armado.
Esa ha sido la tendencia: moverse más allá de la Bahía de Cádiz, hacia el río. Un desplazamiento que llegó con la llegada del Organismo de Coordinación del Narcotráfico Sur (OCON-Sur), aquel grupo de élite que puso al narco en jaque y que les ahogaba en esa ruta. “Hay más distancia, pero también hay más espacio, más mar abierto para maniobrar y burlar a las autoridades. Pueden, además, dejar barcos abandonados donde se esconden, guardan gasolina o incluso fardos”, nos ilustra este agente de la Benemérita.
Pero el gobierno optó por la disolución de OCON-Sur y la presión bajó. Pero las rutas que abrieron los narcos siguen vigentes. “Desde que el OCON Sur no existe, el negocio está totalmente desmadrado. Lo que sí que consiguió aquel grupo fue que cada vez fuese más difícil alijar en la zona de Algeciras y La Línea. Entonces ellos se buscaron alternativas, tanto para partir hacia Marruecos como para alijar en Andalucía. El epicentro del tráfico ahora mismo es el Guadalquivir“, explica el periodista Andros Lozano, autor del libro Costo: Las leyes del Estrecho y uno de los mayores conocedores de nuestro país de la problemática del tráfico del hachís.
Francisco Mena, un activista antidroga de la Coordinadora Alternativas, coincide y recuerda que “esta provincia es la única que tiene un río cerrado para que no naveguen los narcos. Es el río Guadarranque y tuvieron que poner una valla para que no pasaran. Y el Guadarranque es un río pequeñito. Imagínate una cosa tan grande como el Guadalquivir, que tiene 90 kilómetros navegables, desde su desembocadura hasta Sevilla. Da igual que pongas un puesto de Guardia Civil en la entrada. ¿Para qué? ¿Para ver a los narcos pasar?”.
Asociacionismo
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Además, el panorama narco andaluz está lejos del escenario de guerra de otras mafias. No sucede como con los cárteles mexicanos o la Mocro Mafia neerlandesa, donde los grupos se tienen declarada la guerra y se boicotean y matan entre ellos a diario. Aquí existe un principio de colaboración que les hace más fuertes.
“Hay asociacionismo entre distintos clanes pequeños. Unos ponen las lanchas. Otros la tripulación. Otros ponen el personal en tierra. Otros ponen las guarderías (zonas donde guardar la droga) en una zona. Y ahora mismo hay pactos y acuerdos entre narcos de distintos puntos y provincias. Ahora puedes ver, por ejemplo, a un clan de San Roque colaborando con uno de Lebrija, de la provincia de Sevilla. Cada uno poniendo tripulación, lanchas o lo que sea”, prosigue Lozano.
Mena define su funcionamiento como “una UTE. Una Unión Temporal de Empresas. A menudo trabajan así. Entre ellos se ayudan y no se hacen la competencia. Eso es porque hay pastel para todos y se lo pueden repartir. Su objetivo es traer la droga desde Marruecos y entre ellos colaboran”. Los incidentes entre narcos, que los ha habido, están más relacionados con los denominados ‘vuelcos’. Es decir, grupos criminales que se dedican a robar la droga a los narcotraficantes.
“Al final, se conocen entre todos. Un piloto de planeadoras cobra tanto dinero porque un día trabaja para un clan, otro día para otro. No se pisan entre ellos. Hay algunos muy famosos. Otros que vienen de Galicia, porque los gallegos son buenos marineros y tienen experiencia en meter droga por las rías”, nos cuenta nuestra fuente en la Guardia Civil, que sí que indica que “aunque la droga entre por el Guadalquivir, los principales clanes son del este. De La Línea, de Algeciras o de San Roque”.
“Narcobienestar”
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La imagen que acaban de ver es, fíjense bien, una tarta de cumpleaños para un crío. Lo pone ahí: “Feliz cumpleaños”. Justo al lado hay una narcolancha que escapa de un vehículo de la Guardia Civil y de un helicóptero. Hay fardos de hachís y aparece la puerta del Puerto de la Atunara, que es, junto al de San Bernardo, el barrio más conflictivo de La Línea de la Concepción. Un lugar donde el narco se ha hecho fuerte y la policía pasa de largo.
La imagen ilustra la aceptación que tiene el narco en determinados estratos de una sociedad que se siente abandonada. Los narcos que arrollaron a los guardias civiles eran de La Línea, pero la gente que jaleaba mientras grababa el vídeo era de Barbate. Los de la tarta son de La Línea. Y en cada municipio gaditano, no sólo de la costa, hay elevadas tasas de paro que evidencia que falta un proyecto de base. No hay industria, no hay inversión y se depende en exceso de la temporada de turismo.
Y ahí es donde entra el narco, que suple con dinero esas carencias y se gana el favor popular. Es el que da trabajo y arregla lo que está mal en los barrios más precarios. “A eso lo llamamos narcobienestar”, explica Francisco Mena. Y hace que los traficantes tengan mejor reputación que las fuerzas de seguridad en muchas zonas. “A nuestro helicóptero lo recibían a pedradas”, recuerda nuestra fuente en la Benemérita.
“Hemos puesto a disposición del gobierno un plan de reactivación de la provincia de Cádiz”, concluye Mena. Pero, igual que el puesto de vigilancia que prometieron en Barbate en 1999, nunca llega a materializarse. El narco, entretanto, se reinventa. Financia al pueblo, sella uniones y se mueve hacia el oeste. Y aunque las fuerzas de seguridad pidan más medios, Mena lo define bien: “Esto no se arregla con más agentes o lanchas más potentes. Hace falta un profundo cambio estructural o estaremos en las mismas siempre”.