Fue Alberto Núñez Feijóo el que se puso el listón: los gallegos serán los primeros que demostrarán en las urnas que rechazan claramente las alianzas de Pedro Sánchez con los independentistas y la ley de amnistía al ‘procés‘. A Alfonso Rueda, presidente de la Xunta y candidato del PP, no le quedó más remedio que asumir ese marco, aunque pensara en su fuero interno que a Feijóo, cuando era presidente de Galicia, y lo fue durante 13 años, nunca le gustó ‘nacionalizar’ las campañas.
El líder del PP anunció en diciembre que haría una caravana electoral paralela a la de Rueda, para ayudarle y llegar a todos los rincones del territorio gallego. Así ha sido. Feijóo necesitaba apuntarse un éxito claro en mitad de la ofensiva contra el PSOE y sus alianzas. Y todo pintaba bien: él es el presidente de las cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia. Para el PP es como jugar en campo propio, así que la victoria sería rotunda y el mensaje a Sánchez, inequívoco. Esas previsiones, sin embargo, se han ido difuminando a lo largo de la campaña por las noticias, conocidas el pasado fin de semana, de que la dirección del PP estudió la amnistía tras la exigencia de Junts y pensó en indultos “con condiciones” a Carles Puigdemont.
El propio Feijóo insistió durante 48 horas en distintas intervenciones públicas en que no defendía la medida de gracia ahora “porque no se dan las condiciones”, no porque la rechace. Fue la presión interna de dirigentes de peso y las bases lo que forzaron un cambio de discurso en la recta final de la campaña. En esas novedades discursivas de hace una semana, la dirección nacional también reconocía que veía “dificultades” para probar que Puigdemont cometió terrorismo.
Las consecuencias de esas revelaciones, que implican una especie de enmienda a la ofensiva desplegada estos meses, sumadas al alza del BNG gracias al voto juvenil, han hecho que los populares lleguen al cierre de esta campaña mirando con preocupación los sondeos internos (rozan los 38 escaños de la mayoría absoluta para poder seguir gobernando en solitario) y que ya hayan hecho llamadas para sondear a los partidos en los que se podrían apoyar para retener la Xunta: Democracia Ourensana (DO) y Vox.
El líder de DO, Gonzalo Pérez Jácome, cerró un pacto con el PP relevante en junio, cuando decidieron que él sería el alcalde de Ourense y los populares presidirían la Diputación provincial. La buena relación continúa y, estos días, los principales colaboradores de Feijóo se han asegurado de que sigue igual de bien. DO podría estrenarse en el Parlamento autonómico con un escaño y arrebatárselo a los populares.
Vox, con peores datos en los sondeos que el partido de Pérez Jácome, también podría ser muleta si consigue un diputado en A Coruña. De ahí que la conexión entre el PP nacional y el entorno de Santiago Abascal se haya vuelto a revitalizar estos últimos días. Ambas formaciones ya gobiernan en coalición en cuatro gobiernos autonómicos. La barrera del 5% que marca la ley para conseguir escaño no se lo pone fácil a la formación de ultraderecha, aunque su objetivo sigue siendo sumar el máximo número de votos con independencia de que se traduzca o no en un diputado. De ahí que el PP insista en que elegir a Vox sería tirar a la basura miles de votos que beneficiarán, en realidad, a las izquierdas. Como ya ocurrió en las generales del 23J, se podrán lamentar.
No obstante, que el partido de Abascal llegue al 18 de febrero con opciones de conseguir un escaño dice mucho de lo errática que ha sido esta campaña para Feijóo, teniendo en cuenta que la extrema derecha vive sus horas más bajas y Galicia siempre ha sido un territorio hostil para ellos. El ahora líder del PP consiguió que Vox fuera irrelevante en su comunidad durante años, mientras que ahora, con esas novedades sobre la amnistía y los indultos, ha conseguido coger algo de aire. También afectan las protestas de los agricultores y el conflicto del campo, en el que Vox se desenvuelve bien y aspira a obtener réditos políticos.
El tabú de estos días
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Entre los conservadores, la idea de perder la Xunta es casi un tema tabú del que poca gente quiere hablar estos días. Es un feudo del PP: Manuel Fraga, Feijóo, y ahora tenía que seguir Rueda. Es la tierra también de otro presidente del PP, Mariano Rajoy, que ha estado haciendo campaña allí estos días. Las consecuencias para Feijóo si su partido, aun ganando las elecciones, no consigue escaños suficientes y es vencido por una mayoría de izquierdas, con el BNG al frente y el PSOE de escudero, son imprevisibles.
A principios de semana, los principales barones de la formación, con Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno al frente, no querían comentar esa hipótesis y pedían esperar a ver los resultados del domingo. Salieron en defensa de su jefe de filas a pesar del terremoto interno que Feijóo y las revelaciones desde la dirección nacional habían causado. El partido no hace ni dos años que ya sufrió un una crisis salvaje, cuando Ayuso ganó el pulso a Pablo Casado. Nadie desea otro seísmo parecido ahora. Ni siquiera lo pueden pensar. Nadie lo desea, pero las elecciones vascas y europeas están a la vuelta de la esquina y habrá que medir bien qué pasos hay que dar en función de lo que ocurra este 18 de febrero.