La principal causa de muerte en el mundo son las enfermedades cardiovasculares. Y gran parte de estas muertes son atribuibles al tipo de dieta que llevamos. Y es que lo que comemos y cómo lo hacemos influye directamente en el desarrollo y la progresión de estas enfermedades.
El estilo de vida moderno ha cambiado por completo los hábitos alimentarios que tenían nuestros abuelos, entre ellos los horarios. Ahora solemos cenar tarde o nos saltamos el desayuno, lo que se ha demostrado que puede ser un factor de riesgo para desarrollar una enfermedad cardiovascular.
Así se desprende de un estudio realizado por un equipo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, el INRAE, el Inserm y la Université Sorbonne Paris Nord, que sugiere que comer tarde la primera o la última comida se asocia a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.
En relación con esto, el estudio, publicado en Nature Communications, apunta a que cuanto mayor es el ayuno nocturno menor es el riesgo de sufrir enfermedades cerebrovasculares como el ictus.
Estos resultados sugieren la importancia que tienen para la salud tanto el horario, como el ritmo de las comidas diarias.
Hablamos de crononutrición, un nuevo campo de estudio que se está relevando como importante para comprender la relación entre el momento de la ingesta de alimentos, los ritmos circadianos y la salud.
Además, de la luz solar, el horario de las comidas que realizamos a lo largo del día es determinante en los ritmos circadianos de muchos de los órganos, como el hígado, el corazón, los riñones o el páncreas, y también afecta los niveles de tensión arterial
- Por ejemplo, nuestra sensibilidad a la insulina y a la concentración elevada de glucosa es mayor a primera hora y va disminuyendo a lo largo del día. Lo que supone que si comemos muy tarde el cuerpo no sea capaz de manejar el azúcar que ingerimos.
Retrasar una hora el desayuno aumenta un 6% el riesgo cardiovascular
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Para llegar a estas conclusiones los investigadores utilizaron los datos de 103.389 participantes en la cohorte francesa NutriNet-Santé (el 79% de los cuales eran mujeres, con una edad media de 42 años).
Tras el análisis, se concluyó que cuanto más retrasamos el momento de la primera comida del día (como cuando se salta el desayuno), más aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular. En concreto, aumenta un 6% por cada hora de retraso en la ingesta.
Así, una persona que realiza su primera comida a las 9 de la mañana tiene un 6% más de probabilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular que otra que come a las 8.
Cenar más tarde de las 9 aumenta el riesgo de enfermedad cerebrovascular
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Los investigadores no solo han analizado la primera comida del día sino también la última.
Pues bien, a este respecto cenar tarde, pasadas las 9 de la noche, se asocia a un aumento del 28% del riesgo de padecer enfermedades cerebrovasculares, como el ictus, si lo comparamos con hacerlo antes de las 8 de la noche. Este riesgo es especialmente destacado entre las mujeres.
- Además, cuantas más horas pasen entre la cena y el desayuno (ayuno nocturno) menor es el riesgo de sufrir una enfermedad cerebrovascular, lo que respalda la idea de realizar la primera y la última comida del día más temprano.
Todos estos datos sugieren que “adoptar el hábito de hacer la primera y la última comida más temprano con un periodo más largo de ayuno nocturno podría ayudar a prevenir el riesgo de enfermedades cardiovasculares”, concluyen los investigadores.