Estremece comprobar tanto talento despreciado a lo largo de la historia. Este fin de semana es el día de la Mujer y la Ciencia y es espeluznante ver ese patrón del machismo, sea el siglo que sea, donde la marginación de las mujeres fue constante. Se hablará de cifras y brechas que el negacionismo siempre rechazará pero el hoy no es más que el resultado de un ayer sistemático y repetitivo.
Ha costado siglos pero ya hoy se asegura, desde la academia, que aquellas torturadas y quemadas durante la caza de brujas no eran más que sabias de las propiedades medicinales o las que cuestionaban el mundo. También parteras acusadas de brujas si el bebé moría, cuando ellas solo salvaban la vida de una madre en un parto complicado. A las que persistían, se anulaba su autoridad, se las marginaba en el aprendizaje y en el oficio. Eliminadas todas, de una forma o de otra, había vía libre para que los hombres ocuparan esos puestos. Manera fácil de hacer carrera y luego inventar que era por “méritos”.
Los años pasaron y la caza de brujas quedó atrás. Pero no la marginación de la mujer en los estudios, ni la invisibilización o la apropiación de sus logros. Sobre todo, cuando esas mentes brillantes de científicas eran las parejas de científicos cuyos nombres han quedado registrados con letras de oro en la historia. Mujeres que, además, con la maternidad veían frenadas en algunos casos sus aspiraciones. Falta espacio para registrar en esta columna la cantidad de científicas a las que, compañeros o esposos, robaron sus aportaciones. Ahí está el Nobel a Otto Hahn, que ni citó en el discurso a su compañera de laboratorio Lise Meitner; el cometa descubierto por María Winkelmann pero apropiado por su marido (que no lo confesó hasta años después); las soluciones matemáticas de Mileva Maric, sin las que Einstein no hubiese aplicado sus teorías antes de separarse de ella como esposa, o los descubrimientos de Jocelyn Bel Burnell en su tesis doctoral pero que fueron reconocidos con un Nobel a su director de trabajo. Las más afortunadas hasta daban gracias si las dejaban de ayudantes. Sin olvidar a aquellas científicas o médicas condenadas, encarceladas o exiliadas durante la guerra civil: Amparo Poch y Gascón, Pilar de Madariaga, María Teresa Toral…
Este fin de semana dará la impresión de que todo ha cambiado pero, quienes estamos dentro, sabemos que no tanto. La física Pilar López Sancho confiesa que creía que lo de las mujeres y la ciencia se solucionaría en unos años, pero “no. Es mucho más complejo. Es que lo tenemos normalizado. Los científicos piensan que ellos no son así, que son objetivos porque su trabajo se basa en los datos”. Y ya no es solo que no te citen, que te marginen en un grupo o te invisibilicen. Es el día también de recordar a las que hacen Ciencia bajo el acoso, la agresión y el miedo. Estamos en 2024 y ya no estamos en caza de brujas pero aún se anulan a muchas mujeres en la Ciencia y eso es como quemar nuestros nombres en una hoguera y convertirnos en ceniza.