Han sido jornadas intensas para los integrantes de la Tercera Brigada Separada de Asalto del Ejército de Ucrania. En los últimos días, antes de que las autoridades ucranianas ordenaran la retirada de Avdiivka, entraron en la ciudad para lanzar operaciones puntuales contra las posiciones del Ejército ruso y liberar las vías de salida de las tropas ucranianas que defendían la localidad desde hacía meses. Se trata de un cuerpo de élite, algunos de cuyos integrantes llegaron a militar en el batallón de Azov, participando en las batallas más renombradas de la guerra hasta la fecha, incluyendo las de Mariúpol o Bajmut. Y el veredicto de la comparativa es rotundo: “Avdiivka ha sido la más difícil de todas”, sentencia su comandante, Volodímir Fokin, alias Foka.
“Al principio de la guerra, (los rusos) estaban mal informados, pensaban que se les recibiría en Ucrania con los brazos abiertos; una vez se han dado cuenta de su error y de que íbamos a presentar batalla, han aprendido rápido a luchar contra nosotros, y han desarrollado la tecnología necesaria para hacerlo”, explica el oficial desde un piso de descanso de una localidad próxima al frente del Donbás cuyo nombre no desvelamos por razones de seguridad. La correlación de fuerzas, además, no daba muchas opciones al bando ucraniano: “en infantería, nos superaban en una magnitud de uno a diez, en artillería, en una proporción de uno a quince, en cuanto a vehículos blindados, de uno a tres; respecto a la aviación, nosotros ni siquiera teníamos y ellos nos bombardeaban con sus Sujói Su-34 y Su-35“, desgrana, poniendo cifras y nombres propios a la actual penuria de las fuerzas de Kiev en cuanto a munición y armamento.
Fokin admite que hubo desorganización durante la operación de retirada por problemas de comunicación con las unidades, y en algunos casos sus hombres tuvieron que hacerse cargo de más soldados de los previstos en un principio, incluyendo algunos que no sabían qué hacer. Se lamenta por los ucranianos que estaban heridos y no pudieron ser evacuados quienes, según le consta, han sido sumariamente ejecutados por las tropas rusas. “Ni siquiera lo ocultan; los rusos muestran las imágenes de los asesinatos en sus cuentas de Telegram”.
Este militar ucraniano de 31 años, con una amplia experiencia a sus espaldas, resume en una frase la delicada situación que atraviesa el esfuerzo bélico en su país y, por extensión, para los aliados de Ucrania. “Rusia quiere ganar a toda costa esta guerra, y está dispuesta a pagar cualquier precio por la victoria; nosotros (refiriéndose a su país y a los aliados occidentales) no sabemos qué queremos”, critica. En su opinión, Europa y EEUU “siempre llegan tarde” y cosas como los paquetes financieros de ayuda recientemente anunciados por el Consejo Europeo de más de 50.000 millones de euros y pendientes de aprobación por el Congreso de EEUU de cerca de 60.000 millones de euros, que en principio garantizarán una financiación estable para la economía y la maquinaria de guerra en Ucrania “deberían haberse hecho ya en 2022”. Y aprovecha la ocasión para citar un par de ejemplos sangrantes de cómo la solidaridad de Occidente con su país podría ser más generosa. “El Ejército de EEUU cuenta con 8.700 blindados Bradley; si nuestra unidad hubiera podido contar con solo 200, yo le garantizo que Avdiivka seguiría en manos de Ucrania; ha habido países que nos han enviado un millar de proyectiles de artillería, mire, un millar es un día de guerra en Ucrania”.
Barbudo pelirrojo de Rusia
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Kolovrat alias Barsik (diminutivo de leopardo de nieve en ruso), un barbudo pelirrojo nacido en Rusia, huyó de su país en 2014, a raíz de la anexión de Crimea, porque percibió que el Gobierno de su país estaba transformándose en “un régimen supeditado al FSB (exKGB)”. Con un caso abierto en Rusia por “traición”, se limita a considerar a los militares de su país de origen como “enemigos que tienen que ser destruidos”. Ha participado en las batallas de Bajmut y Mariúpol, localidad cercada a donde fue trasladado en helicóptero” al inicio del asedio, y coincide con su comandante a la hora de valorar que Avdiivka ha sido de lejos la batalla más difícil a la que se ha enfrentado. No obstante, sale de la experiencia satisfecho y sin sentimiento de derrota. “Se nos planteó una misión (facilitar la retirada) la cumplimos y adquirimos destrezas y veteranía para próximas batallas“, asegura lacónicamente este militar de 39 años.
De todas las unidades militares rusas con las que se ha enfrentado, son los hombres de la milicia paramilitar Wagner, las que, según su opinión, han mostrado un comportamiento “más profesional” en el campo de batalla. “Sí, es cierto que empleaban a prisioneros que utilizaban como carne de cañón para identificar nuestras posiciones, y luego lanzaban a sus unidades de élite de asalto”. En su opinión, el arma que más necesita en estos momentos el Ejército ucraniano son drones FPV (siglas en inglés de Visto en Primera Persona), aparatos suicida capaces de llevar a cabo ataques y asaltos a distancia sin causar pérdidas humanas. Y sistemas de guerra electrónica, conocidos en Ucrania como REB, capaces de inutilizar los drones suicida que lance el Ejército ruso. Y por supuesto “artillería, obuses y morteros, son más importantes incluso que los cazas F-16″ prometidos por Occidente.
En la compleja retirada de Avdiivka también han participado paramédicos como Alisa, alias Fox, también adscrita a la Tercera Brigada Separada de Asalto. Esta mujer, capacitada no solo para tratar y evacuar a los heridos, sino también para repeler los ataques enemigos, no ha dormido “durante tres días“. “Teníamos que amputar miembros, extraer metralla de los cuerpos; de todos los lugares donde he estado, ha sido en Avdiivka donde he tratado a más casos sin esperanza de sobrevivir”, destaca. Fox ahora necesita descansar. Se pasó 10 horas escarbando a mano entre los escombros para recuperar a un soldado enterrado en vida. El esfuerzo, finalmente, fue en vano. Cuando vino la excavadora para culminar la tarea, el hombre ya estaba muerto.