Pere Aragonès tiene la oportunidad de aprobar sus terceros presupuestos consecutivos, algo que en Catalunya no pasa desde hace más de una década. Sin embargo, ahora mismo la moneda baila en el aire. Si sale cara, los Comuns los aprobarán, si sale cruz, se le complicará el último año de mandato. En plena negociación, el president de la Generalitat se enfrenta a la entrevista con EL PERIÓDICO. Empieza enérgico y ya no abandona este tono hasta al final. Para muestra, su posición corporal. Siempre erguido, no apoyará su espalda sobre el respaldo de la silla ni una sola vez. Beberá agua en una sola ocasión.
Su tema preferido es, precisamente, el de las cuentas públicas. Tiene el convencimiento de que en esta partida juega con las mejoras cartas: unos presupuestos con 2.400 millones extra que acabarán persuadiendo a los Comuns para cambiar su negativa. Combina las advertencias al partido de Jéssica Albiach, con un tono conciliador, señal inequívoca de que aún ve posible un apretón de manos: “Estoy convencido de que llegaremos a un acuerdo”, repite en varias ocasiones.
La sequía y los agricultores
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Cuando la entrevista discurre hacia la sequía, la vehemencia se mantiene, pero la precisión en las explicaciones cambia. No queda claro de dónde vendrá un segundo barco que lleve agua a Barcelona -“Vendrá de donde sea necesario”, dice-, ni tampoco qué restricciones piensa relajar ahora que se lo ha pedido el Parlament. El president está pagando su minoría en la Cámara: tras dos años ideando un plan para afrontar la emergencia por la escasez de agua, a la primera de cambio la oposición le fuerza a rebajarlo. Y sin la garantía de que llueva.
Solo unas horas antes, la Generalitat ha llegado a un acuerdo con los agricultores para que desconvoquen sus protestas. El mismo president, el jueves celebró una reunión improvisada con un grupo de ellos en l’Espluga de Francolí. En la entrevista expone que su lema es “prometer poco, pero cumplirlo todo”. Un lema que, si quiere, podrá utilizar en la próxima campaña electoral ahora que ya está claro que volverá a ser candidato de ERC. Ya no existe el “debate ficticio”, alega, de si lo podría ser Oriol Junqueras, para él un “gran activo, un amigo y un compañero de partido”.
Presupuestos, sequía, agricultores y educación. La carpeta del ‘procés’ no se abre formalmente hasta la media hora de entrevista, síntoma de cómo ha cambiado el tiempo. El president ya hace más de un año que, para superar el conflicto, propuso su acuerdo de claridad a la canadiense y, por ahora, ningún otro partido se lo ha comprado. Defiende que no es más que un gran pacto para celebrar un referéndum acordado y exige que los demás también hagan propuestas. Se le ve especialmente dolido por la falta de ideas de una parte del independentismo: “¿Cómo la tenemos que hacer [la independencia]to clubs“?” he asks.
Y no sería un cargo institucional de ERC, el más importante, si en la conversación no apareciera, ya hacia al final, un reproche velado a Junts. Su advertencia es que no se le acorta el terreno electoral a la extrema derecha copiándole el discurso antiimigración porque la gente, “entre el original y la copia, escoge siempre la copia”.