La persistente sequía en Catalunya está alterando el paisaje de las ciudades y se ceba con la vegetación, mustia por la escasez de lluvia y las restricciones al riego. El Ayuntamiento de Barcelona calcula que cerca de 2.000 árboles han muerto en la capital en los últimos 10 meses, según el recuento que los servicios municipales iniciaron en mayo pasado.
“Desde que recogemos este indicador y hasta diciembre pasado, murieron 1.631 árboles en Barcelona en 2023. Y en 2024, han muerto unos 300 desde enero”, precisa el jefe del área de gestión de arbolado del Instituto de Parques y Jardines de Barcelona, Joan Guitart. El responsable municipal matiza que no todas las bajas son atribuibles a la sequía. “Un 80% sí lo son y un 20% son por otras causas, como las plagas”, concreta Guitart.
¿Las cifras revelan un exceso de mortalidad en las zonas verdes de la capital? Es difícil responderlo, porque no se recogieron datos de forma sistemática antes de la primavera de 2023. “Cada año mueren árboles pero, en este período de sequía, se ha agravado la situación”, admite Guitart. En todo caso, y sin dejar de advertir que es grave, pondera que la proporción de las pérdidas no es excesiva por ahora: “Contando que en las calles de Barcelona tenemos más de 200.000 árboles, representan un 1%”.
Guitart explica que las víctimas del arbolado urbano que ha caído en medio de la emergencia por falta de lluvia son los ejemplares que subsistían en peores condiciones. Estaban plantados sin espacio suficiente para desarrollar las raíces y sobre una tierra con propiedades deficientes. “La gran mayoría son muertes por error de proyecto. Pagamos los errores de proyectos de hace muchos años”, apunta el dirigente de Parques y Jardines.
Añade que, donde se concentran las bajas, “son suelos en que pasan servicios bajo tierra por todos lados, con poca tierra para las raíces”. “En los terrenos muy compactados y asfaltados los árboles tienen sistemas radiculares muy poco desarrollados, porque no pueden tirar raíces -prosigue-. Durante años, se compensó con podas muy agresivas para rebajar las copas. Ahora, con un modelo más naturalizado, tenemos copas más grandes pero absorben más agua y se genera una descompensación”. Guitart opina que es necesario reservar más suelo y mejorar su calidad para que los árboles sobrevivan en las ciudades.
En todo caso, sustituir los ejemplares que se han secado está vetado por el momento: las restricciones por la sequía lo impiden. “¿Cómo ha sido posible plantar sobre una losa de hormigón de un párquing, con solo un metro de suelo? Hay mucho por hacer”, ha reflexionado el directivo de Parques y Jardines, uno de los ponentes en una jornada dedicada a debatir cómo puede reducirse el impacto de la sequía en el verde urbano. Ha reunido a técnicos, ingenieros y profesores de instituciones públicas, empresas de jardinería y viveros en Barcelona.
“¿Por qué los árboles?”
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Varios de los participantes del foro han cuestionado que el plan de gestión de sequía de la Generalitat relegue el riego de las zonas verdes, recortado al máximo. “El verde urbano es necesario para la salud de los ciudadanos. Parece que los políticos actúen sin darse cuenta, pero los ciudadanos lo perciben. Sobre todo notaron la necesidad durante el covid”, recalca el paisajista Yago Cavaller, coorganizador del congreso.
Cavaller ha subrayado que conservar el arbolado y las zonas ajardinadas es clave para avanzar en la “mitigación del cambio climático” en los municipios: “La vegetación dentro de la ciudad es un refugio climático. También hay una vertiente empresarial, apunta: “Ahora estaríamos en período de plantación, hasta principios de la primavera. Y si se niega el riego, no se planta. Y si no se planta, ¿qué hacen las empresas? Han cerrado unas cuantas y el sector sufre una crisis importante”.
En las jornadas se ha abogado por suavizar los impedimentos que escatiman agua freática y agua regenerada para zonas ajardinadas. La organización ha destacado que, en el caso de Barcelona, el agua para riego no llega al 4% del consumo total. “No regar los jardines y dejarlos secos ha sido un aviso a los ciudadanos de que hay sequía, pero es mentira que suponga un ahorro importante de agua”, cuestiona Cavaller.