Arnau Bosch (8 años) viste un chubasquero de color azul y se dirige hacia la pastelería Blanch de Vilanova i la Geltrú. Va a necesitar (y mucho) esa prenda porque en unos minutos va a estar pringado de merengue de pies a cabeza. Va de la mano de su madre, que ha ido a recogerlo al colegio media hora antes de que empiece la esperada ‘merengada’. Tal y como señala el nombre, la actividad consiste en lanzarse este dulce de color blanco y embadurnarse. Es su primera vez y dice estar “muy nervioso”, ya que siempre ha vivido el Carnaval de la ciudad vecina, Sitges, donde vive su padre. Dos celebraciones que, pese a su temprana edad, ya tiene claro que son totalmente “opuestas”.
[–>En Sitges esperaba esta tarde sentada Piluca (34 años), casi dos horas antes del ‘Arribo’ (la llegada) de Su Majestad Carnestoltes. “Este año lo quiero ver desde muy cerca para no perderme ni un detalle”, asegura esta vecina, que dice admirar este famoso Carnaval: “Llevamos la fiesta en el ADN, desde el Jueves Lardero hasta el Miércoles de Ceniza el mundo se para en Sitges”.
Estos dos municipios del Garraf, separados por menos de 10 km de distancia, se han sumergido ya de pleno en la festividad. Sus residentes han desarrollado dos formas distintas de vivirla, y también de compartirla con los miles de visitantes de toda Catalunya que se desplazarán hacia la comarca estos días para disfrutar de la programación.
EL PERIÓDICO se ha trasladado a ambas localidades este jueves y ha conversado con vecinos, elegidos al azar a pie de calle, para conocer cómo encaran la edición 2024.
Una rivalidad amistosa
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Como cada año, los disfraces y las comparsas inician su reinado en las calles de ambas localidades puntualmente el jueves. Los ojos de pequeños y mayores se iluminan al ver los balcones adornados con purpurina, confeti o hasta merengue. Mientras Sitges vive un Carnaval de ‘show’ y espectáculo desenfrenado con proyección en toda Catalunya y más allá, Vilanova i la Geltrú apuesta por un formato lleno de singularidades y dirigido a la ciudadanía local, con más de 150 actividades de corte más tradicional y familiar. Un enfoque diferente que ha generado una cierta “rivalidad amistosa”, argumenta Paula Ribes (20 años), quien espera el ‘Rei Carnestoltes’ en Sitges junto a su hermana, Agnès Ribes (21 años).
Preguntadas por este histórico enfrentamiento, Paula no pierde un segundo en responder. Con tono desenfadado, pero sin piedad, subraya que “Agnès saldrá este año en la comparsa de Vilanova”. Rápido contesta también la hermana: “¿Otra vez? ¡No pierdes ni una ocasión para recordármelo!”. Añade que a ella le ha apetecido más ser espectadora del Carnaval de Sitges y participante del de Vilanova, ya que su pareja vive allí y también participa de la fiesta.
El paisaje en ambas localidades está dominado por las sonrisas nerviosas y las ansias de jolgorio. Así lucen los rostros de Juan Sebastián (19 años) y Nacho Giménez (20 años), por ejemplo, dos amigos de Sitges que hace años que celebran juntos la fiesta: “Es espectacular y único, atrae a miles de personas de todo el mundo, porque lo que pasa aquí es indescriptible”, señala el Giménez, tras las gafas rosas de su disfraz. Deposita las mejores expectativas en la rúa de domingo, pero ya está a punto para disfrutar de la primera cita del Carnaval, el séquito del Rey Carnestoltes.
La sonrisa también reluce en la faz de Neus Pérez (38 años) y sus dos hijos empapados de merengue. Los más pequeños dicen esperar con muchas ganas la guerra de caramelos del domingo. Es uno de los eventos icónicos del Carnaval de Vilanova, donde se lanzan toneladas de estas golosinas.
Turismo versus familiaridad
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Son 300.000 personas las que se prevé que pasen por Sitges, según informa el Ayuntamiento de Sitges este fin de semana. Anna Blanco (47 años), que lo mira de reojo desde la ciudad vecina, dice que en Vilanova no esperan ni mucho menos esta asistencia: “Sitges es más para todos, aquí es más de pueblo y se estila celebrar el Carnaval con las asociaciones culturales de la ciudad o con tu grupo de amigos…”. “Se genera un fuerte tejido social alrededor de la fiesta, mientras que en Sitges está más dirigido al turismo”, compara.
Lo corrobora Magí Mateu (72 años), que desde hace 35 años viene del Vendrell a Sitges para celebrar este Carnaval. “Vendrá gente de todo el mundo, sobre todo del sur de Europa, a vivir el espectáculo más grande de Catalunya”, sostiene sin cortarse. “¡Y cada vez es más grande!”, proclama, recordando sus primeras visitas.