Con la cantinela de los niños de San Ildefonso sonando de fondo, justo antes de los turrones, la política española ha resumido en 48 horas el año que termina y ha anticipado el que está a punto de comenzar. Dos reuniones, una en Barcelona y la otra en Madrid, y las declaraciones aledañas de sus protagonistas han vuelto a confirmar que la relación del Gobierno central con el independentismo no solo se ha normalizado, sino que ahora mismo resulta mucho más fecunda y menos crispada que la que mantiene con el principal partido de la oposición y ganador de las elecciones. Y entre una y otra cita, dos hechos relevantes. Mientras el barómetro del CIS aliviaba la erosión de Pedro Sánchez por sus concesiones a ERC y Junts, el sucesor de Alberto Núñez Feijóo en la Xunta de Galicia pulsaba el botón de un nuevo ciclo electoral en 2024.
Galicia, Euskadi, Europa y quién sabe si Cataluña serán, como todos los comicios en este país, exámenes en clave nacional para los grandes partidos durante el año que asoma. La partida gallega es la única que parece tener un horizonte tranquilizador para Feijóo. En las otras citas, los desenlaces están más abiertos y el PSOE puede tener margen para desempeñar un papel protagonista en la gobernabilidad, pero en su contra juega el hecho de que las campañas electorales le coincidirán en el tiempo con la aplicación de la ley de amnistía. Y por más que el CIS se empeñe en brindarle oxígeno, las encuestas le son adversas en estos primeros compases de la legislatura.
La brecha se agranda
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La primera encuesta del CIS tras la investidura y la formación del Gobierno reflejaba la misma distancia que Feijóo le sacó a Sánchez en las urnas en julio, solo 1,3 puntos, y la mitad que en el barómetro de noviembre. Es decir, según el instituto demoscópico, al presidente no le han pasado factura los pactos con el independentismo y la crispación de la derecha en la calle, sino todo lo contrario. Una vez más, el contraste con el resto de sondeos es palmario: la mayoría de ellos elevan esa brecha a una horquilla de entre 5 y 8 puntos. De hecho, el promedio de todas las encuestas sobre las elecciones generales publicadas en los cinco meses que han transcurrido desde los comicios mantienen al PP en primera posición con una ventaja sobre el PSOE de 6,3 puntos. Antes de sellar los acuerdos con Esquerra y JxCat, ley de amnistía incluida, esa diferencia media era de 2,4 puntos, lo que significa que en dos meses la distancia ha aumentado cuatro puntos, y cinco desde la cita con las urnas. En escaños, a Feijóo y a Sánchez les separan 36 diputados: el PP conseguiría hoy 151 (ocho más que en las elecciones) y el PSOE se quedaría con 115 (seis menos).
Galicia, a contrapié
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La aprobación en el Congreso de la ley de amnistía espera a la vuelta de las Navidades, y en cuanto viaje al Senado será el PP el que tenga la sartén por el mango durante un par de meses. Podrá dilatar los trámites, tumbará el texto y obligará a Sánchez y sus socios a volver a retrarse en la Cámara baja. Todo ello mientras Feijóo esté volcado en una campaña gallega que su delfín, Alfonso Rueda, ha precipitado (las elecciones tocaban en julio) para pillar a contrapié a sus adversarios, que casi todos serán también caras nuevas. La del PSOE, José Ramón Gómez Besteiro, ya era la apuesta de Sánchez en 2016 pero su candidatura se frustró por investigaciones de corrupción que ya han sido archivadas, pero su popularidad nunca ha despegado del todo. El BNG vuelve a confiar en la dirigente que consiguió el ‘sorpasso’ a los socialistas, Ana Pontón, mientras que Sumar y Vox ni siquiera saben aún quiénes serán sus respectivos carteles. Con este panorama,
Rueda va sobrado en las encuestas
, aunque por debajo de la marca récord de 42 diputados que heredó de Feijóo. La media de sondeos de la legislatura le sitúa en los 40 escaños, dos por encima de la mayoría absoluta. Los nacionalistas subirían y los socialistas bajarían.
La disyuntiva vasca
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Las elecciones vascas todavía no tienen fecha, pero se da por hecho que el lendakari, recién apartado del cartel electoral del PNV, tampoco esperará hasta julio y llamará a votar antes de las europeas del 9 de junio. El cambio total de caras en Euskadi da una pista del mal presentimiento que tenían los peneuvistas tras haber sido arrollados por EH Bildu en las generales, pero los sondeos, aún prematuros, son por ahora condescendientes con el PNV. El PSE puede tener la llave, pero esta puede también complicarle la vida a Sánchez. Los socialistas llevan ocho años gobernando con el PNV, pero ahora también son socios de EH Bildu en el Congreso y acaban de pactar una moción de censura que dará a los abertzales el Ayuntamiento de Pamplona. Las encuestas apuntan a que podrían sumar mayoría en el País Vasco con cualquiera de los dos, con el consiguiente enfado del que no resulte premiado. Las opciones de EH Bildu se pueden ver mermadas si necesita también a Podemos, que allí cuenta con su segunda representación más extensa (6 diputados) después de Cataluña, lo que anticipa otro duelo fratricida con Sumar por la candidatura.