En un programa televisivo de cuyo nombre paso de acordarme, se pasó, en escasos segundos, de afear la actitud de Xavi por haber recibido un empujón del portero suplente del Barbastro (y la del hermano de Xavi por defenderle) a edulcorar hasta la diabetes pandémica a Bellingham por ceder su manta a un niño en Aranda del Duero. Barça, caca; Madrid, bien.
Es solo un ejemplo del madridismo sociológico y la diferente vara de medir que desde los medios madrileños/madridistas usan con Barça y Real Madrid. Es sencillo de entender: en Madrid no se critica nada ni se habla de juego ni del entrenador ni de economía ni de fichajes veraniegos que se anuncian y nunca llegan ni de inversiones desastrosas por valor de 160 millones de euros en jugadores y llegan, fracasan y se van sin pena ni gloria ni, por supuesto, de acuerdos con dinero público de por medio que benefician al club blanco ni de nada de lo que haga o deje de hacer el amo y señor de todos los que escriben y hablan, Florentino Pérez.
Es como si en la Madrid de Ayuso y Almedia hubieran inyectado al entorno madridista una vacuna selectiva contra el ‘haterismo’, la enfermedad más contagiosa del siglo de las redes, que solo surge efecto a la hora de criticar al conjunto blanco, ese que Laporta definió de forma acertada como “el equipo del Régimen”. Y si, lo fue durante muchas décadas hasta que el actual presidente vitalicio dio un paso más logrando convertir al Real Madrid en el régimen mismo. Florentino dicta, decide, manda, impone y veta todo aquello que le recomienda su estado de ánimo. La anestesia colectiva de su entorno es digna de estudio: no existen voces críticas más allá de opiniones individuales anecdóticas y espaciadas en el tiempo que solo sirven para reforzar al Régimen. Nadie se pregunta nada en una distopía aparantemente perfecta, libre de pecado y de tristeza. Florentino suministra a sus seguidores la dosis justa de ‘soma’ en forma de discursos pseudoreligiosos ante los que su público asiente sin vacilar. El Régimen madridista es el mundo feliz que imaginó Aldous Huxley.
Hasta ahí todo bien. Cada uno en su casa profesa la fe que le da la gana. La ignorancia, hoy en día, suele ser sinónimo de felicidad. El problema no es ese, sino ver cómo la misma gente que nada se pregunta, ausente de espíritu crítico ni voluntad de saber, ejerce una fiscalización obsesiva con todo lo relacionado con el Barça. Mientras callan ante Florentino, alzan la voz acusando a la entidad blaugrana de todos los males. Atacan sin mirar atrás con la intención de hacer daño, convirtiéndose en sicarios a sueldo del Régimen madridista.