El aval a los tres primeros decretos del Gobierno fue el primer test de la nueva legislatura de Pedro Sánchez y el PSOE constató que Carles Puigdemont le hará pagar cada una de las votaciones. Sánchez se jugaba un primer fracaso y lo sorteó hábilmente con pomposas concesiones a Junts de difícil encaje y poca concreción, como el traspaso de las competencias en inmigración. Pero el presidente no salió ileso, ya que no pudo esconder la inestabilidad que le sostiene y asumió los límites de un nuevo terreno de juego marcado por la posconvergencia que le condicionarán durante los próximos cuatro años.
Las lecciones
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Junts sale de la partida anotándose la lección de que si aprieta hasta el final, el PSOE cede en algo. ERC se quita los complejos y asegura que ya está en cuarto curso de negociación con el PSOE, que sus triunfos ya estaban recogidos en los decretos al ser pactados previamente entre partidos y presidentes y que no se mueven al compás de sus exsocios. Los socialistas asumen que deben cambiar su dinámica negociadora y que el bloque progresista que les arropó en la pasada legislatura es ahora un puzle con más piezas en competición. Ya no solo entre los habituales enemigos íntimos, ERC y Junts, sino también entre Sumar y Podemos, con la vicepresidenta Yolanda Díaz en el punto de mira al pilotar el único decreto que no fue aprobado. Pero Sánchez, otra vez por necesidad, ha vivido el preludio de lo que será la complicada negociación de los Presupuestos Generales del Estado: puede contar con ERC siempre que se asegure de que el PSC de Salvador Illa haga lo propio con las cuentas de Pere Aragonès, pero a Puigdemont solo le tiene amarrado por la amnistía y Junts sabe que el PSOE no puede asumir el coste de retroceder llegados a tal punto. Así que sufrirá en cada iniciativa que lleve a votación si no la pacta antes.
La competición
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La batalla entre ERC y Junts por sacar el mayor partido al hecho de que el PSOE lidere el Gobierno se centra ya en quién consigue más autogobierno para Cataluña y los socialistas contrarrestan las cesiones ofreciéndolas al resto de autonomías, incluidas las del PP, buscando, de paso, abrir una brecha entre las directrices de Alberto Núñez Feijóo y los intereses de los barones. La línea roja sigue siendo el referéndum, así que celebran ver a Junts regresando al ‘peix al cove’.
La consolidación del giro posconvergente parte de la voluntad de Junts de volver a ocupar la centralidad política que se ha comido ERC, especialmente tras el fiasco de los pactos postelectorales de 2023, y, de paso, les sirve para atajar una posible fuga de votos a la extrema derecha independentista que lidera la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, con la mirada puesta en las elecciones catalanas.
Aunque hoy no puedan gestionar las competencias de Cataluña al estar fuera del Govern, aquí es donde radica la justificación: Junts busca desdibujar la figura de Pere Aragonès como presidente y hurgar en su minoría al negociar traspasos, siendo el liderazgo de la Generalitat lo que permite a Esquerra hablar en nombre de Catalunya ante un Puigdemont que luce liderazgo mesiánico en el ‘procés’, pero que no tiene obra de gobierno por lucir. La tesis es superar a ERC, negociando como ERC y marcando distancias frente ERC.
Los republicanos mantienen que su hoja de ruta es propia, pero depende, en buena parte, del devenir del Gobierno. Exprimirán la dependencia mutua, algo que se constata con la primera cita de la comisión para abordar la delicada ampliación del Aeropuerto de El Prat el próximo jueves y con la sintonía entre ministros para encauzar asuntos de calado como la vivienda y el traspaso de Rodalies.
El calendario
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Las elecciones gallegas, vascas y europeas complican la pata soberanista del Govern, la mesa de diálogo, que suele hibernar en periodo electoral, pero la aspiración en Palau es que se reúna al menos dos veces y que Aragonès pueda forzar, a través de la entrega a Sánchez de su acuerdo de claridad, que el Gobierno haga oficial una propuesta, guste o no. Junts agita ya la agenda para fijar fecha y hora para la imagen más esperada, la de Sánchez y Puigdemont, aunque Moncloa planifique que no sean los únicos en el foco fotográfico y que se haga en el marco europeo, siendo el expresidente eurodiputado, algo que permitiría al presidente del Gobierno evitar un viaje con este único propósito y camuflarlo en reuniones con otros presidentes de grupo en la Eurocámara. ERC, por su parte, pone el freno y mira a marzo para que, aclarados ya los presupuestos, se celebre una mesa entre ERC y el PSOE y después la mesa de diálogo entre gobiernos. El primer trimestre se apurará hasta el último día.