La empresa estatal Unión Eléctrica (UNE) predijo a comienzos de esta semana apagones en más del 40% del territorio cubano por falta de combustible, averías y cierres por mantenimiento de las centrales que suministra energía. Una isla a media luz debe lidiar, en medio de la escasez y los pesares del ajuste que ha quintuplicado el precio del combustible, con otro tipo de oscuridades. Días atrás se anunció oficialmente que comenzaba un proceso penal contra el defenestrado ministro de Economía de Cuba, Alejandro Gil Fernández. Si bien el Partido Comunista (PCC) aseguró a través de Granma, su órgano oficial, que no se permitirá la “proliferación de la corrupción, la simulación y la insensibilidad“, se desconocen las causas puntuales que completaron la bancarrota de Gil Fernández, quien hace un mes era saludado calurosamente por el presidente Miguel Díaz-Canel. El estilo almibarado del agradecimiento por su papel al frente de la economía dio paso a un escarnio público que se convirtió en objeto de sospechas en las redes sociales, el termómetro del estado de ánimo de una población conectada a sus teléfonos móviles e indiferente a las narrativas oficiales.
La historia de Gil Fernández no hizo más que ratificar cómo suele funcionar la versión caribeña de la “ley de la gravedad”: todo funcionario que escala demasiado, tarde o temprano caerá, con excepción de lo que se conoce como la “dirección histórica” del proceso iniciado en 1959, y de la que quedan apenas unos nonagenarios, entre ellos el general “jubilado” Raúl Castro. La misma suerte del exministro había sido compartido en distintas épocas por Carlos Lage, antecesor en el mismo cargo, los titulares de Exteriores Felipe Pérez Roque y Roberto Robaina, y Carlos Aldana, quien durante parte de la década de los 80 y 90 llegó a ser considerado el “tercer hombre” del poder. Una vez apartados del Gobierno fueron condenados al ostracismo y nunca se supo muy bien las razones de su relegamiento. Lo que queda es la suspicacia compartida en las calles: existe una crisis interna.
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“Graves errores”
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Gil Fernández, quien fue reemplazado en febrero por Joaquín Alonso Vázquez, no solo ha sido un mal ministro debido al fracaso de su programa de “reordenamiento económico“, que supuso la unificación cambiaria, sobre la base previa de una devaluación de la moneda, el CUP. De acuerdo con Granma, “como resultado de una rigurosa investigación se determinaron graves errores cometidos” en el “desempeño de sus funciones”. Desde el mismo inicio de estas actuaciones judiciales, “el implicado ha reconocido graves imputaciones y, en consecuencia, renunció a su condición de miembro del Comité Central del Partido y de Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular”. Los supuestos delitos cometidos forman parte del misterio y la cadena del rumor que circula en el universo virtual. Lo único que ha dicho el PCC es que la “invariable ética de la Revolución Cubana durante estos 65 años” es la que puso freno a sus acciones en el corazón del poder. “Bajo este principio mantendrá, desde la legalidad, el permanente enfrentamiento, transparencia y tolerancia cero a este tipo de manifestaciones que afectan a nuestro pueblo”.
Modelo sovietizante
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Según el portal La joven Cuba, Gil Fernández “pasó de ministro a desempleado y de desempleado a delincuente en menos de un mes. Es la misma persona, el mismo funcionario que le dio rostro a las sucesivas estrategias del Gobierno para sobrevivir a la crisis”. Su figura “fue tan impopular como la contracción económica“. No pudo satisfacer, “ni de casualidad”, las necesidades de una población que padece los problemas de abastecimiento de leche, pan y carne. “Se le pidieron imposibles. Ni siquiera se formó como economista. Su aptitud para el cargo, no obstante, estaba hecha a la medida de la economía que tenemos. Un modelo inspirado por el control antes que, por la eficiencia, por el rentismo antes que por la producción, soviéticamente fracasado”.
La historiadora Alina Bárbara López Hernández, una de los nombres de la disidencia cultural, se preguntó “¿hasta cuándo van a ofender nuestra inteligencia?”, con los relatos oficiales. Señaló al presidente, quien, recordó, había despedido con elogios al “hace muy poco al corrupto, simulador e insensible Gil”, y a otros estamentos del Gobierno y el Estado “un aparato enorme y ocupadísimo, que tiene amplios recursos y miles de agentes reprimiendo a ciudadanos honestos para evitar que ejerzan sus derechos”, por no haberse percatado nunca de lo que sucedía en el ministerio de Economía.
Arresto desmentido
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En este contexto de desconcierto, un perfil oficialista de Facebook, ‘Noticias Habana’, negó las versiones sobre un presunto arresto de Leopoldo Cintra Frías, General del Ejército, exministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y uno de los referentes del primer “castrismo”, por parte de la Seguridad del Estado.
Los rumores sobre disputas internas se alimentan del deterioro de las condiciones de vida. El PIB se contrajo en 2023 hasta un 2%. La apuesta estatal por el turismo, la inversión extranjera y las pequeñas empresas privadas todavía no ofrece resultados a la vista en un país que, de acuerdo con la ONU, importa el 80% de lo que consume y carece de dólares. El Estado tiene las cuentas en rojo y se proyecta un déficit del fisco del 18,5% este año. La inflación, una de las tareas en las que Fernández Gil no hizo más que tratar de apagar un incendio con gasolina, es galopante en el mercado informal. Los precios no tienen referencia. El CUP sigue el ritmo trepidante de su depreciación. Entre tantos rigores, Granma se dedicó este martes a exaltar un capítulo de la lucha insurreccional de 1956. “Antesala de la justicia social que vendría”.