La vuelta de octavos de final de la Champions solía ser hace años para el Barça solo la previa de la Champions de verdad, que arranca a partir de la eliminatoria de cuartos. Eran tiempos en los que el equipo liderado desde el césped por Leo Messi saltaba al terreno de juego sintiéndose absolutamente superior a sus rivales, fuera el que fuera. Ganar o perder dependía, única y exclusivamente, del propio Barça. Esos días de gloria europea quedan muy lejos: han pasado ya nueve temporadas desde la final de Berlín (fue Xavi quien levantó el trofeo como capitán) y hace cuatro que los blaugrana no están en el sorteo de cuartos.
Xavi es hoy el entrenador de un equipo para el que estar en la siguiente ronda es un reto mayúsculo y pasar sería considerado un éxito deportivo. Lo que en otras épocas se daba por descontado, hoy supone un gran esfuerzo. Así debe ser porque las circunstancias han cambiado, el club sobrevive a nivel económico y, a pesar de ser el actual campeón de Liga, todo cuesta demasiado. Lo saben quienes mandan en los despachos y lo sabe Xavi, que ayer ejerció de líder buscando imponer el relato en positivo que tanta falta le hace al proyecto.
Reflexiones en positivo
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“Es el partido más importante de lo que llevamos de temporada”, “nos toca ser valientes, sin miedo de fallar”, “necesitamos el ambiente del Camp Nou, que sea una olla a presión”, “es una gran oportunidad para estar entre los mejores ocho equipos de Europa”, “podemos competir con cualquiera”, “les diré que no tengan miedo, que no aporta nada“, “toca girar la tortilla” o “estamos preparados e ilusionados” fueron algunas de las frases que pronunció el técnico.
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No es un mensaje cualquiera, sino el de alguien que quiere romper el muro imaginario que separa al Barça de las grandes citas europeas, esas que se disputan a partir de cuartos y que dan derecho a meterse entres los cuatro mejores clubs del continente. Esa es la reflexión que Xavi traslada a sus futbolistas desde que llegó, la misma que lleva repitiendo Joan Laporta desde que regresó a la presidencia. Puede que el exceso de optimismo o colocar el listón de la exigencia demasiado alto haya pasado factura al proyecto, pero no hay otro camino para recuperar la grandeza que pensar en grande.
Provocando el punto de inflexión
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Xavi buscó ayer, ante la primera gran final de la temporada, ese cambio de mentalidad necesario para empezar a creer en retos mayores a todo el barcelonismo. Los puntos de inflexión no se prevén, suceden, pero sí pueden provocarse y esa fue la voluntad ayer del entrenador, que se puso a sí mismo en un segundo o incluso tercer plano para poner el foco en lo que realmente importa, todo aquello que, cuando él se haya marchado, seguirá: “Yo no soy el importante, lo es el club, el equipo, los futbolistas…“.
Ha llegado la hora de dar un paso al frente, olvidarse que pasar a cuartos solía ser un trámite hace años y asumir que el partido ante el Nápoles no es uno más en el calendario. Sin presión, sin miedo, pero con responsabilidad, mentalidad de equipo grande y ambición de juvenil. El Barça necesita recuperar la alegría y disfrutar sobre el césped. Es imprescindible empezar a pensar de nuevo en positivo y olvidarse del pasado reciente, de esos cuatro años sin jugar los cuartos, de esos nueve sin ganar la Champions.
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Para llenar el vaso medio lleno que reposa sobre la mesa del club, Xavi pidió alejarse del “y si perdemos” para empezar a abrazarse al “y si ganamos”. Lleva repitiendo el mismo discurso toda la temporada, pero ayer lo hizo con especial energía e intensidad. Xavi usó el micrófono para arrancar los palos que fijan las ruedas inmóviles del proyecto para que el barcelonismo eche otra vez a rodar. Que así sea.
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