“Sin decir nada… salió por la puerta”, explicaba Sara hace escasas horas a CASO ABIERTO. “Aprovechó que su padre estaba durmiendo”. El objetivo, difundir su foto, su imagen, y solicitar colaboración ciudadana. Martina no daba señales de vida y los presagios no eran buenos. Tras 48 horas de intensa búsqueda, miedo y nervios, se desactiva la alerta. Martina, Marta (como la llaman todos en casa), ha contactado con ellos. “Ha asegurado que se encuentra bien y ha pedido que quitemos las alertas”, explica su familia.
Tiene 45 años, un hijo y estaba desaparecida desde el 9 de enero. Sin previo aviso, sin despedida. Sin decir nada a nadie, salió de casa de su padre en Puerto Real (Cádiz) a primera hora de la mañana. Lo hizo sin medicación -sufre depresión desde hace años-, y con el teléfono móvil apagado. “Es algo que nunca ha hecho”, explicaba su cuñada, asustada, a
CASO ABIERTO
. “Tememos que su vida pueda estar en peligro”.
El riesgo era alto. Las redes sociales se inundaban con su foto. Se imprimían y pegaban los primeros carteles, y la alerta de búsqueda se difundía en diferentes medios. “Necesitamos ayuda”, rogaba Sara, “cualquier pista que nos lleve a ella es importante. Mi cuñada no pasaba un buen momento”.
Entre las 8:30 y las 10:00
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9 de enero de 2024. En el reloj marcan las ocho y media de la mañana. Marta está despierta. “No se encuentra muy bien y su padre le lleva un ibuprofeno”, recuerda Sara. El hombre regresa a su habitación. Marta parece que encuentra la calma y él se queda dormido de nuevo. “Mi suegro se levantó sobre las diez de la mañana y Marta ya no estaba”, explica Sara. Antes de irse, había tomado café. El vaso estaba en la pila. “Había cogido el bolso, solo eso, y había salido de casa”.
Las horas pasan, Marta no vuelve. Nadie sabe donde ha ido. No responde, no llama, no le llegan los mensajes a su teléfono móvil. “Esa misma tarde ponemos la denuncia”, explica Sara. La investigación no empezó bien: “a los agentes les contamos que Marta había tenido una pequeña riña con su padre y con su hermano, la noche antes y que había salido y no había vuelto a casa…“. Mujer, mayor de edad, discute y se va de casa. La primera conclusión fue que no regresaba por decisión propia.
“Llamé al 112 para ampliarles la información”, explicaba su cuñada. Fue cuando les habló de depresión, diagnósticada desde hace años, de la lucha de Marta contra la adicción a diferentes sustancias y de la visión de la psicóloga que la trataba: “ya antes nos había advertido, Marta tiene alto riesgo de suicidio”. La búsqueda se transformaba de inmediato: era una desaparición de alto riesgo.
Seis días antes: vuelta a casa
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“Hacía seis días que estaba en casa con su padre”. Dos meses antes, Marta había ingresado de forma voluntaria en un centro de desintoxicación en Huelva. Quería recomponer su vida y, aunque no pasaba por su mejor momento, el objetivo era vencer la adicción que dominaba su día a día desde hacía más de una década.
“Tenia una especie de permiso del centro…”, explica Sara. “Pero, estando en casa, contó que allí le habían dado un aviso…”. Un aviso es el paso previo a ser expulsada. “Su padre, preocupado, le riñó… La enfermedad de Marta la hace difícil a veces. Miente…”. Discutieron.
Mensajes a escondidas
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Sara retrocedió un par de días más, intentando encontrar otra causa a la ausencia de su cuñada. Describe a una Marta más o menos normal. “No quería hacer nada que la perjudicara de cara al centro. Fue al médico, a hacer recados y poco más, se pasaba la mayor parte de los días viendo la tele“. Sí notaron que utilizaba mucho el télefono. “Se escondía para escribir mensajes. No sabemos con quién hablaba. Queríamos verlo, pero no nos dio tiempo”.
Sin pistas, sin noticias, sin rastro. En la mente de la familia sonaron con fuerza dos nombres: el de su expareja, un hombre de San Fernando (Cádiz) y el de un compañero sevillano que coincidió con ella en el centro. El primero les abrió la puerta de casa, “dice que no sabe nada de Marta y allí no estaba. Estuvimos en su casa, afirma que no ha vuelto a verla”. El segundo, el compañero del centro, según ha podido saber este medio, fue expulsado días antes de que le dieran el permiso navideño a Marta. “No hemos podido contactar con él. Ni sabemos nada de él. Solo sabemos que es sevillano“.
Esperanza en Sevilla
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“La única esperanza es que haya ido allí… Aunque es una esperanza medias porque Marta no tiene activo su teléfono y entendemos que, si hubiera quedado con alguien, lo llevaría aunque fuera para decirle ya estoy llegando, dónde estás… no te veo“, explicaba la familia de Marta.
La familia recurrió al centro para que pudiera facilitarle el contacto, el número de ese hombre, pero “por protección de datos no pudieron hacerlo”.
En medio de la conversación con este medio, Sara miraba su móvil. Una llamada más, de las muchas que han sonado durante el día. “Ojalá llame ella”. Lo ha hecho.
Asegura que se encuentra bien, “ha pedido que retiremos la alerta”, cuenta Sara. “Nos ha bloqueado y no tenemos contacto. Lo respetamos, al menos sabemos que está viva. Podemos relajarnos, era ella…”.