Marc Gasol divulgó este martes un corto y entretenido vídeo que arrastraba un interrogante: y ahora, ¿qué? Con la rueda de prensa convocada para este miércoles en el cine Texas de Barcelona buscó responder a la cuestión. No hacía falta acreditarse como experto en baloncesto, ni indagar en fuentes, para entender que se trataba de la puesta en escena de su retirada como jugador, postergada unos cuantos meses.
No empezó la temporada con el Bàsquet Girona, club que fundó y que preside y en el que jugó dos campañas tras volver de la NBA. Pero por alguna razón se ha resistido unos meses a dar sello de oficialidad a su condición de exestrella de la canasta. En mayo de 2023 disputó su último partido oficial. No jugará ninguno más.
“Ha sido un proceso duro y hay una parte de mí que no está de acuerdo con esta decisión. Pero no. Estoy convencido de ello. Hay que echar agua a ese fuego”, dijo Gasol, que finalmente ha entendido que a los 39 años, y unos 20 de carrera, tocaba asumir lo que todo deportista debe hacer en un momento u otro. Aunque el instinto competitivo le susurre seguir un año más.
La despedida del pívot careció de la solemnidad y los oropeles de su hermano Pau, que se reservó el Liceu y se puso un traje elegante a juego con el escenario hace dos años. El acto de Marc, vestido con lo primero que debió encontrar al estirar el brazo en el armario -camiseta y tejanos negros-, se sustentó en un vídeo -ampliación del avance del miércoles- que se proyectó en la pantalla del cine en el que repasó su carrera triunfal. Tenía enfrente a sus padres, a su hermano Adrià y a Juan Carlos Navarro, batuta del Barça actual. No hubo lágrimas. No se le rompió en ningún momento la voz. Risas, sonrisas y reflexiones sin nostalgia.
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El vídeo y sus palabras posteriores no incidieron tanto en sus éxitos profesionales como en su camino como persona, en encontrar un sitio en el mundo, en sentirse a gusto consigo mismo y con los que le rodean, en crecer, en aprender y transmitir. La duda -y ahora, ¿qué?- se repitió. Dijo que es una pregunta que se ha hecho toda la vida y que a menudo le ha dado miedo afrontar. Pero en realidad pareció siempre saber cómo orientarse, hacerse valer y sentir que se superaba. Un tipo grande -d 2,11 metros- y muy hecho este Marc.
Mirar atrás
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Explicó el proceso mental de su retirada. “En la última campaña los dolores propios de la edad me acecharon y fui viendo que se acercaba el fin. Me costaba mucho jugar y me vi al límite físicamente. El último partido contra el Baskonia ya lo interpreté como el último de mi vida. Pero llegó el verano, se te van los dolores y piensas que quizá… Pero no. Es lo correcto”, indicó Marc, que recibió “ofertas chulas”, que no precisó, que le hicieron dudar un poco más. En noviembre la decisión se hizo firme.
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Se retira una persona madura, que ha escuchado a su cuerpo y que se encuentra en fase de reordenar sus prioridades. “No tengo prisa en decidir cómo sustituir al baloncesto. Tampoco pretendo sustituirlo”, apuntó. Dijo que tratará ser “mejor amigo, mejor padre, mejor hijo… Quieras o no, cuando te dedicas al baloncesto, te aíslas un poco de todo”. Uno de esos amigos, Ricky Rubio, quien mira de regresar poco a poco a la canasta, le regaló elogios mayúsculos: “Enhorabuena por una carrera increíble, pero sobre todo por los valores que has transmitido. Eres único”.
“No cambiaría ni un segundo de lo que me ha pasado. Ni de las cagadas tampoco. No se me queda ninguna espinita clavada. Me siento muy afortunado de cómo han ido las cosas”
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En el acto del Texas miró atrás, tocaba hacerlo. Recordar sus años en Memphis en edad adolescente, identificado como hermano de Pau. Su regreso a Barcelona, su paso transformador por el Akasvayu Girona, su salto a la NBA, a los Memphis Grizzlies, donde cualquier día de estos le retirarán la camiseta, su título de la NBA con Toronto Raptors, su traspaso a los Lakers de Lebron James… Retó a los mejores jugadores del mundo y les pudo mirar a los ojos. Tres veces fue convocado para el All-Star. Un año recibió el galardón de mejor jugador defensivo del año. Y el anillo.
Su mejor recuerdo como profesional, sin embargo, vino después, a su regreso a Girona, aseguró. “Me quedo con el ascenso con el Bàsquet Girona, por todo el esfuerzo invertido durante semanas”. Luego sumó las experiencias “con la gente. Tienen más valor que todas las victorias, los trofeos y las medallas”. Y no cambiaría nada de lo vivido. “No cambiaría ni un segundo de lo que me ha pasado. Ni de las cagadas tampoco. No se me queda ninguna espinita clavada. Me siento muy afortunado de cómo han ido las cosas”.
Por delante tiene la dirección del Bàsket Girona, club que fundó como una escuela de baloncesto en el 2014 con 60 niños y que ahora juega en la Liga Endesa y detrás, unos 400 niños que robustecen el proyecto. Está orgulloso de cómo ha crecido. Su carrera exitosa prosigue, aunque toma un camino distinto.