The sweet eighteen year old who won in San Remo in 1993 has given way to the lady cured of fears who exhibits scars without losing her smile, warrior of life and the stage: super production, vocal bellows, tirades about values and survival. Laura Pausini is already as much an artist as she is a character, we know almost everything about her sentimental life and in her concerts she can pour herself into a ‘power ballad‘and a minute later share the family video in which she declared her husband (Paolo Carta, guitarist and director of the band) and victoriously show off her wedding ring.
And what could be corny, cloying or camp, gives off a rare air of naturalness. She scolds herself because she made a mistake when approaching ‘ Así celeste ‘ on the piano (“I feel like shit”), improvises a ‘happy birthday’ for a fan and boldly incorporates vernacular languages: “Déu n’hi do, how many people we are”, “collons, what a night”. announce that This will be a concert based on “sincerity” touches on some red lines (that value is practiced, rather than proclaimed), but it did not seem that the public this Monday at Sant Jordi (close to full with chairs on the court) took it into account.
Pausini vino a conmemorar sus 30 años de carrera y sirvió un espectáculo vistoso, con presupuesto, tocado por ese aire de gala televisiva, con lentejuelas, pasarela y bailarines con escafandras (en ‘El primer paso sobre la luna’) o alas de mariposa (en ‘Volveré junto a ti’). Efeméride redonda, sí, y trazos de presente con ese nuevo álbum, ‘Almas paralelas’, en el que la vimos transitar del dance-pop más descocado a la balada intensa, su registro más sólido, como en ‘Durar’. Y la clave rock: ‘Más allá de la superficie’, canción sorpresa (cada noche hay una).
Muchos baladistas parece que tengan a un ‘heavy’ dentro, y ahí estuvo ese ‘medley’ guitarrero que ella culminó agitando la cabeza al estilo ‘headbanging’ en ‘Emergencia de amor’. Una cuarentena de canciones, algunas de las agrupadas en esos popurris que tal vez disgusten a los muy cafeteros pero que sirven para cuadrar un ‘greatest hits’. Con todo ello, la sesión fue cualquier cosa menos lineal, con una Pausini siempre entusiasta que nos sacudiò con sus hitos discotequeros ‘dosmileros’ (‘Surrender’) y se relamió en su ramalazo romántico (‘Jamás abandoné’); que trenzó unas estrofas de homenaje a Raffaella Carrà y reprodujo el gesto con la mano “para pedir ayuda contra la violencia hacia las mujeres” en ‘Yo sí’ (tema que compuso con la ‘hitmaker’ Diane Warren).
Y a todo esto, Pausini, divina y vecina de al lado, sigue siendo para el gran público la quinceañera a la que un crápula de nombre Marco rompió el corazón (episodio evocado en ‘La soledad’). ¿Pero cómo el mundo puede ser tan cruel y traicionero? Laura, ni olvido ni perdón.