Sexo marrano. Esteroides. Peinados terribles. Rostros humanos destrozados. Monstruos, o algo parecido. Sangre, sudor y otros fluidos corporales. ‘Love Lies Bleeding’ tiene un poco de todo eso, y en virtud de ello aspira a convertirse a una de las películas más macarras de la temporada. Y, pese a llegar estampada con el sello de la productora más prestigiosa y más ‘cool’ del momento -A24, cómo no-, su candidatura merece ser tomada en serio. La dirige la británica Rose Glass, que se erigió al instante en cineasta a tener mucho en cuenta gracias a su primer largometraje, ‘Saint Maud’ (2021), exquisita muestra de terror psicológico sobre el fervor religioso y la insania galopante, y que aquí vuelve a hablar de personajes rendidos a sus obsesiones y sus compulsiones.
Presentada hoy fuera de concurso en la Berlinale apenas unas semanas después de convertirse en la comidilla del Festival de Sundance, sitúa su acción en 1989 en uno de esos puebluchos de Estados Unidos donde nunca se oyó hablar del Sueño Americano, y está protagonizada por Kristen Stewart en la piel de una empleada de gimnasio que se embarca en un tórrido romance con una culturista. Una inyección de testosterona sintética funciona a modo de preludio del primer beso, a su vez seguido del primero de varios encuentros sexuales en dormitorios y cuartos de baño. La violencia, eso sí, no tarda en estropear el idilio. En buena medida a causa de la química que se mete en vena cada vez más a menudo para hincharse la musculatura, la culturista empieza a transformarse en un ser aberrante cuyo cuerpo somatiza los sentimientos y anhelos más secretos de su nueva novia y, como resultado, los cadáveres empiezan a apilarse; después de todo, por amor somos capaces de cualquier cosa, hasta de reventarle a un tipejo la mandíbula aplastándola contra una mesita de café. Y, mientras van tomando una mala decisión tras otra, las dos mujeres se dan cuenta de que tal vez no vayan a poder empezar una nueva vida en Las Vegas, tal y como habían soñado.
Durante su primera mitad, ‘Love Lies Bleeding’ funciona a la manera de un ‘noir’ al uso o, más exactamente, como variación feminista y lésbica de un género tradicionalmente masculino; en ese sentido, resulta inevitable conectarla con la primera película de las hermanas Wachowski, ‘Labios ardientes’, y también trae a la mente títulos como ‘Corazón salvaje’, ‘Sangre fácil’, ‘Thelma y Louise’ y ‘Drive’. En cuanto se adentra en la segunda, sin embargo, la película se va volviendo más y más bizarra e impredecible con cada nueva escena, sin perder en ningún momento el entusiasmo a la hora de ejecutar giros argumentales acrobáticos aunque no siempre capaz de controlar la potencia que les imprime. En últma instancia, eso sí, esa incontencia posiblemente sea la gran virtud de ‘Love Lies Bleeding’. Es una película dispuesta a probarlo todo para dejar al espectador boquiabierto, y convencida de que no tiene nada que perder.
Colonialismo, alienígenas e Ingmar Bergman
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Con su segunda película como directora, primera de las tres candidatas al Oso de Oro presentadas hoy en el certamen alemán, la francesa de origen senegalés Mati Diop vuelve a incidir en el asunto que daba fuelle narrativo a su aclamada ópera prima, ‘Atlantique’: la terrible herencia del colonialismo. Más concretamente, ‘Dahomey’ observa el proceso que en noviembre de 2021 con la repatriación de 26 obras de arte procedentes del reino de Dahomey, hoy Benin, que 130 años atrás habían sido robadas por los franceses; y entretanto, mientras combina una base documental con elementos propios del cine fantástico, se erige en una contribución pertinente e incisiva al debate sobre los abusos cometidos por Europa en África y sobre la necesidad de restitución del patrimonio cultural a sus países de origen.
Al contrario, la nueva comedia de su compatriota Bruno Dumont -sí, Dumont se ha convertido oficialmente en director de comedias- no tiene agenda temática o política ni más voluntad que la de ser una majadería. ‘El imperio’ contempla a dos potencias enemigas procedentes de los confines del espacio exterior que escogen la costa de Normandía para dirimir el dominio del universo, y que para ello invaden los cuerpos de los lugareños. La mezcla de ‘slapstick’ y humor absurdo va perdiendo eficacia a medida que la película avanza, pero sus primeros 30 minutos de metraje son tan desternillantes que se bastan para sostenerla. Y parecido es el razonamiento al que invita la nueva película del alemán Matthias Glasner, ‘Sterbern’, también presentada a concurso. Centrada en los diferentes miembros de una familia especialmente disfuncional, incluye en sus 180 minutos de metraje varias enfermedades terminales, varios funerales, suicidios, atropellos, adiccionesy varias situaciones socialmente catastróficas, y en todo momento da la sensación de aspirar a ser algo grandioso y épico, como una actualización de ‘Fanny y Alexander’, de Ingmar Bergman. Y aunque de ningún modo llega a estar a la altura de las espectativas, tampoco le hace falta.