El todavía (oficialmente) cantante y compositor principal de Manel publica su primer álbum en solitario, ‘Balla la masurca!’, donde desarrolla su estilo narrativo como compositor y se abre a la experimentación sonora trabajando con diversos productores, y que estrenará en concierto el 3 de mayo en Apolo.
¿Cómo fue el paso de dejar de pensar en clave de Manel y comenzar a imaginar un disco en solitario?
Siempre hemos pensado que el grupo debía ser un lugar estimulante, que no dependiera de nada que no fuera tener muchas ganas de hacer canciones juntos. Y después de la última gira, con la pandemia en medio, tuvimos la sensación de que necesitábamos parar para recuperar la energía. Para mí, no era tanto una necesidad de búsqueda artística, sino personal. Ganas de conocer gente y entender mejor mi oficio de hacer canciones. Me encontré tomando notas para canciones, como siempre, y en lugar de ser para Manel, comencé a buscar productores con los que trabajar.
En el álbum conviven unos cuantos, esencialmente Jordi Casadesús (La Iaia), Anxo Ferreira (exNovedades Carminha), Jake Aron (que firmó los dos últimos de Manel) y El Extintor, tándem de Marcel Bagés y David Soler. Con todos ellos, se presenta como un cancionista con base en el texto y a la vez muy abierto a experimentar con ingredientes electrónicos propios de los nuevos lenguajes del pop.
Mi intención era ir probando. Ahora los productores marcan mucho la diferencia en la personalidad de las canciones, por el influjo de la cultura del hip-hop. Esta vez, las canciones no habían sido masticadas por una banda. Mi quinta ha vivido la transición desde el ‘indie’ hacia ese esquema actual, en el que se reúnen en un lugar especialistas en hacer ‘beats’, otros que hacen ‘hooks’…, y van mezclando e improvisando. A mí, estos discos donde se van sumando talentos me producen una envidia tremenda. Los álbumes de Kendrick Lamar o Beyoncé son industria en el mejor de los sentidos. Además, yo no puedo coger una guitarra y llenar el silencio yo solo, de una manera bella, con mi voz. No creo que sea mi negociado.
‘Balla la masurca!’ no es un disco precisamente bailable: dominan los medios tiempos y flotan cierta introspección y melancolía, con referencias al paso del tiempo, como en ‘Waltzing Matilda’ o ‘Miracle a Les Planes’.
Hay emociones que son más de banda y otras, de individuo. Ahora echo en falta a veces la retranca del grupo de música: los cuatro músicos tocando y mirándose. Cuando estás solo en casa, hay emociones que no te salen de forma natural. Yo sé qué emociones de un disco de Manel no son mías. Quizá las mías tiendan más hacia eso, el medio tiempo reposado y la melancolía.
En tiempos de TikTok, este es un disco de temas largos.
Quizá, si los hubiese compartido con un grupo, alguno tendría alguna estrofa menos. He intentado ir adonde la canción me llevaba. Pero no he pretendido hacer un disco anti-industria. La duración de las canciones es lo más propio del cantautor que hay en el disco.
La parte de Manel más extrovertida y rítmica, como los ritmos afrolatinos, es lo que queda fuera en este álbum.
Seguramente. Manel es una mezcla de las cuatro emociones. Aquí hay canciones que podrían ser de Manel, pero seguramente serían diferentes.
Hay referencias a la naturaleza del oficio del artista, por ejemplo, en el tema titular.
Complacer es la palabra clave de la canción ‘Balla la masurca!’. Por qué determinadas psicologías actúan para complacer a una autoridad. Desde el punto de vista del artista, pero podrían ser otros. Complacer como manera de ir por el mundo. El artista en concreto siempre está buscando ese aplauso.
Manel no ha dado esa impresión.
El ‘indie’ tenía a veces aquella manera de presentarse donde parecía que no se buscaba complacer al público. Pero no. Cualquiera que se suba a un escenario tiene ganas de que haya mucha gente delante y que sus canciones gusten.
En ‘Estudiantina’ dice que “el món va ser, és i serà, per sempre / dels estudiants sense vocació”. Parece su caso, ya que usted estudió periodismo y fue becario de EL PERIÓDICO hace unos 20 años, antes de encontrar su lugar en la música.
Sí, eso fue hacia 2004. Yo me veía quizá como periodista cultural, pero soy de una generación que, si hubiese seguido por ahí, me habría costado mucho colocarme profesionalmente. Debías tener una vocación muy fuerte y luchar mucho, y no era mi caso. Pero el azar me llevó a lugares extraños, como hacer ‘Els millors professors europeus’ (2008, el primer álbum de Manel). La ausencia de vocación la sufrí bastante. El desconcierto, haber estudiado aquello y no creérmelo.
La canción de Manel que ha resultado ser la más popular tal vez sea ‘Al mar!’. Un tipo de tema sencillo y coreable del que se aleja mucho en este álbum, donde los temas son más alambicados y requieren más escuchas.
Hay algo que es fantástico y terrible a la vez, y que me obsesiona, que es que una buena canción puedes encontrarla en un minuto y medio, o en diez años. ‘Al mar!’ la escribí quizá en 20 minutos. Tiene una ligereza que al pop le sienta muy bien y que este disco no la tiene. Es otro estilo. Trabajar en un grupo me generaba esas canciones más rápidas, como ‘Sabotatge’. Eso, sin la banda, es más difícil de hacer.
A lo largo de su carrera ha sobrevivido a los cambios de modas, como cuando surgió la quinta de Txarango, y ahora la escena catalana da otro quiebro con el nuevo pop urbano y electrónico, y las influencias latinas. Parece más un corte que una evolución. ¿Qué le parece?
Han aparecido códigos nuevos. ‘Miracle a Les Planes’ habla de que nuestra generación quiso complacer a la anterior, y ahora da la sensación de que los de 20 son más agresivos y han venido a transformar más. Ahí hay cosas, los sintetizadores y arreglos, y la parte rítmica, que me gustan mucho. Y las letras… pueden ser muy ligeras y que me apasionen por eso. Cuando Julieta canta “trenca’m el cor per tercer cop”, me encanta ese “tercer”. Pero ahora vuelve a hablarse del momento florido que vive la música en catalán, y eso ya ocurría cuando comenzábamos nosotros. Los periodistas entonces ya nos pasaban la pelota para que nosotros rematásemos diciendo que los del ‘rock català’, anterior a nosotros, eran un hatajo de incompetentes, y yo siempre remaba en contra de eso, porque pensaba que ni nosotros éramos tan buenos, ni los ellos, tan malos. Ahora, igual: entre los jóvenes hay cosas que están muy bien, y otras, que no tanto, como ha pasado toda la vida. Porque eso del ‘gran momento’ de la música catalana lo oímos cada cinco años, ¿no? Es el presentismo.
Cuando habla de su nuevo rumbo en solitario transmite una sensación de pisar un territorio incierto, pero su agenda industrial echa humo: después de Apolo, le esperan conciertos en Strenes, Primavera Sound, Vida, Embassa’t, Porta Ferrada, Portal Blau…
Hay una expectativa, pero el mercado es pequeño y tozudo. Manel era una cosa y mi proyecto no sé todavía qué será. Veremos cómo escucha el disco la gente. No es un disco supercomercial. Voy paso a paso. Me doy cuenta de que este Guillem Gisbert también es un personaje de ficción, como lo era en Manel. Veremos dónde va a parar. Sinceramente, no sé lo que habrá al otro lado una vez salga el disco. Este viernes tengo una firma de discos en Disco 100 y no sé si vendrán cinco personas, o treinta.
A todo esto, ¿Manel no se ha disuelto? ¿Simplemente hiberna?
En la vida es muy habitual que las cosas pasen en letra pequeña, en minúsculas, con matices, y no con grandes exabruptos. Hablamos los cuatro a diario. ¿Volveremos a hacer un disco juntos? Sí, pero ya veremos cuándo nos va bien a todos. ¿Antes de diez años? Sí, podría acotarlo más, pero ya lo iremos viendo.
¿El siguiente paso volverá a ser, entonces, de Guillem Gisbert en solitario?
Probablemente. Ahora tengo once canciones y me gustaría tener pronto alguna más para dar más contenido a los conciertos. Tengo tres o cuatro en la cabeza. No he hecho nunca lo de tocar canciones todavía no publicadas, ¿pero por qué no? O esto, o incluir algún tema de Manel, o una versión… Ya veremos dónde voy a parar.
Después de quince años en un grupo, atrayendo ahora todos los focos y asumiendo todo el peso, ¿se siente cómodo?
Aún es pronto para decirlo. Poco a poco, a través de las entrevistas, la promoción, se va generando ese personaje de ficción y no sé cómo me afectará. Si he estado 15 años en un grupo será porque soy un jugador de equipo. Yo dudo muy rápidamente sobre las cosas que hago, y ahora me empiezo a mirar de otra manera a los artistas en solitario: qué fuerza, qué motor, qué capacidad de creer en ti mismo. Me parece admirable.