Una de las obras maestras del Barça de todos los tiempos, el 2-6 en el Bernabéu de la temporada 2008/2009, la vi en Estados Unidos en compañía de unos amigos cuyo concepto del fútbol es que se juega con un balón ovalado. Aun así, la belleza de aquel partido les cautivó, la coreografía de aquel Barça era hipnótica hasta para los profanos. Al final, le expliqué a un hincha de los Phillies de Philadelphia (flamantes ganadores el año anterior de las series mundiales de béisbol tras 28 años de sequía) algunas nociones del juego del Barça. Tras escucharme atentamente, afirmó muy serio: “Messi es como Jordan para los Bulls”. Y añadió, cenizo: “Aún es joven, podréis planificar mejor su marcha”
No parecía difícil, porque los Bulls después de Jordan son un espanto, y ya van dos décadas. En las seis temporadas posteriores a la marcha de Air (1997/98), los Bulls tuvieron un balance de victorias y derrotas espantoso: 13/37, 17/65, 15/67, 21/61, 30/52 y 23/59. Desde entonces, lo más lejos que han llegado es a una final de conferencia. Desde la salida entre lágrimas de Messi del Camp Nou, el Barça ha ganado una copa del Rey, una Supercopa y una Liga. Hay otra comparación: fijarse en el quehacer del Real Madrid desde la marcha de Cristiano Ronaldo, el Moriarty de Leo. El portugués fichó por la Juventus en verano del 2018. Desde entonces, el Madrid ha ganado dos Ligas, una Copa, tres Supercopas de España, una Champions, una Supercopa de Europa y un Mundial de clubes. Visto así, y más si se le añade la salud financiera e institucional al rendimiento en el césped, es evidente que el Madrid supo gestionar mejor la ausencia de su supercrack.
Un reto descomunal
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En Barcelona se intuía que la marcha de Messi supondría un reto descomunal. Un desafío deportivo, porque el Barça ya no se entendía sin el mejor jugador de la historia, pero también de club, porque la marca Barça estaba asociada a Messi en términos comerciales y de imagen. Y a pesar de que la pregunta ¿cómo será el Barça sin Messi? se formulaba desde hacía años en un club con pulsiones tan cenizas como el azulgrana, antes y después se ha gestionado su adiós de la peor manera posible.
En sus últimos años, se fracasó a la hora de rodearlo de un equipo competente y, en el camino, se arruinó a la entidad con fichajes (de André Gomes y Arda Turam a Coutinho y Griezmann) y salarios estratosféricos. Gestión deportiva pre salida de Messi: nefasta.
Desde un punto de vista institucional, la forma en la que Messi salió del Barça fue la peor posible: entre reproches, sin plan B, en cuestión de horas. Cuando estaba en el club, no se trabajó en el día siguiente, y Messi acabó ganando el Mundial en Qatar como jugador del PSG. Para la posteridad queda que su ‘last dance’ fue con su selección, no con el Barça. Gestión institucional: peor que nefasta.
Desde la marcha de Messi hasta el fichaje de Vitor Roque en esta ventana invernal que aún no ha terminado, el Barça de Joan Laporta que no pudo permitirse renovar al argentino ha incorporado a 23 futbolistas a través de la venta de patrimonio, cesiones, avales de directivos y demás ejercicios de astucia contable. Gestión deportiva post-Messi: para ser justos, habrá que esperar al final del mandato de Laporta para repartir las notas, pero si hoy se hiciera una encuesta entre los barcelonistas, dudo de que el resultado fuera un aprobado.
La pasada semana, en Chicago se rindió homenaje a los ganadores del anillo de la temporada 95-96. Cuando llegó el momento de recordar a Jerry Krause, los aficionados de los Bulls lo abuchearon con virulencia, provocando las lágrimas de su viuda, presente en el acto. Krause fue el arquitecto en los despachos de los Bulls triunfantes de los 90 pero también el enemigo público número 1 de Jordan. A Krause muchos fans de los Bulls lo acusan de ser el responsable de la salida de Air y del desmantelamiento de un equipo que desde entonces nunca ha vuelto ni a rozar la excelencia.
Es un aviso: aunque a veces parece que una canasta, un gol, o una victoria en el último minuto son capaces de cambiar el estado de ánimo como un calcetín, las aficiones tienen memoria. ¿Quién será considerado, en unos años, el Krause de este Barça que con diferentes presidentes años fue incapaz de encarar la vida post-Messi?