Durante decenas de millones de años, las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) reinaron los océanos del mundo en total tranquilidad y sin apenas depredadores que amenazaran su existencia. Pero todo cambió cuando aparecieron los humanos. Entre los años 1.700 y 1.900, la fiebre por el aceite y las barbas que se podían obtener de estos animales impulsó una campaña de caza sin precedentes. La población de estos animales llegó a reducirse más de un 90% y quedaron al borde de la extinción. Pero ahora, según apunta el último informe de Naciones Unidas sobre especies migratorias, las políticas de conservación globales han conseguido alejar a las ballenas jorobadas de la desaparición. Su historia, explican, es una brecha de esperanza y una fuente de inspiración para salvar a todas las demás especies amenazadas.
Antes de la aparición de los balleneros y de la campaña de caza masiva de estos animales, en regiones como el sur del Atlántico se estima que había entre 27.000 y 30.000 ejemplares de ballenas jorobadas. La actividad humana redujo drásticamente su población hasta que, según un recuento elaborado en 1950, para mediados del siglo pasado en esta región del planeta tan solo quedaban 450 individuos. En 1981, la especie fue clasificada en riesgo extremo de extinción dentro de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UINC) y, a partir de ahí, se empezaron a crear planes tanto nacionales como internacionales para proteger estos gigantes de los mares.
La caza descontrolada de estos animales llegó a diezmar su población más de un 90%
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Salvar a las ballenas
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En 1982, por ejemplo, se introdujo una moratoria internacional para frenar drásticamente la caza comercial de ballenas. Solo con esta medida, más de 80 países del mundo accedieron a dejar de capturar y matar estos animales. A partir de 1996 se estima que prácticamente todos los países dejaron de cazar ballenas (de hecho, tan solo Japón, Islandia y Noruega mantuvieron esta práctica en sus aguas territoriales). Por otro lado, con el fin de ayudar a la conservación de estos animales, se crearon un conjunto de áreas marinas protegidas y santuarios de ballenas en diferentes partes del mundo. En gran parte, coincidiendo con sus rutas migratorias y espacios destinados a la reproducción y a la alimentación. Con estas medidas, se consiguió, poco a poco, proporcionar hábitats seguros para estos cetáceos frente a las amenazas humanas como la pesca comercial y el tráfico marítimo.
Paralelamente, en las últimas décadas también se han incrementado los programas de estudio y monitoreo de estos gigantes del mar para, por ejemplo, estudiar el estado de salud de las diferentes poblaciones y la efectividad de las diferentes medidas de conservación propuestas. Y por último, aunque no menos importante, también se crearon campañas de educación y concienciación para explicar a la población por qué es importante proteger a las ballenas y a los océanos. ¿El resultado? Tras décadas de esfuerzos, los planes para salvar las ballenas jorobadas poco a poco fueron dando resultado y ahora, por fin, estos animales ya no están en peligro de extinción.
Estado actual
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En estos momentos se estima que unos 80.000 ejemplares adultos de ballena jorobada, de los cuales unos 50.000 habitan en las aguas del hemisferio sur, unas 20.000 en el norte del del Pacífico y 10.000 más en el norte del Atlántico. En estos momentos, estos gigantes de los mares ya se clasifican entre las especies que “menos preocupación” suscitan en cuanto a su estado de conservación. Dicho de otra manera, hoy por hoy podemos considerar que las poblaciones de estos animales se han recuperado y gozan de buena forma.
En estos momentos, con más de 80.000 ejemplares registrados, estos cetáceos ya no se consideran en riesgo de extinción
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Solo preocupa, y mucho, el estado de algunas subespecies de ballena jorobada. Sobre todo en el caso de aquellos grupos geográficamente aislados y que cuentan con grandes divergencias genéticas respecto a otras poblaciones. Es el caso, por ejemplo, de las ballenas jorobadas que habitan el mar Arábigo. Los registros apuntan a que apenas quedan 250 individuos de esta familia y, tal y como apuntan los registros internacionales, actualmente se clasifican entre las especies en peligro de extinción. Para ello, los expertos reclaman mantener las políticas de conservación actuales y diseñar medidas específicas para proteger estas poblaciones especialmente amenazadas.
“La historia de las ballenas jorobas ilustra que, si bien a escala global una especie puede tener un estado de conservación favorable en general, esto puede no reflejarse a escala local y aún pueden ser necesarias acciones geográficamente específicas“, apunta el último informe de Naciones Unidas sobre especies migratorias en el que, entre otras cosas, se reclama crear políticas internacionales de conservación para salvar a todas las especies que actualmente estén al borde de la extinción para que remonten tal y como han logrado hacerlo estos majestuosos cetáceos.