Aun desconociendo las razones del aparente cambio de guion revelado por el entorno de Alberto Núñez Feijóo sobre las negociaciones en torno de la ley de amnistía, lo cierto es que no implican un cambio de sus planteamientos desde las elecciones del 23J. Lo que sabemos ahora es que Junts llegó a enviarle al PP un borrador de sus exigencias. Y que el PP lo rechazó por considerarlo inconstitucional y no porque no pensara que la amnistía podría ser un camino transitable. También sabemos que, como había dicho anteriormente, solo estuvo dispuesto a considerar un indulto de Carles Puigdemont si previamente se entregaba a la justicia, se arrepentía y aceptaba las normas del Estado de derecho. Lo que puede llamar la atención o desconcertar a propios y extraños es el momento en el que los dirigentes del PP han decidido recordar lo acontecido en agosto del año pasado. Algunas voces lo relacionan con la carta que Puigdemont envió el jueves pasado a todos los europarlamentarios tras la aprobación de la resolución en la que se instaba a España a investigar sus hipotéticos vínculos con la Rusia de Putin. El líder de Junts aseguraba en la misiva que si hubieran investido a Feijóo en lugar de a Sánchez, esas acusaciones no habrían prosperado. Si el PP reacciona a esa carta ahora, la pregunta es obvia. ¿Cuál fue el contenido real de aquellas conversaciones que ahora ya se asimilan a unas verdaderas negociaciones? ¿De qué manera pueden comprometer esos hechos a la actual dirección popular? Sorprende y mucho que los independentistas no hayan querido ni comentar las revelaciones de los populares.
Otras voces aseguran que el nuevo argumentario del PP tiene que ver con las elecciones en Galicia del próximo domingo, para reenfocar la campaña ante las encuestas que pronostican que el partido no tiene asegurada la mayoría absoluta que necesita para alcanzar el gobierno. Habría querido así marcar aún más diferencias con Sánchez al asegurar que incluso si hiciera lo mismo, lo haría de manera diferente, ajustándose a la Constitución y exigiendo contrapartidas a Junts y a Puigdemont. En unos días veremos si este planteamiento ha funcionado o ha acabado perjudicando a Alfonso Rueda.
Sea por las razones que sea, Feijóo sabe perfectamente lo que está haciendo: salir de su aislamiento de todas las fuerzas políticas que no sean Vox que ha permitido a Sánchez construir un bloque para frenarlo formado por una amalgama sin ninguna forma de cohesión ideológica. Abriendo esta puerta, Feijóo incentiva igualmente a Junts a dejar caer a Sánchez si los resultados, según cuales sean, lo debilitan también internamente. Y, finalmente, Feijóo se abre paso entre los muchos españoles que saben que la solución para Catalunya tiene que ser política y no solo judicial o policial. La jugada es muy arriesgada, pero no está exenta de un análisis certero que choca con los dirigentes del PP que se encuentran más cómodos confrontando con la izquierda que armando mayoría amplias. Y lo que acaba consiguiendo es desconcertar al mismo Sánchez, que ya no sabe exactamente qué contestar y que aparece a los ojos de los moderados electores gallegos alineado en esta última semana de campaña nada más y nada menos que con las tesis de Vox.