Luisa aún recuerda con pelos y señales la noche en la que todo cambió. El concierto al que acaba de asistir le había provocado unas mariposas que, ya en la cama, era imposible de apaciguar. Así que agarró el móvil y se dispuso a buscar vídeos que reviviesen aquellas melodías una y otra vez. Estuvo horas saltando de uno a otro, descubriendo orquestas que olvidaría en cuestión de horas. Hasta que, de repente, un título llamó su atención: “El mejor cantante del mundo”. Claro, con ese apodo, ¿quién se resistiría a pinchar? “Fue oír su voz y, sin querer, me enamoré”, dice. Se llama Dimash Kudaibergen (Aktobé, 1994), el artista más importante de Kazajistán: un joven prodigio que, aunque desconocido en España, ha labrado una carrera internacional gracias a una portentosa garganta. Aquella madrugada, Luisa se prometió apoyarle en la distancia. Lo que, entonces, no sabía es que acabaría forjando una sólida relación con su embajada y viajando por el planeta con tal de conocerle. ¿El siguiente objetivo? Traerle a Madrid.
“Me conquistó la profundidad con la que canta. Pasé tardes investigando sobre él. Fue una búsqueda infinita. Cuanto más le escuchaba, más me sorprendía. La pena era no poder compartir con nadie mi emoción ya que la mayoría de comentarios estaban en ruso y kazajo”, señala. Un día, por sorpresa, encontró uno en castellano. Y, sin pensarlo dos veces, se lanzó a responder. Pertenecía a una chica de Latinoamérica que regentaba un club de fans al otro lado del Atlántico. Tras intercambiar impresiones, le comentó que existía uno de reciente creación en España. Luisa, especialmente intrigada, tardó escasos minutos en ponerse en contacto con la dirección. Desde entonces, lo regenta junto a María José, Esther, Carmen, Laura y Cristina. Cada una de un rincón distinto, pero todas unidas por amor a Dimash: “Abrimos una página en Facebook que, en la actualidad, tiene 14.000 miembros. Queremos darle a conocer para que, algún día, toque en nuestro país. Seguro que vendrá, las campanas están sonando. Si bien no hay nada oficial, confiamos”.
Dimash saltó a la fama gracias a I Am A Singer, el programa de televisión que arrasó en China a comienzos de 2017. En aquella época, ya era una eminencia en su Kazajistán natal. Sin embargo, su nombre apenas sonaba fuera de sus fronteras. Fue tal el fervor que causó desde la primera gala que, de inmediato, se convirtió en un icono asiático. ¿La culpa? Una interpretación maestra de S.O.S d’un terrien en détresse, el clásico de Daniel Balavoine que, por su rango vocal, no está a la altura de cualquiera. El registro de Dimash es de cinco octavas y nueve semitonos, por lo que puede pasar de barítono a soprano con facilidad. Un espectro lo suficientemente amplio como para afrontar con fortuna dicho reto. Y así fue: su versión entró en la listas de éxitos y le catapultó a un Olimpo del que aún no se ha bajado. Ha publicado dos álbumes y ha protagonizado multitudinarias giras que le han llevado hasta Estados Unidos, Alemania, China, Rusia, Dubai, República Checa… España, en cambio, aún se le resiste.
Salvo por la imitación que Agoney realizó en Tu cara me suena, sólo una docena de publicaciones acogen alguna referencia sobre él. De ahí que el papel de las dears españolas, el cariñoso apelativo con el Dimash se dirige a ellas, sea fundamental. “Nos encanta. Él siempre ha dicho que somos una parte clave de su vida. Y, cada vez que tiene la oportunidad, nos da las gracias. Tiene seguidoras en todo el mundo. Las chinas son las más jóvenes, mientras que las europeas las mayores. Aquí, superamos los 40. Es curioso que, sin haber sido nunca fans de nadie, se nos haya despertado este sentimiento ahora”, continúa Luisa, que subraya su formación académica y su bagaje melódico. Aunque instruido en canto clásico y contemporáneo, la pasión por la música le viene de serie: sus padres, Kanat Aitbayev y Svetlana Aitbayeva, son un conocido dúo kazajo que, recién nacido, le inculcaron el aprecio por el arte. De hecho, lo habitual era verle en las actuaciones que realizaban a largo y ancho de la república.
12 días en Astaná
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La primera vez que pisó un escenario fue a los dos años y, a los cinco, empezó con el piano. 12 meses más tarde, ganó el certamen nacional Aynalayin. Y, al tiempo, empezó a componer. La premisa se ha mantenido intacta: mezclar la música tradicional con el pop. “Es un todoterreno”, insiste Luisa. No en vano ha triunfado en festivales de Ucrania, Kirguistán y Bielorrusia. Ha cantando en 18 idiomas, entre ellos el árabe, el serbio y el japonés. Y ha incorporado el kobyz, el duduk y el dombra a sus composiciones. En cuanto a premios, ha recibido 55. El más significativo, el Nacional que Kazajistán dio a las 30 personalidades más influyentes del país para celebrar los 30 años de su independencia: “Siente devoción por su patria, luciendo con orgullo sus costumbres. Defiende la paz a capa y espada. Hasta el punto de que el Papa Francisco le entregó, aún siendo musulmán, una medalla conmemorativa en el séptimo congreso de líderes de religiones mundiales”.
La primera vez que Luisa vio a Dimash en concierto fue en 2018: “Tuvo lugar en Londres. Y era la primera vez que salía de España. Todo por él”. No obstante, el gran viaje sucedió en 2019, cuando puso rumbo a Astaná: “¿Cómo me lo iba a perder? Había mencionado su tierra en tantas ocasiones que, llegado el momento, me planteé ir a conocerla. Si te soy sincera, ni sabía dónde estaba. La busqué en el mapa y descubrí que era enorme. Estuvimos 12 días y conocimos sus principales atractivos. La gente fue amabilísima y la comida estuvo riquísima”. Hasta Asia central se desplazó un grupo de siete personas que, poco a poco, ha ido creciendo. “Hoy, por ejemplo, nos juntamos 40 en las giras”, precisa. Algunas de ellas no se pierde ninguna fecha: de Riga a Düsseldorf, de Düsseldorf a Yerevan, de Yerevan a Antalya… Y, luego, comparten la experiencia en las quedadas que organizan. Sin desmerecer las audiciones y concursos que celebran para crear nuevo material, ya sean camisetas o banderas.
El apoyo de la embajada
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“Somos una familia. Hacemos un encuentro anual en Madrid en el que grabamos contenido y pensamos ideas de cara a la próxima temporada. Cantamos, comemos, bailamos… La última fue en un hotel cerca de Atocha y, además, vino el secretario de la embajada de Kazajistán. Tenemos relación con ella. Nos invitan a exposiciones de pintura y muestras de cine”, explica Luisa. Ambas partes quieren poner en marcha clases para aprender kazajo ya que, por ahora, es imposible encontrarlas aquí. Como tampoco es fácil localizar libros traducidos al castellano. Una intensa labor por unir dos territorios, a priori, tan separados culturalmente: “Creemos que nos conoce. A pesar de no tener comunicación oficial, hemos hecho todo lo posible por hacérselo saber”. Como la tarta que le enviaron por su cumpleaños: buscaron una pastelería kazaja, le transmitieron la idea y se la mandaron. Él estaba en Los Ángeles, pero sus padres pudieron degustarla.
Recientemente, han proyectado unas imágenes en las pantallas de Times Square. Era su particular manera de celebrar el aniversario del club. Y, por qué no, de enviarle un mensaje: “Fueron 15 segundos sin sonido y te dan a elegir entre diferentes horarios. Ya te puedes imaginar la ilusión que nos hizo”. La financiación procede de las contribuciones voluntarias que cada una realiza. Es decir, no hay una cuota fija para formar parte del club. Al ingresar en él, miles de fans acceden a través de una red que gana adeptos cada mes: “Intercambiamos datos e impresionantes con las compañeras de otros países. Somos muchas, pero a todas nos ha dejado con la boca abierta. Canta con una fuerza única”. Un don que profesores de todo el mundo han estudiado a conciencia para enseñárselo a sus alumnos. En sus vídeos de YouTube hablan de un fenómeno incomparable. “No es humano” o “Es de otro planeta” suelen ser las reacciones más comunes. Incluso hay quien ha rebautizado a Dimash como el ‘Messi’ de la música. Aptitudes no le faltan. Bueno, бейімділіктер.