Es miércoles y el sol luce satisfecho en Lisboa. La temperatura muy agradable y todo está en calma aparentemente en la sede de la Federación Portuguesa de Fútbol, donde Robert Martínez (Balaguer, 1973), seleccionador luso, recibe a SPORT para mantener una larga charla sobre fútbol. Nos recibe en su despacho, amplio y luminoso, como el edificio que le acoge. El técnico acude a diario a sus instalaciones haya o no parón internacional. Su dedicación al frente del combinado portugués es total. El catalán no entiende de otra manera su trabajo, ejerza en un club o en una selección.
No rehuye ninguna pregunta y cada una de sus respuestas surgen de forma natural y emanan una gran confianza en sí mismo que no debe confundirse con nada que recuerde al ego. Más bien todo lo contrario. Un año después de llegar a Lisboa su portugués es muy fluido, aseguran los responsables de comunicación, prueba del nivel de implicación que asume en todos sus proyectos. Robert Martínez habla castellano y catalán con acento inglés, pero su nuevo idioma se deja ya entrever en sus reflexiones.
¿Robert, Roberto, Bob, ‘Gubertu’?
Bueno, cuando se hace con cariño, el nombre no importa.
¿Cómo le llama su madre?
Robert. En casa soy Robert porque mi padre es Roberto.
¿Hablan a menudo?
No lo suficiente. Es una deuda y creo que es uno de los precios que se pagan cuando sales de casa para perseguir tu sueño o tu objetivo.
¿Qué le ha marcado más, que su madre se llame Amor o que su padre haya sido futbolista y entrenador?
Todo. Los dos han sido muy importantes. Amor es un nombre que significa mucho. Me sorprendía mucho cuando la gente llamaba a mi madre por la calle en Balaguer. Pero claro, somos una familia futbolera y mi padre tenía la pasión del fútbol. Él es el que me dio un poco los valores de cómo afrontar el deporte. Que no podía ser un trabajo, que tenía que ser una forma de vivir. El núcleo familiar me dio los valores para poder salir de casa y siempre tener una confianza grande en lo que intentaba hacer.
Se fue muy joven.
Llevo más años fuera de casa que en casa, pero cuando me preguntan de dónde eres, yo soy de Balaguer. Es un sentimiento. Recuerdo mis amistades, el colegio, los primeros equipos… Los los primeros vestuarios marcan mucho. Recuerdo jugar al ‘fútsal’. El futsal que era parte de tu educación, jugar con Las Carmelitas y después en el Balaguer. Ahí tuve mi formación humana, la futbolística fue en Zaragoza. Algo pasa con Balaguer que no entiendo o no puedo explicar: cuando vuelvo parece como que vuelvo a tener los 15, 16 años que tenía cuando me fui. Vuelvo a ser el hijo del zapatero, el hijo de Amor, es un paraíso que te permite, de alguna manera, dar pausa a esta vida en la que vas a mil por hora. Es un túnel en el tiempo, un regreso al pasado.
¿Es nostálgico?
Mis padres están muy bien y no hay motivos para tener nostalgia. Es al revés, es una celebración. Cada vez que vuelvo, estamos todos juntos. Es una oportunidad de volver al pasado, tener una seguridad y poner las cosas en perspectiva.
Claro.
Tuve que aprender muy rápidamente que no hay que echar de menos las cosas, una ciudad o el clima. Hay que aprender que echas de menos a las personas y construir un puente para evitar que eso sea negativo. Y después que tienes que encontrar tu casa o el sentimiento de que realmente existes donde tienes tu misión.
¿Disfrutaba más el fútbol siendo un niño?
Yo creo que es lo mismo. No. El periodo más difícil es cuando terminas de jugador y hay un periodo para encontrar lo que realmente te gustaría hacer, un periodo de vacío. También hay muchos casos en los que hay una falta de identidad. Yo eso nunca lo tuve. Yo era jugador en el Swansea y del viernes al sábado ya era un entrenador. Seguí con la idea de tener la licencia de jugador-entrenador para poder engañarme porque quería jugar muchísimos más años y superar a mi padre, teníamos una apuesta personal para ver quién jugaba más años. A los 33 años me ganó.
¿Le costó marcharse a Zaragoza?
Mirando atrás fue probablemente un paso más grande de lo que yo pensaba o del significado que tenía para mí. Estaba muy claro, yo quería jugar al fútbol. Lo demás se interponía en el camino. Por eso para mí no fue traumático, no fue difícil. Sí echas menos a las personas y empiezas a aprender que se puede mantener una relación a distancia. Me sentí un privilegiado de poder hacer lo que me gustaba. Se dice que nacemos dos veces: cuando llegamos a este mundo y cuando sabes por qué. Yo lo tenía muy claro. Quería jugar al fútbol.
Se dice que nacemos dos veces: cuando llegamos a este mundo y cuando sabes por qué
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En Zaragoza no dejas de estar relativamente cerca de Balaguer. ¿El gran cambio fue Inglaterra?
Totalmente, totalmente, porque la forma de vivir es totalmente distinta. Te das cuenta de que el clima afecta más a los humanos en el día a día de lo que yo me podía imaginar. Y es ahí donde hay un cambio total, desde el idioma, la comida… La idea de cómo se sigue el fútbol profesional… Me gustó mucho. Le digo a mucha gente que me pregunta por qué me quedé 21 años en Inglaterra que nunca te planteas ir más allá de mañana. Y tener una actitud curiosa. Siempre me gustó tomar retos, el tener que adaptarme a culturas distintas, aprender idiomas, que cada día te haga crecer. Y eso es lo que pasó en Inglaterra.
Gracias a Dave Whelan, quien era propietario del Wigan y una de las personas clave en su vida profesional.
Compró el club y era un visionario, en el fútbol necesitas visionarios que te den la oportunidad de desarrollar esa idea. Dave Whelan fue como un padre futbolístico. En ese sentido, es ahí donde poco a poco aprendes el idioma, las costumbres, que el fútbol se puede jugar de muchas maneras, de muchos estilos. El fútbol británico es una representación de toda la cultura británica en un terreno del juego. Es una escuela de fútbol fantástica.
¡Hablemos de fútbol!
La etapa de Zaragoza me hace crecer muchísimo, es la primera vez que tienes contacto con el fútbol profesional, estás muy cerca de un equipo que levantaba pasiones y es ahí donde empiezas a entender que el fútbol va más allá de poder ganar o perder, va de cómo puedes conectar con la gente, cómo puedes representar un sentimiento. Y es ahí donde ves que el resultado tiene que ser la consecuencia del estilo. Poco a poco sigues a muchísimos entrenadores porque siempre hay formas de conseguir equipos competitivos y te llama la atención la Colombia de Maturana, la Real Sociedad de Toshack… Y Johan Cruyff llega a Barcelona como entrenador, que es la persona que más influyó en el fútbol mundial, tanto para quienes les gusta su idea y quieren seguir ese concepto, como para los que tienen que intentar mejorar mucho para jugar en contra de ese estilo. Cambió totalmente la manera en la que veía el fútbol.
¿Se puede ser ‘cruyffista’ sin haber mamado el ‘cruyffismo’ desde dentro?
La huella de Cruyff va más allá de lo que es el Barcelona o el fútbol español, esta es una conversación siempre muy interesante con gente de fútbol de otros países, donde tienen también un poquito el concepto de dónde viene la idea de Cruyff, del fútbol total, de Michells, la naranja mecánica… Todos somos víctimas de nuestras experiencias. Yo era un niño que crecía queriendo vivir a través de la pasión que para mí era el fútbol, y la idea, la propuesta de Johan Cruyff, me hace ver el fútbol de otra manera. Después no es lo mismo seguir a Cruyff estando en la liga española o seguirle estando en la liga británica.
¿Por qué?
Porque hay muchos valores que se añaden de lo que es la transición, el balón parado, mucha de la estrategia… Pero los conceptos, la forma de de ver el fútbol que Cruyff propuso afectaron muchísimo a mi carrera y mi metodología
¿Qué le sedujo de Cruyff?
Querer tener el balón siempre. Buscar las ventajas numéricas, crear siempre un mapa táctico de las situaciones de uno contra uno, de dos contra uno, que son importantes al defender rápido y muy arriba en un fútbol de riesgo. Y creo que es una propuesta que va evolucionando y que se va adaptando en relación a los jugadores que hay, de la liga donde se propone… Pero sí fue un cambio radical el defender con el balón. Son aspectos a los que no estábamos acostumbrados en ese momento. Fue un genio, un visionario, que tuvo la gran capacidad de aplicar esos conceptos de una forma muy simple y hacer a los jugadores mejores detrás de esa idea.
No es lo mismo seguir a Cruyff estando en la liga española o seguirle estando en la liga británica
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¿Hay que estar loco para trasladar eso al Swansea en el momento en que lo hizo?
Pues sí, pero no fue una idea de uno o dos días. Llego al fútbol británico en el 95, con cuatro divisiones profesionales, 92 equipos, con una estructura fantástica, pero lo que ocurría en el terreno de juego era muy diferente a lo que entendemos como fútbol de posesión, era un fútbol de control de porcentajes.
¿Eing?
La idea era, cuanto más tengamos el balón en el área, más opciones habrá de marcar. El primer día el entrenador me dijo ‘coge el balón y lo juegas a la cabeza del lateral’. Pregunté, claro, si a nuestro lateral. Y dice ‘no, no, el contrario’. Fue un shock después de seis años de trabajo en Zaragoza, donde no te dejaban perder el balón ni en el entrenamiento. Allí me pedían perderlo a propósito para poder ganar un saque de banda en el último tercio. Esa manera de jugar tenía una influencia muy grande del rugby y a mí me dolía mucho y empecé a pensar que por qué no se podía jugar de otra forma, aguantar el balón y tener una posesión y desgastar al adversario evitando el contacto físico que se busca siempre en las dos áreas. Y llego a ser entrenador después de trece años dando vueltas a la pregunta de por qué un equipo de tercer o cuarto nivel no puede ascender jugando a fútbol. ¿Por qué no? El Swansea City era un equipo que tenía una media de 150 pases por partido y nosotros llegamos a los 800 o 900. Fue un gran éxito y, más allá de que despertó muchísima pasión entre los aficionados, creó que fue una escuela que hoy en día se sigue. Y te das cuenta que es muy fuerte.
Antes que Pep Guardiola.
No, estamos en ámbitos diferentes y cada uno tiene su camino. Pep mamó la idea de Cruyff desde dentro, no tiene nada que ver. Yo tengo la gran fortuna de que era capitán de un vestuario, me voy y a los seis meses vuelvo de entrenador, conozco a todos los jugadores, conozco los que realmente pueden ejecutar esa idea. Una cosa es tener la idea y otra es tener a los jugadores para ello. Tuvimos que cambiar cosas…
¿Cómo se hace?
Pues dándole un sentido común brutal. Lo más importante es que el jugador crea en esa idea. No es cómo vamos a construir la idea, ni cómo vamos a crear un equipo porque si el jugador no cree en eso. Y cuando era algo que no se había hecho antes. En 2007 no había equipos que buscaban tener más posesión que el contrario o poder defender con el balón o poder buscar la superioridad numérica. Cambiamos muchas cosas, pero la base de todo era que el futbolista creyera en ello.
La base de todo está en que el jugador crea en la idea
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Ya.
Teníamos un extremo derecho con una capacidad técnica buenísima, Lion Britton, al que le dije que le veía jugando por delante de los centrales. Ese fue un momento clave. Si me dice que no puede jugar ahí, todo se rompe, pero le encantó la idea y así fue como un jugador muy bajito encontraba espacios para que el portero sacara el balón jugado en el fútbol británico. Fue revolucionario. El equipo ahí empezó a creer, también que podía ganar a equipos de la Premier en la Copa, que podíamos ascender, algo que no se había hecho en 23 años. Lion Britton llegó realmente a ser un jugador de Premier. Con el Swansea tuvo registros de los mejores 6 y 8 del fútbol europeo.
¿Y al revés? ¿Qué le ha aportado el fútbol británico a su idea de fútbol?
La transición, especialmente. Es la gran diferencia del fútbol digamos europeo, español, italiano, francés, portugués… Esos cinco segundos, cuando pierdes el balón y lo ganas. Esa es la diferencia porque se dan muchas situaciones de contacto, se permite jugar mucho más, es una influencia del rugby también.
¿Cuánto tarda un futbolista en asimilar conceptos que nunca había trabajado?
Es como todo. En el fútbol, cuando se gana, se hace más fácil, y cuando a un jugador le pides hacer cosas con balón, lo disfruta mucho más. Los trabajos de disciplina, tácticos, defensivo, sin balón, son más difíciles de aplicar. La historia que recuerdo con mucho cariño en el Swansea fue crear un vestuario que pudiera ejecutar la idea y para ello tuvimos que firmar ese verano a diez jugadores, jugadores del fútbol catalán como Rangel, Guillem Bauzá, Orlandi… Trajimos también a jugadores holandeses… El guardameta fue una pieza clave porque era alguien que había jugado de central hasta los 14 años y tenía una facilidad increíble para sacar el balón jugado. Ahí es cuando se crea un nuevo equipo que disfruta muchísimo, donde hay mucha competitividad y la idea era más poderosa que el jugador.
En cierta manera, fue algo similar a lo que hizo Cruyff en el Barça. Johan también necesitó su tiempo para construir el ‘Dream Team’, pero ahora la interpretación del ‘cruyffismo’ parece que se está pervirtiendo. Es decir, hay quien es más ‘cruyffista’ que el propio ‘Cruyff’. ¿Lo ve así?
Es un debate muy interesante. Muchas veces me pregunto cómo estructuraría un equipo hoy en día Cruyff porque él siempre estaba por delante de los movimientos tácticos, de lo que estaba sucediendo en el fútbol. Y creo que Johan Cruyff sería muy flexible en el fútbol moderno. La situación del Swansea era distina, era traer algo de Marte a alguien que no lo había visto nunca. No solo el jugador, sino también el aficionado. Esto de llevar el balón al área después de haber hecho seis, siete, ocho, diez, doce pases es algo cultural. Y en clubs como el Barça el aficionado ya espera ese tipo de fútbol.
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Eso es una cosa, la otra es vivir eternamente en búsqueda del ‘Dream Team’.
El fútbol moderno ha cambiado muchísimo porque hay muchísima más preparación, tenemos acceso a todos los partidos que un adversario ha jugado, sus estadísticas, las individuales, por unidades y zonas del campo… Hay muchísima información y entonces creo que hoy se necesita ser más imprevisible, tener esa flexibilidad. En la época del ‘Dream Team’ la idea era ser mejor en lo que se está haciendo. Y eso es muy, muy difícil. Cuando sabes que el contrario te va a jugar de la forma exacta en que sabes que lo va a hacer y no lo puedes parar es llegar al nivel que vimos en esa época. No precisa un estilo específico, hay equipos que lo hacen con otros. Sabes lo que van a hacer y no los puedes parar. Todos sabíamos cómo jugaba el Leicester de Rainieri, pero acaba ganando la Premier.
¿El Barça de Guardiola y Vilanova es el mayor exponente de lo que dice?
Son preguntas muy subjetivas, como el gusto por un color u otro. Es bonito que haya diferentes tendencias y poder aplicar lo que te gusta. Lo remarcable de Pep Guardiola es que tiene una idea muy clara, pero se ha adaptado a las necesidades de donde ha estado. No es lo mismo jugar en la Liga que salir a Alemania o al Manchester City. Cada uno tiene su camino, su historia, lo que sí es verdad es que Johan Cruyff fue el que despertó esta forma de ver el fútbol que ha marcado a muchísima gente.
¿Qué le parece el Barça de Xavi?
Estoy en una situación muy privilegiada porque tengo que seguir al Barça de forma individual, pero todos conocemos la idea que propone el Barcelona y que ha despertado pasiones en el mundo de fútbol. Y luego, claro, la idea gana o pierde fuerza con los resultados. Y ha habido momentos muy buenos durante la temporada, pero luego es el entrenador que está ahí dentro quien sabe por qué eso no es así, pero yo he visto momentos muy buenos que no se han reflejado en el marcador. Pero la idea de tomar riesgos, controlar el balón, eso siempre está ahí.
¿Todo esto es aplicable a una selección? ¿Qué diferencias hay a la hora de entrenar?
Es curioso porque me costó mucho adaptarme. Yo llevaba siete temporadas consecutivas en la Premier con una forma de trabajar que siempre era mirar hacia adelante, nunca puedes mirar hacia atrás. ¿Qué es lo que podemos sacar de este partido para el próximo? Y pierdes mucho en el camino. Como seleccionador, la diferencia clara es que no tienes el mismo contacto con el jugador, no hay sesenta entrenamientos para preparar el partido, pero al resto de selecciones les pasa lo mismo. Sí aprendes a trabajar con los jugadores a distancia, cómo están en su situación personal en el club, que te da mucha información. Y siempre es mirar hacia atrás. Cuando hablo con algún entrenador siempre lo he aconsejado porque te hace muchísimo mejor entrenador poder mirar atrás para sacar conclusiones que, en el día a día, a veces no tenemos tiempo para hacerlo.
En Bélgica dejaste un legado enorme. Fue tu primera experiencia como entrenador. Allí te adoraban. ¿Por qué das el paso de Portugal?
No te puedo contestar porque no fue un paso pensado. Sucedió. Fui a Bélgica con la intención de cumplir un sueño, participar en un Mundial. Y todo sucedió de forma muy natural, disfrutamos muchísimo por un periodo de siete años y trabajando en futuras generaciones, pero el ciclo llegó a su fin tras el Mundial de Qatar y ahí creo que voy a volver a la disciplina de club. Era la idea.
¿Cuál?
No, en general. Me tomé una semana para descansar, desconectar y ver una perspectiva distinta y ahí se dio la llamada directa. Y como siempre, me gusta saber quién es la persona que está detrás de un proyecto, si confía en ti y si te va a dar tiempo cuando se den dos derrotas. Y fue una sorpresa increíble poder conocer al presidente, al director general y al director técnico. Con esas tres personas el proyecto tenía mucho sentido.
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¿Te ha sorprendido el talento encontrado en Portugal?
En el fútbol hay jugadores competitivos y jugadores tácticos, con vertientes distintas. Hay jugadores a los que les gusta más ganar y no pensar mucho y a otros que les gusta descifrar cómo poder ganar. Al futbolista portugués le gustan ambas cosas. Es competitivo porque la estructura del fútbol portugués lo hace sentir así y le gusta la organización, una idea clara de cómo poder afrontar el partido. No me sorprende que haya más de 85 jugadores portugueses en las cinco grandes ligas. Te das cuenta de que este país tiene una estructura ideal para ello: con la Liga nacional Sub-19, la Sub-23, los equipos B y los grandes equipos que dan oportunidades a los jóvenes, es una estructura que siempre va a dar talento. Y cuando los jugadores salen de Portugal ya está más fuera de control, pero siempre habrá talento y eso sí me ha sorprendido mucho.
¿Está preparado Portugal para ser campeón?
Mi experiencia es que no hay selecciones súper favoritas. Los grandes torneos se ganan por detalles y hay que crecer en el torneo en sí, hasta el tercer partido no podré responder a ello. Hemos hecho un periodo de clasificación perfecto y lo que queríamos se consiguió. Después hay un grupo de seis, siete selecciones que nadie se considera favorito, pero sí candidato, poder soñar.
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¿España?
Sí, siempre porque la parte mental de una selección es muy importante. Y España ha ganado tres torneos consecutivos, algo que no ha hecho nadie. Eso te da psicológicamente una ventaja.
Pero eso pasó hace años.
Pero va más allá, la camiseta lleva ese respeto, Y después está la idea de fútbol, de formación, de cómo se desarrollan los futbolistas. Sucede lo mismo con Alemania e Italia, que en los últimos dos años no han estado al nivel que se espera, pero en un torneo siempre tienen esa competitividad y esa confianza de que pueden ganar. Y luego Inglaterra, Francia, Bélgica, que el nivel de los futbolistas les permite pensar que pueden llegar lejos.
¿Qué importancia tiene para usted los símbolos? Colgó fotografías de leyendas en Everton para que las vieran todos los futbolistas que allí jugaban y jugarán, el ‘hall of fame’ en Bélgica para los internacionales centenarios…
En un vestuario hay que encontrar el motivo para estar ahí juntos. No solo en el fútbol, sino en cualquier grupo de personas que se juntan para luchar por un objetivo, como la educación o otros ámbitos. Y en el fútbol no hay propósito mayor que crear una memoria que dejar a futuras generaciones. A veces no somos conscientes de que, por mucha exigencia que tengamos de ganar, no podemos dejar de disfrutar de esa posición. La historia de Everton era muy fuerte y había como un sentimiento de no querer… Es un club que ganó nueve Ligas y que la última fue en el 95, la FA Cup. Creaba una presión añadida. Era el momento de verlo de una perspectiva totalmente diferente. Era el momento de volver a ganar y eso hay que disfrutarlo.
¿Es bueno involucrarse emocionalmente con los proyectos?
Totalmente, sí. Por muchos motivos. En mi posición hay que tomar muchas decisiones y para que sean acertadas necesitas crear esa idea social, que la gente esté cercana, aficionados, ex jugadores. Involucrarse emocionalmente es necesario para poder tomar decisiones que pueden ayudar a crear lo que queremos. Después a nivel de equipo se analizan desde el punto de vista, táctico, técnico y psicológico. Y lo más importante es la parte psicológica. Si un equipo no está junto, comprometido y no tiene la sensación de poder sufrir para ganar, los demás temas no ayudan a conseguir los objetivos. Hay que empezar por ahí.
¿Volverás a entrenar a clubs?
Sí, pero tengo firmado aquí hasta 2026. La respuesta es muy aburrida porque aprendí muy pronto que como entrenador hay que centrarse en el día a día. Si me preguntas hace dos años si me veía en Portugal habría dicho que no, hace más en el fútbol internacional, tampoco. Lo importante es dar lo mejor de ti hoy. Es la forma en la que lo siento para ser feliz. Si no puedes ser feliz, entonces sí debes pensar en el próximo paso. Ahora mismo centrado totalmente en la Eurocopa porque la pasada estuvo marcada por el Covid y no se pudo disfrutar del todo. Lo que venga será bienvenido.
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¿Su idea de fútbol encajaría en el Barça?
Son preguntas muy hipotéticas. A mí lo que me gusta es sacar lo mejor de los jugadores, crear equipos ganadores a través del talento de los futbolistas, tener el control del balón… Son aspectos que se asocian mucho a equipos que tienen grandes futbolistas, pero en lo que estoy centrado es en ganar partidos con Portugal.
¿El mayor activo que tiene el Barça es el fútbol base?
No, no, claro que es un activo muy importante, pero el activo más importante del Barcelona es lo que representa en el mundo del fútbol. Y eso queda probado con los últimos mercados de fichajes, en los que, pese a los problemas económicos que tuvo siempre ha conseguido traer figuras mundiales. Eso no es fácil, que un futbolista acepte venir a una institución que no atraviesa su mejor momento financiero, te demuestra lo que significa y representa. La memoria de haber defendido un club como el Barça es algo que no se puede sacar con dinero. Y también tener la propia fábrica de futbolistas que entienden la idea, que pueden llegar al primer equipo es esencial también, pero las dos van de la mano para llegar a las exigencias que tienen clubs como el Barcelona, el Real Madrid, un United, equipos que tienen una tradición.
Pese a estar en construcción.
Probablemente hay unos ocho equipos en el fútbol europeo con esa exigencia máxima y algunos están en situaciones que, por ejemplo, pierden cuatro o cinco jugadores importantes durante la temporada y se deshincha el ganar directamente. Hoy en día los entrenadores sabemos que construir es parte de intentar crear la mejor versión de tu equipo, pero hay clubs con una exigencia brutal…