Una cuenta bancaria a su nombre, nueva, no la que tenía cuando desapareció. Se abrió, según ha descubierto
CASO ABIERTO
, en Gandía, donde dos años antes se perdió el rastro de la mujer. A pesar de estar desaparecida, es la titular, en pleno dominio, pero no la única. Junto a ella -o quien dice ser ella- figura un titular más.
Se llama Cristina García y desapareció el 5 de noviembre de 2013. Tenía 33 años, dos hijas. Por aquel entonces, disfrutaba como nadie viendo los partidos de la Selección. Salir, entrar, ir al parque, tomar algo en una terraza, estar con sus hijas. Tenía carácter, mucho, pero mucha bondad. Su rastro se perdió sin despedidas. Sin aviso, sin más. Nadie la volvió a ver. Dejó de estar. Durante diez años buscaron sin descanso. Sin resultado. Hasta que en junio de 2023, como adelantó en exclusiva
CASO ABIERTO
, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica, por un papeleo legal, llegó el shock: Cristina, o alguien en su nombre, llevaba años cobrando una subvención.
“Cuando fuimos a hacer la declaración de fallecimiento nos dijeron que no se podía porque habían encontrado una cuenta bancaria a nombre de mi madre, que alguien abrió en 2015, y que ha estado recibiendo dinero de una subvención hasta abril de 2023″, contaba Alba, su hija, a este medio. Han pasado seis meses desde entonces. El hallazgo no ha cambiado nada. Cristina sigue sin estar.
“Ni una pista, una llamada al principio de la policía, y poco más”, lamenta su hija. Una cuenta bancaría y una subvención son datos importantes y -creyeron- suficientes, para encontrar respuestas diez años después. “No ha sido así”. Enquistada la búsqueda, una vez más, CASO ABIERTO ha podido saber que dicha cuenta se creó hace 8 años. Que Cristina tiene una participación del 50%. Que se mantiene abierta, activa, aunque no tiene saldo en la actualidad y que la oficina en la que se abre esta nueva cuenta se ubica en Gandía, en la misma ciudad donde Cristina desapareció.
“¿En Gandía?”, se sorprende Alba, su hija mayor. “Mi madre, o alguien a nombre de mi madre, se abre una cuenta estando desaparecida y denunciada la desaparición…y nadie se entera y encima es en el sitio en el que desapareció”, lamenta. La gestión se hizo, además, con un DNI caducado. Cristina García llevaba desde 2007 sin renovar su DNI. Aunque desapareció en 2013, los últimos años, presente en la vida de los suyos, no lo renovó. “¿Con un DNI caducado, estando desaparecida, que debería haber saltado la alerta, como es posible abrir una cuenta bancaria y solicitar una subvención?”.
El shock se instala de nuevo en la familia de Cristina. “¿Mi madre, titular con una persona más?”, Alba clama, “necesitamos que investiguen quién es, puede ser clave para saber qué ha pasado, dónde está”.
10 años atrás
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4 de noviembre de 2013. Cristina acude a casa de su suegra. Alba y Clara, sus hijas, han pasado la tarde allí. Cuando ella llega, han terminado de cenar. Cristina no pasa por su mejor momento, por lo que se pacta -más o menos- que las pequeñas duerman allí y sea ella la que, al día siguiente, acuda a buscarlas al colegio. “Nos quedamos esperando a mi madre y nunca llegó”, contaba su hija mayor a CASO ABIERTO. Aquel 5 de noviembre recibiría la peor de las noticias: mamá no está.
“Mi hermana tenia 7 años y yo tenía 9… Duele, que falte una madre duele muchísimo, pero en ese momento había cosas de las que no nos enterábamos”. La familia decidió esperar unos días para poner la denuncia, “mi madre no estaba bien, esperamos para ver si era un enfado y se le pasaba. La noche antes hubo un pequeña discusión entre mi madre y mi abuela. Mi madre quería que nos fuéramos con ella a casa…”, recordaba Alba hace un par de meses junto a este periódico. Hasta que llegó un momento que no se pudo extender más: “‘Oye, ¿tú has hablado con Cristina?’. ‘No, yo no’. A mis tías se les activó la alarma y, finalmente, acudieron a comisaria a denunciar“.
Cristina García, 33 años. Morena, delgada. Un agente apuntó su descripción. Pasaba por un momento complicado, llevaba una semana de baja en la empresa en la que había trabajado los últimos años: Dulcesol. Desde el fallecimiento de su padre, un par de meses antes, estaba triste, deprimida, tomaba medicación. La última vez que la ven, “discute” con su suegra. Queda en ir a recoger a sus hijas al colegio. No la vuelven a ver más.
Los agentes apuntaron todo con detalle, arrancó la investigación. Carteles de alerta, difusión de fotos, medios de comunicación y muchos testimonios. Pocos sumaron, ninguno permitió a la policía reconstruir qué había podido pasar. Se agotó la búsqueda. “De la noche a la mañana”, apunta su hija mayor, “la policía dejó de darnos noticias”. Aprendieron a vivir con ello, lamentaba Alba ante este medio. Sin respuestas, sin indicios, sin movimientos. Cristina no estaba, no iba a estar. Familiarmente nunca cesó la búsqueda, “policialmente, el caso quedó guardado en un cajón”.
10 años después: una subvención
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Se impuso el silencio. “Salimos adelante con el cariño de la familia, teníamos que sobrevivir…”. Hasta que, una década después, y por un papeleo legal, llegó un fogonazo, algo de luz. En junio de 2023, tal y como adelantó este medio, decidieron hacer la declaración de fallecimiento de la mujer (puede hacerse cuando se cumple una década de la desaparición). Todos en casa seguían buscando, esperando, pero necesitaban hacer ese trámite legal. “Por mis abuelos tenemos un piso, y mi hermana y yo intentamos arreglar los papeles para poder recibir el dinero de mi madre. Para poder vender el piso teníamos que declararla fallecida, ya habían pasado diez años, el caso estaba cerrado…”. Fueron a la policía. “Al llegar allí había un juez y, tras un par de preguntas, nos dijeron que no podíamos firmar ese papel porque habían encontrado una cuenta bancaria a nombre de mi madre y que ha estado recibiendo una subvención hasta abril”.
El dato dio pie a una nueva investigación policial. Estancada hasta la fecha. “No hay nada”, denuncia Alba. “Intentamos conocer la entidad, sucursal… y por protección de datos no nos dijeron nada”. Ahora surgen nuevas coordenadas: la cuenta está en Gandía, aún activa y es compartida, junto a Cristina hay con alguién más. “Conocer el nombre de esa persona puede ser clave”, afirma Alba. Con los nuevos datos, las dudas irrumpen de nuevo. “¿Es un error? ¿Es mi madre? ¿Han podido alguien hacerle algo y usurpar su identidad?”. Alba, Clara, el resto de familia, sigue esperando respuestas. Nada avanza. Diez años después todo empieza de nuevo, otra vez.