Los tres discursos navideños que ha pronunciado Pere Aragonès como president (2021, 2022 y 2023) son un recorrido por la evolución del contexto político catalán y la mutación de su
relación
con el Gobierno de Pedro Sánchez. De la mesa que no despegaba y el azote de Junts contra el diálogo con la Moncloa con el referéndum por bandera, a un independentismo que ha pactado la amnistía y se da codazos por las fotos con el presidente socialista, de quien ahora buscan arrancar más competencias y mejor financiación.
De la coalición tejida sobre la desconfianza entre ERC y los posconvergentes, a un Govern que ya hace más de un año que rema en solitario mientras la oposición se friega las manos a costa de su minoría pensando en que se acerca el final de la legislatura. De la salida de las garras de la pandemia, a una sequía y una crisis educativa galopante que se han colocado en rojo en la agenda de la gestión gubernamental. La comparecencia institucional que ha consolidado Aragonès para Sant Esteve fuera del escenario del Palau de la Generalitat teje el relato, a expensas de la última en 2024, que marcará su mandato.
2021: las “alternativas” a la vía negociada
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Desde una escuela de Santa Coloma pionera en la implantación del modelo de inmersión y con restricciones anticovid aún vigentes, el president estrenó su primer mensaje navideño espoleando que el 2022 sería el año del adiós a la pandemia y con el reto por delante de blindar el catalán en los colegios ante la acción de los tribunales. Medio año antes se habían aprobado los indultos y los líderes del ‘procés’ habían salido de la cárcel, pero aun así la apuesta por el diálogo de ERC ni era compartida por Junts, pese a haber reeditado la coalición de gobierno, ni había suficientes garantías de que fuera a más. El PSOE creía haber abonado ya su factura a los republicanos por haber permitido la investidura de Sánchez y la mesa de diálogo era como el Guadiana: aparecía o desaparecía de la agenda de la Moncloa en función de si los socialistas lograban o no una mayoría para prescindir de los republicanos en el Congreso y del calendario electoral. Por ello, en ese discurso Aragonès ya apuntó que haría falta diseñar un plan B con “alternativas” por si la estrategia del diálogo “encallaba”.
2022: los primeros “frutos” del diálogo en solitario
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En su segundo discurso de Sant Esteve, pronunciado desde el que fuera el barcelonés Hospital de la Santa Creu y hoy Biblioteca de Catalunya, Aragonès llevaba dos meses gobernando en solitario. Las hostilidades con sus socios llegaron hasta tal punto, que Junts consumó el divorcio y salió del Govern. Pero el president no escondió cierta satisfacción por lo logrado en el diálogo con Sánchez, con quien acababa de pactar la supresión del delito de sedición y la reforma del de malversación con la mirada puesta en lograr “los efectos” de una amnistía sobre los líderes del 1-O, fecha icónica del independentismo que mencionó hasta dos veces en su comparecencia. Eran, dijo, “los primeros frutos” de esa apuesta por la negociación de la que abjuraban los de Carles Puigdemont. La interpretación de los tribunales truncarían después ese objetivo. Dos retos se fijó Aragonès para 2023: aprobar los presupuestos una vez levantado el veto a pactar con el PSC y centrarse en el despliegue del acuerdo de claridad como fórmula para avanzar en la resolución del conflicto en un año que, por las municipales y autonómicas primero y unas generales que fueron antes de lo previsto, ERC creyó que no sería prolífico para arrancar más concesiones de Sánchez.
2023: la amnistía y el peso de la gestión
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Para su tercer -y veremos si penúltimo- discurso de Aragonès en esta legislatura, el escenario escogido ha sido el Dipòsit del Rei Martí -un antiguo depósito de agua de Barcelona-, elección con la que pretende proyectar el compromiso con la gestión de la sequía. Es sintomático de cómo ahora la intendencia del día a día se ha convertido en piedra angular de su mandato y la carpeta a la que se aferra en este último año antes de las elecciones. De la necesidad aritmética de unas generales convocadas de sopetón por Sánchez en pleno verano, nace el acuerdo de una amnistíaque los socialistas negaron que concederían y la competición entre ERC y Junts -con Carles Puigdemont rehabilitado como interlocutor- por exprimir el diálogo y arrancar acuerdos en materia de inversiones. En el discurso de este año, además de sacar pecho del traspaso de Rodalies y del ingreso mínimo vital, ha dado protagonizado a un tema que hasta hace bien poco no estaba dentro de las prioriades del Govern:
la demanda de una “financiación singular” para Catalunya
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El referéndum como condición ‘sine qua non’ ha pasado a un segundo plano, pese a que el president insiste en que en 2024 hay que afrontar una “segunda fase” para resolver el conflicto político, y cae la referencia al 1-O. Aragonès y Sánchez tienen unidos sus destinos tanto para aprobar sus respectivos presupuestos -el president da por hecho que al PSC no le quedará otra que votar que sí y exige a la oposición “estar a la altura”- como para que la amnistía llegue a buen puerto cuando quede en manos de los tribunales. De lo contrario, el analgésico que busca Sánchez puede prender una mecha que, en estos momentos, no está en el radar ni de ERC ni de Junts, sumidos en una batalla sin cuartel en las urnas mientras Salvador Illa encabeza todos los sondeos.