Una final se gana, no se juega. Lo decía Xavi el día antes de la gran final, parafraseando a Alfredo Di Stefano. Visto lo visto, podría dejar el artículo aquí.
¿Alguien duda de que esta crisis ya no es sólo deportiva? Creo que no. Qué la final fuera en Riad, en prime time y con el formato del gran clásico es lo peor que le podía pasar a la marca Barça. El esperpento en que está instalado el juego del equipo se transmitió en directo a la mayor audiencia global del planeta fútbol. Los fans internacionales quieren equipos campeones y el Barça actualmente es lo que se llama un “loser”. Así es imposible hacer fans para la causa. Las gradas del estadio, mayoritariamente de color blanco, demuestran la tendencia. Los grandes clubes necesitan a referentes en el banquillo y en el campo, además de juego y victorias. Pues no tenemos ninguna de las tres. Cada vez nos quedan menos nombres para escoger la camiseta que te quieres comprar, del juego no hablaremos y, parece, que este año no levantaremos ningún título.
Ver al Barça este año es un ejercicio masoquista. La hemorragia es continua e infinita, parece no tener final. Apelar al cruyffismo el día anterior al partido, para posteriormente ver lo que vimos el domingo, es mancharlo vilmente porque no sabes como reinterpretarlo en el fútbol moderno. Lo de Xavi es de divan. Un equipo que va a la deriva, un juguete, no para el Madrid, si no para cualquier rival que compita con él, por dubitativo, timorato y previsible, tanto que el entrenador del equipo rival decide no hacer leña del arbol caído. ¿Equipo en construcción? No, claramente en deconstrucción. Alternativas, ¿Rafa Márquez? Miren los resultados, el juego del filial y decidan ustedes mismos.
Poco más hay que analizar en el campo, pero si nos instalamos fuera, con toda seguridad no vamos a mejor. Al menos en esta ocasión no hemos tenido el atrevimiento de colgar una pancarta retadora al rival. ¿Qué se sabe del presidente? Únicamente lo que destacan los videos virales de sus cenas y farras nocturnas, eso si, siempre acompañado del mismo grupito de directivos. Lo de las palancas tiene toda la pinta que acabará mal, no peor.
Algunos medios hablan de la continua fuga de talento profesional en las áreas claves del club, aunque se dice que el dinero del fútbol debe estar en el campo, es imposible gestionar una institución sin grandes profesionales en los despachos. Demasiado globo sonda para demostrar que hay interés en cargarse la relación con Nike en el peor momento para negociar un buen contrato con la competencia. La multinacional americana, al paso que vamos, quizás lo acabará deseando.
Conclusión: tenemos la reputación al nivel de lo que es actualmente el club: El camarote de los hermanos Marx. Mientras, en un palco, Piqué y Victor Font presenciaban juntos la debacle, y posiblemente, se conjuraban para imaginar que les sería fácil mejorar el presente.