Psicóloga especializada en terapia de parejas, Elisa Múgica es guionista y productora de ‘Terapia de parejas’, un documental que recorre los problemas emocionales que narran en consulta varias familias. Las hay heterosexuales, homosexuales, maduras, jóvenes, con hijos y sin hijos. Dirigida por Gaizka Urresti y estrenada la semana pasada en cines, la película muestra una terapia concreta: la focalizada en las emociones, que se basa en expresar sentimientos profundos para salir a flote de las agotadoras discusiones en casa.
“Los hijos deben ver que estamos alineados, aunque no nos pongamos de acuerdo en todo”
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Todas las parejas discuten, pero ¿qué señales de alarma hay para saber que ha llegado la hora de pedir ayuda profesional?
La discusión es parte normal de la vida y de la pareja. Lo que ya no es normal es la manera en la que discutimos. Por ejemplo, si subimos el tono de voz, hacemos críticas muy negativas, humillamos al otro o le callamos. Eso nos tiene que hacer pensar que algo pasa. Sobre todo, si se repite con una relativa frecuencia. Cuanto más esperamos para pedir ayuda, peor. En el inicio de una relación hay pocos problemas que resolver. Pero esa armonía se romperá con los llamados estresores: nacimiento de los hijos, enfermedad de los padres…
“La discusión es parte normal de la vida y de la pareja. Lo que ya no es normal es la manera en la que discutimos”
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¿Es inevitable discutir?
Somos diversos y no nos gustan las cosas por igual. Hay que hablar mucho de las decisiones que vamos a tomar en la relación. El problema es que no nos han enseñado a hablar. No sabemos respetar al otro y comunicar nuestras emociones. Si la otra persona no me da rápidamente lo que yo quiero, interpreto que me está dañando, hostigando. Interpreto que es un enemigo al que vencer. Entonces entramos en la dinámica de la competición: lo mío es mejor.
El problema es que no nos han enseñado a hablar. No sabemos respetar al otro y comunicar”
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Los hijos son un volcán para la pareja.
Depende de cómo hable la pareja. Antes de tener hijos hay que hacerse preguntas. ¿Qué tipo de padres y madres queremos ser? ¿Qué tipo de crianza y educación vamos a dar? Para tener perros te piden cualificación… y, sin embargo, podemos tener hijos sin reflexionar. No tiene sentido. Es vital hacerlo. Cada uno quiere aplicar un modelo educativo. Hay personas más permisivas. Otros son más exigentes e inflexibles. O, por ejemplo, uno de los dos es religioso y el otro, no. O uno le da importancia a la carrera académica del hijo y el otro, no tanto. Hay que armonizar. Hay que hablar antes como vamos a abordar las situaciones. Los hijos deben ver que estamos alineados, aunque no estemos de acuerdo en todo. Esto es un verdadero reto. Y no lo hacemos. Pensamos que los hijos se crían y educan solos.
“Para tener perros te piden cualificación… y, sin embargo, podemos tener hijos sin reflexionar. No tiene sentido. Es vital hacerlo”
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¿Por qué no lo hacemos?
Nos falta psicoeducación. Hay que prevenir. La paternidad y la maternidad mueven nuestro sistema emocional. Nos dedicamos a preparar el nido, la canastilla, la habitación, buscamos colegio… pero no hablamos de lo otro. Los hijos te cambian la vida. Que sea un cambio para bien depende de cómo lo planifiques. La neurociencia ha demostrado que la crianza que recibas beneficia o perjudica las relaciones.
¿Las relaciones de pareja están determinadas por el tipo de crianza que tuvimos de pequeños?
Se puede decir así, efectivamente. Los bebés se tienen que sentir seguros gracias a su cuidador principal. Si eso no se produce, ese bebé, cuando sea mayor, puede pensar que una relación afectiva puede incluir desatención. O golpes y humillaciones. Un niño aprende desde pequeño lo que es la vida. Si le maltratan puede aprender que el maltrato forma parte de una relación.
Los problemas de salud mental más comunes son la ansiedad y la depresión. ¿Qué pasa con los problemas de pareja? ¿Es frecuente acudir a terapia para solucionarlos?
Los problemas de pareja no los podemos separar de la ansiedad y la depresión porque, en una familia, tenemos individuos que sufren problemas psicológicos y emocionales que afectan a la relación. Es decir, lo que te pasa a ti, le pasa a la pareja. Tu dolor emocional impacta en la relación y la deteriora.
¿Cómo?
Una persona que tiene ansiedad o estrés y llega a casa y tiene que solucionar lo cotidiano del hogar estará poco receptiva a hacerlo. Eso genera situaciones de fricción relacional, lo que llamamos ciclo negativo de la comunicación. Cuanto más deprimidos, ansiosos o estresados estamos, menos recursos tendremos para resolverlo.