“Look, honey, Tractors!” The girl to whom the message is addressed opens her eyes and smiles, somewhere between surprised and amused. A procession made up of more than 1,000 tractors arrives, just at that moment, at the symbolic intersection between Avenida Diagonal and Passeig de Gràcia in Barcelona. Most of them have spent around 150 kilometers of slow walking. They have left various locations in Lleida, Tarragona, and Terres de l’Ebre. first thing in the morning to bring to the Catalan capital a demand that, here, seems foreign, but that, as the vehicles are responsible for remembering, will undoubtedly end up making a splash.
“You want us dead and you will die of hunger,” says one poster. “Our end will be your hunger,” another anticipates. “Without the primary sector, your refrigerator will serve as a closet,” advances a third.
Lo que reclaman, con una movilización que ya lleva días y que no pretenden paralizar así como así, es menos burocracia (“Tengo un burro y una liebre en casa y cada año tengo que decir hasta cuanto cagan”, simplifica uno de los participantes en la marcha), más control entre los intermediarios para asegurar que el precio de venta cubre los costes de su actividad, y, por supuesto, soluciones más contundentes ante la dramática situación que ha generado la falta de lluvia. “No queremos hacernos multimillonarios, queremos ganarnos la vida”, sintetiza otro de los payeses afectados por esta situación.
Así, para llamar la atención tanto de la ciudadanía que permanece ajena a los problemas que vive el campo, como para interpelar directamente a las instituciones públicas que, a su juicio, podrían hacer algo al respecto, unos 2.000 tractores procedentes de Lleida, Tarragona, Girona, Martorell y otras poblaciones del área metropolitana de Barcelona han decidido colapsar esta tarde las principales arterias de la ciudad. Cuando la columna de Ponent llegaba al obelisco de la avenida Diagonal para abandonar los tractores allí y seguir la marcha a pie hasta la plaza de Sant Jaume, donde les esperaba el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el ‘conseller’ de Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural, David Mascort, el resto ya habían taponado la calle de Aragó y la Gran Via de Barcelona.
Pocas expectativas
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De esta reunión con la Generalitat, pocas expectativas en general. “Negociación no habrá ninguna: nos dirán que sí a todo, nos iremos contentos y luego no harán nada”, se resigna un miembro de Unió de Pagesos, una de las entidades convocantes. “Tengo la sensación de que esto no servirá de nada, pero volveremos las veces que haga falta”, coincide otro de los agricultores movilizados. “Hoy hacemos gracia –asegura un tercero de estos profesionales, que ve a las familias que pasean por la Diagonal mirando con ternura los tractores o a los turistas haciéndose fotos con los vehículos–, pero verás cuando vengamos 6 veces”.
De hecho, al llegar a este punto, algunos de los manifestantes deciden montar sillas, mesas y hasta una parrilla para cocinar carne y huevos fritos. “Estamos montando el campamento, prisa no tenemos, ya”, bromean. Cerca de ellos, una ganadera pregunta, no sin miedo a la respuesta, si la intención es quedarse a dormir. Su compañero la tranquiliza, el permiso para ocupar la vía vence a las 00h, pero hay otros que no descartan este extremo.
“Todo dependerá de lo que digan tras la reunión”, responde uno de ellos, encogiéndose de hombros a preguntas de EL PERIÓDICO. “Nosotros venimos de Martorell, en dos horas lo tenemos, pero los de Lleida tendrán que hacer noche en algún sitio. O aquí en medio, quien sabe”, desliza otra profesional del campo, en una apuesta que será profética. Horas más tarde, lo único que sale de este encuentro con la Generalitat es el compromiso de celebrar otra reunión y el permiso para que los agricultores dejen los tractores en las calles de Barcelona. Y, a juzgar por lo fuerte que suena el descontento generalizado y los gritos de ‘No nos iremos’, parece claro que, muchos, así lo harán.