Aunque incuestionablemente el terrestre es el dominio principal de la operación de castigo que Israel está desarrollando en Gaza, también el ciberespacio va cobrando una importancia significativa. A fin de cuentas, tanto en las operaciones que llevan a cabo las unidades militares de primera línea, como las que acometen las unidades de operaciones especiales, el aporte cibernético es cada día más relevante para lograr los objetivos perseguidos.
A ese respecto, en términos ofensivos, tanto las unidades de infantería como las de apoyo artillero, sin olvidar las de ingenieros zapadores, pueden rentabilizar mucho mejor su esfuerzo si cuentan con información detallada de lo que se van a encontrar cuando entran en territorio enemigo. Y lo mismo vale para los comandos especiales que deben infiltrarse en las líneas enemigas, sea para rescatar prisioneros o para eliminar un activo relevante del contrario (un líder político o militar o un centro de mando y control, por ejemplo). En términos defensivos, no menos importante que obtener información actualizada y precisa para facilitar la ofensiva propia es anular y desbaratar los planes enemigos, aprovechando determinadas tecnologías avanzadas, que incluyen la guerra electrónica, así como protegerse de la intrusión enemiga en los sistemas y activos propios.
Dada la creciente dependencia de sistemas informáticos y de telecomunicación para lograr un pleno rendimiento de las capacidades militares sobre el terreno, la posibilidad de cegar al enemigo, bloqueando sus sistemas de mando y control es una prioridad absoluta. Y esto no se reduce a los sistemas militares, sino que incluye también a todos los que permiten el normal desarrollo de la vida social, política y económica del adversario, tratando de impedir la comunicación y la coordinación entre ellos y, cada vez más, de contaminar las mentes de su población con sofisticados programas de desinformación y propaganda, que juegan principalmente en el plano psicológico y sociológico.
En el caso específico de la confrontación actual entre las fuerzas armadas israelís y los combatientes de Hamás y la Yihad Islámica Palestina, es bien evidente que ambos actores desarrollan acciones ofensivas y defensivas también en el ámbito cibernético. En todo caso, la superioridad israelí es aplastante, como cabe esperar de la distancia que separa a un país que es una potencia mundial en este terreno de un grupo no estatal prácticamente enclaustrado en la Franja y escasamente dotado de medios económicos para impulsar un desarrollo tecnológico en un campo tan exigente, ni tampoco para adquirir esa capacidad mediante la compra en el exterior.
Hamás, que no cuenta ni con flota de guerra ni con fuerza aérea, basa fundamentalmente su estrategia de oposición a Israel en el uso de unidades terrestres que, en algunas ocasiones, como ocurrió el pasado 7 de octubre, llevan a cabo acciones ofensivas -lanzamiento de cohetes y misiles e incursiones de mayor o menor entidad-, pero que en la mayoría de los casos se ven obligadas a adoptar una actitud defensiva ante el empuje israelí. Y eso también ocurre en el dominio cibernético, en el que apenas cuenta con algunos medios suministrados principalmente por Irán. Medios que quedan muy por debajo de lo que Israel puede emplear con los diferentes propósitos mencionados anteriormente. Y así cabe suponer que seguirá ocurriendo en el futuro inmediato, aunque esa superioridad israelí tampoco le garantice a Tel Aviv que logre eliminar a Hamás del mapa.