Dos noticias que permiten especular sobre una tercera: la primera, que el PSOE dijo que no convocaría la comisión de justicia para aprobar el texto de la ley de amnistía si no había acuerdo, dado que no quería someterse a una nueva derrota; la segunda, que el presidente de la comisión Francisco Lucas ya ha puesto fecha, el próximo jueves. Ergo, si anda como un pato y dice ‘cuac, cuac’, debe de ser un pato, o un acuerdo definitivo de amnistía.
En todo caso, quedan pocas horas para saber si el PSOE se ha mantenido en las excepcionalidades conocidas -terrorismo y traición-, o ha aceptado la exigencia de Junts de plantear un texto integral, que no dejara a ningún represaliado fuera de la amnistía. La prisa en la fecha de la comisión y las conclusiones favorables de la Comisión de Venecia hacen creer que esta segunda opción ha ganado y que finalmente el acuerdo será completo. A estas alturas, y a la espera de la letra pequeña, los interrogantes se centran más en la retórica: qué juegos de palabras y qué circunloquios se usarán en el texto para que parezca que Sánchez no ha cedido en lo que habrá cedido. Pero, más allá de los juegos malabares previsibles, no parece que tenga que haber sorpresas. A Junts le hace falta una amnistía sin grietas, y al PSOE le hace falta que la alianza con Junts tampoco tenga grietas; y de las necesidades mutuas, la política hace virtudes.
A partir de aquí, si las previsiones se confirman y se aprueba el texto, empezará la segunda parte de la guerra sucia que ha emprendido la España reaccionaria, tanto en el ámbito político como en el judicial. Se prevén semanas de ruido bronco, con la banalización del terrorismo como vergüenza máxima del relato público. Por cierto, y como pregunta tonta, ¿si el PP avala la tesis del terrorismo respecto a Puigdemont, quiere decir que cuando Feijóo insinúa un indulto estaría indultando un terrorista? ¿Y se podría indultar un terrorista, pero no amnistiarlo? Nada, las incongruencias insoportables de un planteamiento perverso que ha jugado política y frívolamente con un concepto tan terrible.
Pero, y a riesgo de caer en el pecado de la ingenuidad -que es un pecado capital en un opinador-, parece probable que el PP deje la guerra contra la amnistía en manos de los jueces patrióticos, y baje dialécticamente algunos decibelios, para aumentarlos en el provechoso caso Koldo/Ábalos. Feijóo necesita debilitar esta mayoría transversal y periférica que ha investido a Sánchez como presidente, y está demostrado que la amnistía no da tantos réditos como la corrupción. Como se vio en las elecciones gallegas, la guerra contra la amnistía solo interesa en el Madrid irredento, pero fuera de este centro mediático que irradia tanta toxicidad, ni es un tema preocupante, ni un tema central. Al contrario, se ha normalizado de tal manera en la ciudadanía española que ha dejado de ser un problema para mucha gente. Además, el PSOE ya se ha desgastado todo lo que podía en este tema, y no ha sido un desgaste fulminante.
Pero el escándalo Koldo es otra cosa, porque tiene todos los elementos para la tormenta perfecta: un tema sensible y dramático, el confinamiento; unos presuntos corruptos de baja estofa, que darán alegrías tertulianas considerables; y una cantidad notable de cargos socialistas que pueden quedar salpicados en mayor o menor medida. Entre otros, el presidenciable Salvador Illa, esperanza blanca del socialismo español en la preciada pieza electoral catalana. Además, el escándalo es tan feo y está tan lleno de bombas retardadas, que pueden ir estallando durando bastante tiempo, que darán una permanente munición al PP. Este es el verdadero agujero negro que puede tragarse a Pedro Sánchez, porque ni se saben las dimensiones de la catástrofe, ni a cuántos líderes socialistas puede hundir. De momento, ya ha devorado a Ábalos, dejando una enorme herida dentro del PSOE.
Es cierto que resulta muy sospechoso que haya estallado en un momento tan adecuado para el PP, y ya son demasiadas las coincidencias entre el calendario político y el calendario judicial. Pero si con la amnistía el PSOE podía acogerse a la perfidia del ‘lawfare’, con el caso Koldo ha tocado el hueso de la corrupción, y aquí no hay mucho juego. No olvidemos que con Roldán empezó el naufragio de Felipe González, y el caso Koldo parece un Roldán 2.0.