El rescate del mono ‘Linito’ en Barcelona, que vivía desde hace 35 años enjaulado por su dueña en un piso, ha captado la atención de todos aquellos defensores de los derechos animalistas.
Las condiciones, según ha explicado la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), se podrían describir como “lamentables”. Pero la dueña del capuchino no aseguraba lo mismo en una entrevista concedida a EL PERIÓDICO en 2017.
“Aquí está el rey de la casa” o “es mi heredero”, son algunas de las formas cariñosas con las que Mari, la dueña, se refería a su ‘mascota’. La mujer afirmaba ser la salvadora del mono, ya que lo compró a su vecino quién, al parecer, pegaba al animal: “Se ve que aquel hombre lo zumbaba”, afirmó al Periódico hace 7 años.
Pero pese a las flores como cuidadora que pudo atribuirse Mari con palabras, los ojos no dicen lo mismo. Al observar las imágenes del antes (2017) y el después (2024) de Linito, las dudas salen a flote y las condiciones “lamentables” retratadas por la FAADA se evidencian.
En la fotografía de la derecha se aprecia un Linito de pelaje lacio y ojos brillantes que se desvanece con los años. La actual imagen muestra un mono capuchino desgastado, consumido y de mirada perdida, oscura. Uñas interminables, facciones esqueléticas y suciedad.
Un aspecto que pone en duda el cuidado de Mari, quién ha confirmado a la FAADA que el animal nunca había salido de la jaula desde el 2014. Una jaula de 2x1x1 metros, invadida por la basura, que coartaba su movilidad y lo alejaba de cualquier contacto con el sol. A esto se ha sumado la dieta errónea y poco variada que ha hecho bajar unos kilos al animal.
Falta de espacio, movimiento, sol, higiene y comida durante 35 años. Linito es un superviviente de otro caso de maltrato animal.