En 2003, la Real Sociedad dependía de sí misma para ganar la liga en la penúltima jornada. En el banquillo realista había un joven defensa central que no quería que su equipo ganara la liga. Él era Zuhaitz Gurrutxaga (Elgoibar, Gipuzkoa, 1980), que en ese momento sufría depresión y un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), aunque no lo sabía. Ese año, la Real acabó siendo subcampeona. 20 años después, Gurrutgaxa y Ander Izagirre han publicado el libro ‘Subcampeón’, donde el exfutbolista relata con extrema sinceridad y humor cómo acabó odiando el fútbol y el camino hasta reconciliarse con él y consigo mismo.
Deseaba que su equipo perdiera la Liga.
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El equipo de mis amores estaba a punto de ganar la Liga y yo era jugador de ese equipo, pero me encontraba tan mal en esos momentos, con ansiedad, depresión y sobre todo TOC, que no soportaba la idea de que fuéramos campeones y toda la ciudad estuviese feliz mientras yo lo único que quería era meterme en una habitación y ponerme a llorar. Cada vez que ganaba mi equipo sentía que la distancia entre la felicidad de toda la provincia y mi tristeza se agrandaba. Me da mucha pena e incluso me ha dado vergüenza haber sentido aquello, pero así fue. Prefería ser subcampeón a campeón.
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Debuta con Javier Clemente.
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Aquella primera temporada, Clemente me da un trabajo como defensa central que era seguir al mejor jugador rival por todo el campo. La Real ese año estaba en puestos de descenso y esto era un recurso desesperado. Me salió muy bien, pero llega la segunda temporada y al empezar de cero se me pide otra cosa: jugar en línea, sacar el balón… Me pongo nervioso y no soy capaz de hacerlo. En el primer partido, después de fallar unos pases, me escondí detrás de un delantero para que no me la pasaran. Ese día pensé que quizás eso me quedaba demasiado grande.
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¿Cuándo empieza a sufrir problemas de salud mental?
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Cuando debuto en Primera soy muy joven, tenía 19 años. Para triunfar en el fútbol con esa edad tienes dos opciones: ser más maduro de lo que te toca o ser un inconsciente. Y yo no era ni demasiado maduro ni un inconsciente. Me daba cuenta de la responsabilidad que se cargaba sobre mis hombros y no fui capaz de gestionar aquello demasiado bien. Poco a poco empecé a preferir no jugar, porque en el campo temblaba y muchas veces me escondía para que no me pasaran el balón. El fútbol es un mundo muy hostil para alguien sensible o que piensa mucho las cosas y se da cuenta de que si se pierde hay gente que no duerme o que llora.
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(…)
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Se fue cociendo algo en mi cabeza durante un par de años hasta que un verano me fui al monte con los amigos, me fumé un porro de marihuana y me sentó muy mal. Me dio un ataque de ansiedad, que en ese momento no sabía qué era, y creía que me había vuelto loco. Caí en una depresión y acabé con un TOC muy severo.
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Para triunfar en el fútbol con 19 años tienes que ser más maduro de lo que te toca o ser un inconsciente. Y yo no era ni demasiado maduro ni un inconsciente.
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¿Cómo empieza a desarrollar TOC?
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Hay un momento crítico en mi vida. Estoy con depresión y ansiedad y un día me entran a robar en casa. Después de eso empiezo a ponerme nervioso e intranquilo, y empiezo a hacer cosas extrañas e irracionales. Empiezo a verificar si la puerta está cerrada y lo compruebo cinco veces, y así con la luz, el gas, el coche… Ahí se enciende el TOC, aunque entonces no sabía que eso tenía un nombre.
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El TOC va creciendo…
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Las obsesiones fueron aumentando, no las podía controlar y me hacían subir la ansiedad. Un día salía del coche e iba a subir al autobús del equipo, pero había un fotógrafo sacándome fotos porque era la novedad en la convocatoria. Cerré la puerta del coche y tenía que asegurarme de ello cinco veces, pero con el fotógrafo tan cerca me daba vergüenza. La cerré dos veces, subí al autobús, hice ver que me había olvidado la mochila y volví al coche para cerrar tres veces más. Así andaba yo. La Real jugándose la liga y yo con esas cosas en la cabeza.
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¿Cómo convivía con el trastorno en el campo?
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Por suerte, cuando empezaba un partido o un entrenamiento y me concentraba el TOC se disipaba un poco. Aunque seguía ahí. Alguien que tiene TOC tiene miedo a contagiarse, no quiere tocar cosas porque cree que hay virus por todos lados. Imagínate ser un central y defender a un delantero centro sin quererlo tocar demasiado porque crees que su sudor te puede contaminar. Eso incapacita mucho.
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¿Cómo consigue curarse?
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Durante mucho tiempo, demasiado, escondí todo esto. Lo disimulé porque no sabía lo que me pasaba y me daba vergüenza, sentía que estaba loco. Lo mejor que hice en mi vida fue acudir a un psicólogo. Ojalá haberlo hecho antes, pero en ese momento nadie hablaba de salud mental. El psicólogo le puso nombre a lo que me pasaba (TOC) y empecé a tratarlo. No te diré que estoy del todo curado, pero estoy mucho mejor y ahora tengo las herramientas para enfrentarme al TOC cuando me ataque.
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No paró de jugar para curarse. ¿Se lo llegó a plantear?
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[Resopla] The problem with football is that it is too much good work. It is well paid, you work a few hours a day… Leaving football is very complicated, even in Second B. In Second B, 15 years ago, I earned 3,000 or 4,000 euros a month. How do you leave that? Also, at that time, separating yourself due to mental health problems did not even cross your mind. It was something unthinkable…
Ha hecho monólogos explicando lo que le pasaba. ¿El humor le ha ayudado?
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Sí. Acabé odiando el fútbol. Era mi pasión cuando era niño y cumplí mi sueño de jugar en Primera, pero después me pasó todo esto y le eché la culpa al fútbol. Durante mucho tiempo, en mi casa estaba prohibido ver fútbol, no quería saber nada de ello. Solo hice las paces con el fútbol cuando metí la comedia en mi vida y empecé a hablar encima de un escenario de vivencias que me habían hecho sufrir mucho. Contarlas desde el humor me ayudó a relativizarlo.
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Si pudiera volver al pasado, ¿querría volver a ser futbolista?
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Seguramente volvería a serlo porque es un trabajo demasiado bueno y bien pagado como para rechazarlo. Pero hubiera sido más feliz si no hubiera sido futbolista profesional. Antes de debutar con el primer equipo, estaba en el momento más feliz de mi vida. No se me presionaba demasiado, jugaba bien y luego me juntaba con mis amigos del pueblo como cualquier chaval de 19 años. De un día para otro empecé a estar en hoteles cada fin de semana, viajando de un lado para otro, la prensa me puntuaba, en la calle me empezaban a parar… Me cortaron en el momento más feliz de mi vida.
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Ser subcampeón no está tan mal.
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Para un cómico, ser subcampeón es lo mejor del mundo. Es un lugar espléndido. Alguien a quien más o menos las cosas le van bien, pero llega una final y la pierde. El que siempre gana es demasiado perfecto y el que siempre pierde te da más lástima que otra cosa. Pero con el subcampeón sientes empatía. El ganador y el perdedor a la vez.