Si tú vives en Doha (y no hablo del lujo de Doha, no, no, simplemente en la capital de Catar) es muy posible que no te des cuenta de que vives en la Luna.
Si tú vives en un lugar donde sus habitantes, o los habitantes de tu mismo nivel, cuando aparcan el coche, normalmente su monovolumen o todoterreno, lo dejan en marcha con el aire acondicionado puesto para que esté fresquito cuando regresen de la compra o de comer (la gasolina allí –casi—la regalan y es imposible que te roben, ¡imposible!), deberías alarmarte.
Si tú vives en Catar y, encima, eres futbolista o entrenador de uno de sus equipos, el que sea, jamás tendrás la sensación, nunca, de que te pueda pasar algo si pierdes, empatas o ganas, ni siquiera si no ganas el título de Liga o lo que sea. Lo único importante en Catar ocurre, en marzo, cuando se celebra la carrera principal de los camellos del Emir, en el circuito Al Shahaniya.
El Barça te llama
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Si tú vives en Catar esperando que el Barça te reclame para ser su entrenador, es posible que se te nuble la vista al poder cumplir, tú y tu familia ¡que tan bien vivían en Catar!, el sueño de tu vida: entrenar al ‘més que un club’. El problema, o uno de los principales problemas de satisfacer tu sueño, es que habías olvidado, pese a estar totalmente pendiente de lo que ocurría en Barcelona, en el Barça y en Catalunya, qué significaba ser entrenador del Barça. Volver a la Tierra.
Cada año, cuando el Mundial de MotoGP arrancaba (este año lo vuelve a hacer) en Doha, varios de los enviados especiales que viajaban al evento no podían resistir (y, sí, lo hacían ¡cada año!) la tentación de visitar y entrevistar a Xavi Hernández en su casa. Yo, la verdad, nunca tuve la tentación, aunque un año mantuve una conversación maravillosa, repito, maravillosa, con el encantador Raúl González y sus cinco hijos, a cual más encantador y educado, que se acercaron al circuito de Losail.
Recuerdo una entrevista de mi amigo Toni López, en ‘La Vanguardia’, en la que Xavi no solo decía que el Barça debía estar orgulloso de lucir publicidad de Catar en la camiseta, sino que definía, perfectamente, el tipo, el modelo, el croquis de entrenador que quería ser: “La exigencia y profesionalidad de Van Gaal; la gestión de vestuario, la proximidad y las charlas individuales motivadoras de Rijkaard; la forma en que Serra Ferrer exigía a los jóvenes; la filosofía de ‘Charly’ (Rexach) para relativizarlo todo; el espíritu perfeccionista de Pep (Guardiola), que sirvió para apuntalar firmemente la filosofía del Barça; el ir siempre de cara de Tito (Vilanova), que no se casaba con nadie gracias a su enorme carácter y la exigencia, profesionalidad y el trabajo físico de Luis Enrique”.
La charla acababa con la confirmación, por parte de Xavi, desde su rincón en la Luna, de que lo más importante si eres entrenador del Barça “son las relaciones humanas, porque es un trabajo muy duro, no es un trabajo fácil, no, ya que si al futbolista se le mira con lupa, al entrenador ni te lo explico”.
Demasiado verde
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No es que Xavi tuviese muchas ganas de ser entrenador del Barça, es que era el sueño familiar. Y si lo podía lograr ¡ya! con Joan Laporta, aunque no creyese en él (“está verde, debería de empezar por entrenar al Girona”, dijo el presidente a un amigo), por qué esperar a que, algún día, de algún año, ganase las elecciones Víctor Font.
Es de suponer, o a las pruebas me remito, que para ser entrenador del Barça hay que comprarle todo el discurso a Laporta, todo, incluida la posibilidad de que acabe convirtiendo a un representante de futbolistas, Deco, en tu director deportivo, con el que debes entenderte después de colocarte en el vestuario a uno de sus patrocinados, Raphinha. O, peor aún, aceptar que te cambie la convocatoria de un partido de Champions (Amberes) al considerar que debías castigar a los vagos. Aquello sí que fue una desconsideración y no las críticas de la prensa.
Cuando vives en la Luna tiendes a olvidarte cómo se vive en la Tierra. La vida en la Tierra y más, mucho más, si eres el entrenador del Barça, incluso del Barça que gana la Liga, es muy dura y, sobre todo, debes estar preparado para las críticas más feroces, mucho más suaves que las encajadas en su día por Ernesto Valverde, despedido siendo líder, o Ronald Koeman, creador de “esto es lo que hay”.
Aquí no solo no puedes dejar el coche en marcha con las llaves puestas y el aire acondicionado a tope, aquí te critican (despiadadamente) si le dices a una periodista “esa pregunta ¿es tuya?” o te graban, en tu coche, saliendo de la Ciudad Deportiva ‘Joan Gamper’ hablando con el móvil en la mano y publican “graban a Xavi cometiendo una infracción que podría costarle 6 puntos”. ¡Bienvenido a la Tierra!
Xavi le compró el relato a Laporta y, ahora, el presidente le ha comprado su esperpéntica salida (diferida) del club. Pero esto no ha terminado. Xavi podía haber hecho cualquiera de estas dos cosas, dimitir o seguir tragando hasta el 30 de junio. Hizo las dos cosas a la vez, ¡increíble! Y no solo eso, está convencido de que su anuncio lo arreglará todo. Más increíble todavía.
PD: Solo un apunte más. El papel de Deco, Director Deportivo del Barça, no deja de ser frustrante. Se supone que él era quien debía evitar todo este show, controlando lo que se cocía en el vestuario y en la cabeza de su ‘amigo’ Xavi Hernández. Y, tal vez, evitar que su presidente se llevase el susto, el golpe, que se llevó. Pero, lo esperpéntico, es que Deco se enteró igual que todos: por la radio.