Javier Milei cumple 50 días en la presidencia con la sensación de que ha pasado mucho más tiempo en el poder. Sin embargo, ha asumido el pasado 10 de diciembre. Su ofensiva para cambiar de raíz la economía y la misma vida de los argentinos por ahora se da de bruces con un Congreso que se resiste a aprobar letra por letra sus mega proyectos y la calle da señales de malhumor por los efectos en los bolsillos de una inflación que, en el mejor de los casos, será del 25% en enero. Los medios de prensa aseguran que el anarco capitalista comienza a perder la compostura porque las transformaciones no suceden a la velocidad anhelada. “No hay plan B, no hay plan B para hacer las cosas bien. Haces las cosas bien o las haces bien. Porque si el plan B es hacer las cosas más o menos o negociar… esa es la historia de Argentina, así estamos”, dijo Milei a The Wall Street Journal después de que el oficialismo se viera obligado a retirar todo el capítulo fiscal de su ambiciosa Ley Ómnibus.
El Gobierno de ultraderecha se vio obligado a hacerlo frente al rechazo de los gobernadores provinciales y una parte de los legisladores “dialoguistas” que no aceptaban subas de impuestos ni un ajuste más draconiano de lo tolerable. El traspié provocó el enojo presidencial. Parte de la ira se descargó contra Guillermo Ferraro, quien fue echado del ministerio de Infraestructura. Había sido uno de los arquitectos de su victoria electoral.
El primer sinsabor parlamentario se acompañó de una masiva protesta en las calles contra el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que le otorga súper poderes y la Ley Ómnibus. El movimiento obrero, que se ha manifestado masivamente el pasado 24 de enero, amenaza con una huelga general en marzo. Pero Milei no quiere hacer concesiones de ninguna naturaleza, ni siquiera frente a quienes le proponen que amplíe su coalición, como le sugirió el diputado Miguel Pichetto. La intransigencia del anarco capitalista desconcierta a los analistas políticos. El jefe de Estado, señaló Ignacio Fidanza en el portal La política online, “se peleó con todo el sistema político” para defender el núcleo duro de su proyecto y “cuando se asomó al precipicio de la derrota, lo entregó para quedarse con la cáscara”. De esta manera, “precipitó el desenlace que quería evitar” y su iniciativa “quedó herida de muerte”. El tropezón fue precedido por otro escándalo. Los “libertarianos” y sus aliados habían intentado reescribir el dictamen que habilitaba el tratamiento parlamentario de la Ley Ómnibus en el inmueble de un funcionario.
Una crisis auto infligida
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“Milei se propone rescatar a Occidente de las garras del socialismo, promete una Argentina alemana en 30 años y quiere barrer con las viejas reglas de la política, pero se empantana en la tarea burocrática de poner en marcha un Gobierno sin mayorías”, señaló Martín Rodríguez Yebra, columnista del diario La Nación. Aunque el presidente le dijo a The Wall Street Journal que intentará “a la máxima brevedad” vender todas las empresas del Estado, no ha encontrado luz verde en la legislatura para hacerlo. El Gobierno se vio obligado a desistir de la subasta de las acciones mayoritarias que posee en la petrolera YPF y tampoco ha encontrado eco en otras tentativas de desguace. “Restricciones institucionales”, reconoció el presidente, pero, le aclaró al diario norteamericano, no se ha dado por vencido. “Todo lo que pueda privatizar lo vamos a privatizar. No es una cuestión de nombres, sino de una restricción técnica en términos de tiempo”.
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La distancia entre las palabras y los hechos se ensancha en Argentina. Para Eduardo van der Kooy, del diario Clarín, Milei se vio obligado a retirar el capítulo fiscal de la Ley Ómnibus, el instrumento que había diseñado para dotar al ajuste de mayor eficacia, “forzado por su mala estrategia”. A su criterio, la administración de ultraderecha “se auto inflige mini crisis”. El intento llevar a cero el gasto estatal, una música que suena celestial a los oídos del Fondo Monetario Internacional (FMI) se ha realizado, según Van der Kooy, de manera “amateur”, amenazando a las autoridades provinciales con no girar dinero si los diputados de esas regiones no acompañaban esos esfuerzos. A fin de mes, el Gobierno debe pagar al FMI un vencimiento de 1.945 millones de dólares. El organismo debe remitir a Argentina 4.700 millones de dólares pactados semanas atrás. Sus directivos observar con suma atención el destino de los proyectos madre de la ultraderecha.
La cuestión de los “súper poderes”
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Lo que para la prensa en general es una suma de yerros, Milei quiere convertirlo apenas en un desarreglo táctico sin importancia que no empañará la línea del horizonte de las transformaciones. Su gran apuesta en los días que vienen es crear las condiciones en el Congreso para obtener facultades legislativas de emergencia, al menos por un año. El ministro del Interior, Guillermo Francos, se juega su puesto en ese objetivo. El deseo de Milei de asumir la suma del poder público provoca inquietudes. Esa apetencia podría acelerarse si la legislatura no responde a sus peticiones. El columnista de Clarín se ha llegado a preguntar qué sucedería si finalmente la Ley Ómnibus, llave maestra del Gobierno, es finalmente rechazada en el Congreso. “¿Se embarcará en alguna cruzada temeraria?“.
Las encuestas todavía no parecen arrojar una caída de la imagen presidencial pese a los efectos corrosivos de la inflación. Sin embargo, es el alto costo de la vida, que golpea en especial al 45% de argentinos pobres, el factor que puede convertir la simpatía inicial o la tolerancia en un malestar incontenible. La caída vertiginosa del poder de compra de buena parte de la sociedad no es por ahora motivo de mayor desvelo oficial. Jorge Fontevechia, director del diario Perfil, dejó en el aire un interrogante compartido por otros observadores. “¿Es este un plan antiinflacionario o un plan adrede inflacionario con un propósito ulterior: estabilizar por efecto de una depresión de la economía para posteriormente dolarizar?”. De hecho, Milei le insistió a The Wall Street Journal que mantiene firme su propósito de cambiar la soberanía monetaria por el dólar.