It’s coming. At last. With the rigors of Christmas forgotten—what about the holidays, either alone or with the family?—and the arid peaks of January having been overcome, the brand new landscape of 2024 It unfolds in a valley of trembling expectations. From here everything goes down. Sowing guilty pleasures, this February sun feverishly caresses the fair flesh. It cries out to luxury and lust. To eat and sing, to dance and sweat, to drink and kiss, to leave and not enter. Carnival offers a wonderful opportunity to shake off the cold of the spirit with the flick of a heel and the flip of a wig.
Account Joan Amades in the ‘Costumari Català’ (fascicles 98-101, 1950-1956) that the etymological origin of carnival It comes well from the “naval tank” that is to say float parade, well of cut meats, deprived by the immediate Lent. The Catalan markets traditionally stage that fight between fasting and gluttony, the austere and the carnal, between Apollo and Dionysus in a festive celebration of the origin of tragicomedy.
Afortunadamente, el carnaval ya no es la única fiesta insurrecta del calendario. Gracias a una saludable relajación de las costumbres este país ha trastocado el santoral, de Pilar a Fermín en colorido almanaque. No olvidemos tampoco al 28 de junio, la fiesta LGTBI que desde 1977 celebra cada año, ante España y el mundo entero, el inicio de los 364 días de orgullo hetero. —Vale, y ¿hace falta todo ese desparrame, los tangas y las tetas? —Sin duda. —¿Y por qué os casáis? —Hay seis países en el mundo donde te matan y sesenta donde te meten en la cárcel. —¿Pero no os da vergüenza que lo vean los niños? —A nosotras sí, pero a ellos no y una verdadera artista se debe a su público.
No es la única, pero es la mejor. El Carnaval no envejece. Al revés, florece cada temporada sumando versiones y significados sin permiso ni pudor. Ayuda la duda de la fecha, que cambia de año en año y solo conocen los curas y los gestores culturales, guardianes de arcanas calendas. ‘Per Carnaval tot se val’. A diferencia de Nochevieja o de San Juan, la gente sale menos ansiosa, más suelta y mejor dispuesta a lo que venga. Por carnaval ganamos intrascendencia y perdemos el miedo de hacer el ridículo porque lo hacemos juntos. Menos por menos, más.
Saltar a un tren estos días, si la huelga ofrece tregua, permite redescubrir fisonomías urbanas bajo el filtro de expresiones cívicas que a menudo las contradicen. Sitges, por ejemplo, ciudad delicada, cuidadosa y elegante, se pone travesti, punki y underground. Vilanova, contenida en forma y fondo, estos días lo da todo. Y atención también al cartel de Molins, el ‘corretapa’ de ‘Santaco’, las máscaras de Rubí y el nutrido programa del ‘Ajuntafems’, como se rebautiza el consistorio de Terrassa. Lejos de casa, para hacer el ganso con careta y sin bozal. Que no te conozca nadie, que la vida es un carnaval. Si no tienes tiempo o ánimo para la excursión, lo mínimo es acercarte al mercado del barrio.—¿Ni eso? Pues me bajo a sacar a la perra. —¿A qué perra? —A la perra que llevo dentro.