Anything but ridicule? | By Joan Tapia

Tuesday afternoon I found a former councilor of Tarradellas. Leftist. He was upset by the parliamentary defeat of the amnesty law by 179 votes at 171 because Puigdemont had joined his votes to the PP and Vox. But he told me that Sánchez was the best president since Adolfo Suárez. You are starting a second transition and democracy cannot be conditioned by a reactionary judiciary.

I was surprised because my interlocutor has always been realistic and I appreciate his opinions, but I immediately remembered Tarradellas’ famous phrase: “In politics you can do anything but be ridiculous.” And Sánchez is in it. He made an amnesty law, perhaps convenient, but very debatable, to agree with Junts and ERC; and The law has been overthrown at the first attempt by Waterloo, that challenges Sánchez: either accept all his amendments – including crimes of terrorism and high treason – or he will continue to knock her down. And on Sunday he had declared: “Incorporating Junts and ERC into the governance of the State strengthens our democracy.”

Pues hacer la ley de amnistía para que Puigdemont fortalezca la democracia y que Puigdemont te la tumbe es hacer el ridículo. Aspirando a tener mayoría para conservar La Moncloa, Sánchez se había querido creer que Junts obedecería a la misma lógica que otros aliados complicados como Bildu, ERC y Sumar (el PNV es más previsible) que están unidos por el interés en que mande la izquierda. Pero Puigdemont obedece a otra lógica y apostar la legislatura a esta bisagra -y levantar un “muro” contra la derecha- ha sido apostar por el salto mortal permanente. El Gobierno dice: “No está en riesgo la legislatura, si acaso la amnistía”. Pero las dos van juntas. Sin amnistía no habrá apoyo de Junts ni para los presupuestos ni para gobernar.

¿Qué pasará ahora? Puede que haya otro ‘remiendo’ a la amnistía, e incluso que haya presupuestos, pero puede también -menos probable, pero cada día menos descartable- que Sánchez se quede pronto sin mayoría. Solo Dios lo sabe

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Puigdemont lo ha dicho. Su interés no es garantizar la gobernabilidad de España ni la estabilidad del Gobierno. Y Sánchez, muy atacado desde la derecha y parte de la judicatura -con argumentos tan poco inteligentes como los que él utiliza contra “la gran derecha”- necesita un mínimo de estabilidad. Y no hacer el ridículo reiteradamente porque el ridículo quita autoridad moral y política y favorece a los que le quieren derribar. Y no es la primera vez. En pocas semanas Puigdemont ha estado a punto de cargarse dos importantes decretos económicos del Gobierno, ha hecho cambiar la original ley de amnistía para que admita el terrorismo blando, aunque no el terrorismo “malo”. Y el martes votó contra la ley porque le parece que ofrece pocas garantías cuando es evidente que -pese a lo que diga García-Castellón, o el propio Feijóo- en el ‘procés’ hubo errores graves y delitos, pero ni asesinatos ni “terror”.

En su lógica, y condicionado por su exilio, Puigdemont quiere presumir ante sus seguidores radicales que no se rinde (como dice que hizo ERC) y para ello debe demostrar que manda tanto o más que Sánchez. Las consecuencias le importan menos. Es su lógica y Sánchez se equivocó al no calibrarlo. Creyó que la conveniencia de un gobierno progresista se impondría a todo lo demás (pasa con Bildu) y no está siendo así. 

Desde que Yolanda Díaz -sin permiso presidencial, pero sabiendo que podía hacerlo- se encontró con Puigdemont en Bruselas en septiembre como si fueran viejos amigos, y desde que Santos Cerdán asumió en un infumable documento las tesis de Junts sobre el ‘procés’, Sánchez se ha creído que su personalidad, su empatía y la conveniencia se impondrían. Se equivocó. Sánchez fue investido, pero roza el ridículo en cada votación y -aquí Feijóo acierta-, el Gobierno se mantiene con respiración asistida.

¿Qué pasará ahora? Puede haber otro ‘remiendo’ para la ley de amnistía y quizás incluso los presupuestos. Y puede también (menos probable pero cada día menos descartable) que Sánchez se quede sin mayoría con cierta rapidez. No se sabe.

Pero, pase lo que pase, el pasado martes Sánchez no solo perdió una votación, sino kilos de credibilidad al haber quedado en manos de una bisagra, con una lógica muy distinta, que le humilla en el Congreso pese a que en las últimas legislativas en Catalunya fue solo el quinto grupo político, tras el PSC, los comunes, ERC y el PP. 

Sí, el ridículo acaba matando, pero Sánchez todavía está en Moncloa. 

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