Los gritos de “se acabó” se escucharon más alto que el ruido generado por la bronca política que ha salpicado toda la jornada del Día de la Mujer. Hasta 28.000 personas, según la Delegación de Gobierno, y 500.000, según las organizadoras, han participado en la marcha convocada por la Comisión 8M, donde se alzó la voz -y mucho- para pedir el fin de las violencias hacia las mujeres, pero también el del “genocidio en Gaza”, el de las brechas de género, el de los impedimentos para poder abortar, o el de tener que ser la que hace siempre la cena en casa. Montones de mujeres, pero también de niñas y niños y hombres de todas las edades, corearon por los derechos de todas: las migrantes, las mujeres trans, las que sufren la guerra, las que cobran las pensiones más bajas o las que tienen discapacidad. También por las que pasan por situaciones de acoso. “Solo quiero un piquito en una tapa de ensaladilla“, rezaba una pancarta, en alusión a aquel beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso, en la celebración del Mundial, que desembocó en el lema de este año.
[–>Agradeció su asistencia la ministra de Igualdad, Ana Redondo, que participó junto a otras dirigentes del PSOE, como la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España, Teresa Ribera, y la de Formación Profesional y Deportes, Pilar Alegría. Ella, ante la prensa, ha querido “reivindicar”. “Hay demasiadas brechas que tenemos que seguir cerrando. Es fundamental que desde un gobierno progresista se sigan dando pasos adelante, porque hay un problema real y global, que es la extrema derecha y sus políticas negacionistas, que pretenden retrotraer los derechos de las mujeres a situaciones que creíamos que habíamos resuelto y habíamos dejado atrás”, aseguraba ante la prensa.
Horas antes, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, menospreciaba en un acto la importancia del 8M al preguntarse con ironía “cuándo es el día del hombre” para hablar también de sus problemas. Un discurso que precisamente está más próximo a la ultraderecha que al que el PP ha venido haciendo en materia de igualdad en los últimos años. “Que una líder que pretende ser defensora de las mujeres se desacredita con ese tipo de declaraciones para representarnos”, le respondía Redondo desde la manifestación. Las palabras de la popular venían de un acto con motivo del Día de la Mujer, en el que censuraba que “las agendas políticas y mediáticas olvidan al 50% de la población“, y a lo que también contestó por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su viaje a Chile: “Hoy estamos viendo políticas que banalizan la cuestión del feminismo y minusvaloran la causa feminista que ha logrado que haya mujeres que ostenten responsabilidades políticas”, indicó. Ella le volvía a contestar en la red social X.
“Amiga, date cuenta”, respondía, por su parte, la exministra de Igualdad Irene Montero. “Es lo que decimos las feministas cuando una persona está viviendo situaciones de discriminación por ser mujer pero a lo mejor no se da cuenta o, incluso, lo justifica”, explicaba ante los medios. Preguntada por las medidas que el Gobierno había aprobado en el Consejo de Ministros extraordinario, en el que han recuperado el anteproyecto de ley contra la trata y la explotación de seres humanos, Montero ha asegurado que aún deben leer los borradores, pero que no pueden tratar la lucha contra la trata “sin hablar de la Ley de Extranjería”. “La mayoría de las mujeres que están en situación de trata con fines de explotación sexual son mujeres en situación administrativa irregular, es decir, sin papeles. Esa es la gran barrera de acceso a derechos, porque les dificulta acceder a una vivienda o al Ingreso Mínimo Vital y, por supuesto, a tener un trabajo”, ha señalado.
La vista puesta en Gaza
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La número dos de Podemos pedía que “el grito más alto” que se debía “escuchar de esta manifestación es que pare ya el genocidio; que le paremos los pies a Netanyahu”. Y, si no fue el más alto, sí ha estado entre los más escuchados. Palestina ha estado presente en todo el recorrido. También las víctimas de otras guerras.
La brecha de género ha sido otra de las preocupaciones que más han resonado entre las manifestantes. Teresa Blázquez, portavoz de la Coordinadora de Madrid por la Defensa del Sistema Público de Pensiones, señalaba a este medio lo que supone para muchas mujeres sean las que menos ganan a lo largo de su trayectoria laboral. Eso, sumado a las excedencias o a la falta de trabajo asalariado en pro de los cuidados, les hacen tener “las pensiones más bajas”, con todo lo que significa para la vida.
Una vecina de la Asociación de Vecinos de Puerto Chico, del barrio de Alucha (Latina), explica que a las que ven con más dificultades para salir adelante son aquellas mujeres migrantes, con menos estudios y, por lo tanto, menos oportunidades laborales. Ella, que cree que esto de tener dos manifestaciones va a quedarse así, explica que sus reivindicaciones partían por que haya igualdad de sueldos, de trabajo, y de ayudas a las madres. “Y que los hombres no sean nuestros amos en nada; que seamos independientes y podamos vivir libremente como nos apetezca”, indicaba esta madrileña de (casi) 69 años. Gea, una chica de 28 años con discapacidad intelectual, reivindicaba el derecho a la intimidad, “sexual” o para lo que quieran, que les falta por tener que ir siempre acompañadas de alguien. También ha recordado que hasta hace solo cuatro años ni siquiera se les permitía tener hijos.
Negacionismo
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Había personas mayores pero también jóvenes, como María, de casi 18, y Alejandra, de 17. Ellas confirman lo que vienen diciendo las encuestas: las chicas cada vez son más feministas y ellos, más negacionistas de la violencia de género. “Yo creo que estamos yendo para atrás -confiesa Alejandra- con partidos como por ejemplo Vox, que se están metiendo mucho en redes sociales como TikTok. Al final los jóvenes, que tienen un alma revolucionaria, ven a este partido, que parecen que es revolucionario aunque es todo lo contrario, y les siguen”.
También siguen a youtubers que lanzan mensajes en los que niegan que la violencia hacia las mujeres sea estructural. “Los hombres, que son los que consumen más este tipo de contenido, reciben ese mensaje y piensan que la vida no es así, cuando no lo es para nada“, apunta María. “Como por ejemplo el porno. Los hombres consumen más que las mujeres cuando es machista”, añade Alejandra. Ana Gabriela, una panameña de 20 años que ha acudido a la manifestación con un grupo internacional, concuerda con ellas. Pese a recordar que “hay diferentes tipo de hombres”, sí siente que empatizan más ante casos puntuales y cercanos que con la lucha general.
Para evitar eso, muchas familias llevan a sus hijas e hijos desde bien pequeños a la manifestación del 8-M. Es el caso de Isabel, que está junto a su pareja y a sus dos niñas, de ocho y dos años. Al preguntarle, le pide a su marido que responda él, pero él hace ademán de que no: “Yo estoy aquí para ayudar”, dice. “Para mí es súper importante que ellas entiendan la igualdad y que lo trasladen a sus compañeros. Mi objetivo es que, cuando sean mayores, esto no lo tengan que hacer porque ya seamos todos iguales”, asegura.
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Aunque cree que “es bastante sencillo”, reconoce que es difícil contárselo a ellas, pese a que la mayor, que lleva participando en esta marcha desde los tres añitos, ya lo va entendiendo. Su hermana pequeña, en el momento de la conversación, va en la silla tapada con una bandera trans. “Es algo que nos preocupa mucho y que su padre y yo les queremos inculcar. Además, nos mantenemos bastante iguales en casa, con compaternidad y corresponsabilidad. Mi familia es un poco atípica en ese sentido. Es muy importante que aprendan la diversidad en casa”. Todo sea por que, cuando ella sean mayores, estas reivindicaciones tengan menos sentido por haber logrado cumplirlas.