The Gòtic implores the urgent rescue of a degraded property owned by the Sant Felip Neri oratory

Hay una finca junto a la basílica de Santa Maria del Pi que concentra muchas de las patologías del Gòtic. Habla de vivienda, de inmigración, de empleo, de infancia, de drogadicción, de gentrificación, de integración, de burocracia. Incluso de iglesia. El edificio se construyó en 1860 y contiene tres trasteros y cinco viviendas de 40 m2. El propietario falleció y lo dejó en herencia a la congregación del Oratorio de Sant Felip Neri. Según la entidad vecinal Resistim al Gòtic, pues así se lo notificó el ayuntamiento en octubre, los felipons nunca realizaron el trámite de aceptar la herencia, con lo que propiedad estaría en un limbo legal y debería haber terminado en las arcas de la Generalitat. Pero lo cierto es que la comunidad heredó hace más de un siglo.

La propiedad, de haberse quedado huérfana de beneficiarios, habría pasado a manos de la Generalitat, pero el Departament d’Economia, consultado por este diario, no sabe nada del tema. Primer indicio de que algo no encaja. Sería lo que se conoce como una sucesión intestada y el destino sería la venta para invertir el dinero en temas sociales. Los vecinos (hay tres pisos con familias) explican que el inmueble se cae a trozos, que han tenido incendios y tráfico de drogas en un ‘narcopiso’ ya cerrado. Reclaman que pase a formar parte de la cartera de vivienda pública. Pero eso no está sobre la mesa.

Exterior of the farm, with the protective tarp placed six months ago that has become a landfill / Carlos Márquez Daniel

Jaume Solé, representante legal de los felipons, explica que el propietario murió hace décadas. “Hace 80 o 100 años”. Fue entonces cuando la comunidad heredó la finca. Y es desde entonces que, a través de intermediarios -ahora es Finques Casademont-, ha cobrado el alquiler de los cinco pisos. “Son rentas bajas porque hay una intención social, y sabemos que hay personas que no pagan. Se les hace un requerimiento, pero la idea no es echar a nadie de su casa porque sabemos que son personas sin recursos”.

Edificio en mal estado

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Hay que tener cuidado al subir. Muchas baldosas del número 3 de Cecs de la Boqueria están rotas, y el listón de madera que remacha los escalones se ha soltado en uno de cada tres. No hay ascensor -ni cabe- y las ventanas a la calle no tienen cristal pero sí una viejísima verja de hierro. “Cuando llueve nos entra agua y lo deja todo mojado. También por esa pared cae agua y no sabemos de dónde viene”. Chaima vive aquí desde hace casi 13 años. El mal estado y la suciedad de las zonas comunes ya es un poco lo de menos. Porque en el pasado llegaron a tener miedo y porque no saben qué será de ellos en el futuro.

Explica que tres de los cinco pisos siguen ocupados. En el primero viven ocho personas, cinco adultos y tres niños. En 40m2. En el segundo están ella, su marido y dos hijos, de 8 y 6 años. Encima de ellos, otra pareja con niños. En total, unas 20 personas. Desconoce la situación contractual del resto, pero Chaima entró con un contrato de alquiler por el que pagaban poco más de 400 euros. Dejaron de abonar la mensualidad tras la pandemia. “No teníamos trabajo, nos era imposible”.

Burned window, on the top floor of the building

Burned window, on the top floor of the building / Carlos Márquez Daniel

Un portavoz municipal detalla que se han abierto cuatro expedientes por falta de mantenimiento en los últimos tres años en el número 3 de Cecs de la Boqueria. En septiembre contactaron con la propiedad, que se comprometió a invertir en la finca para adecentarla. Tras el verano, unos técnicos instalaron una red para evitar que un pedazo de fachada se llevara por delante a un ciudadano. O a un turista. También se recubrió el saliente de la azotea. La realidad muestra que quizás ha sido peor el remedio que la enfermedad, pues la malla se ha convertido en un auténtico vertedero. Hay de todo, incluso un colchón.

Fuego de madrugada

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En noviembre de 2022 se produjo un incendio en la azotea. Al parecer, sin que los vecinos lo supieran, en una pequeña habitación se había instalado alguien que tenía la estancia llena de cosas. El fuego les pilló durmiendo, a las dos de la madrugada. Tuvieron que pasar el resto de la noche en la calle. Lo único que pasó después es que se derribó el cuartucho. Ahí siguen el marco de la puerta y la ventana chamuscados. No generan tampoco confianza los cuadros de electricidad ni los contadores del agua, a la vista de cualquiera y en un estado muy mejorable.

The little room that caught fire on the roof and was later demolished

The little room that caught fire on the roof and was later demolished / Carlos Márquez Daniel

Resistim al Gòtic, por su parte, reclama que la Generalitat incluya la finca en su parque público de vivienda o que la ceda al consistorio. Pero una vez aclarada la propiedad y que no hay ninguna herencia en un limbo legal, es una petición sin demasiado recorrido. También demandan regularizar los contratos de alquiler y que tengan un carácter social, así como la rehabilitación urgente del inmueble. Parece que solo hay recorrido en lo último.

El abogado de la congregación religiosa se asombra un poco al escuchar estas reclamaciones. “No está previsto ni ceder ni vender y el precio de las rentas ya es muy bajo. Lo que haremos por ahora es dar cumplimiento a los requerimientos legales; hay que arreglar el edificio y estamos en ello“, sostiene, en conversación con El Periódico.

Finca sin dueño

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Desde Economia, para terminar de esclarecer el tema de la pertenencia, un portavoz asegura que la herencia no ha llegado jamás a su rellano. “Ni la Generalitat es heredera ni se nos ha dicho que tenemos derecho a ello”, concreta. Es decir, el Govern no ha iniciado el expediente ni puede decidir la suerte del edificio porque no tiene conocimiento de su situación legal.

“Ni la Generalitat es heredera ni se nos ha dicho que tenemos derecho a ello”

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Curiosa situación. En la Barcelona con escasez de vivienda, donde el metro cuadrado se paga a precio de oro, existe un edificio entero que nadie tenía claro de quién era ¿Y qué alternativa tendrían los vecinos en el caso de perder su casa? Podrían plantearse dejar atrás estas condiciones precarias y buscar un piso en el Gòtic. Pero veamos cómo está el mercado de pisos similares (de similares dimensiones y dos habitaciones) en la zona cercana a esta finca. Calle de Ferran, 40m2, 1.500 euros mensuales. Sant Josep Oriol, 50 m2, 1.600 euros. Hay uno que no concreta la calle que promete lo siguiente: “El edificio, construido en 1875, conserva su encanto histórico, ofreciéndote un ambiente auténtico y especial“. ¿Ventana exterior? Ni una. Bombonera. El más barato, uno de 1.300 euros en Arc de Sant Agustí, pero oh sorpresa, es un alquiler de temporada con un límite contractual de 11 meses.

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