Tenían tanto dinero que no sabían qué hacer con él. No podían darle salida ni “aflorar” tanto dinero negro. El inspector jefe Óscar Sánchez Gil compró un chalet en Denia y su cuñada tenía más de setenta licencias de VTC, pero el dinero de la droga le salía por los armarios y las paredes de su casa. Conocido por quienes le investigaron como “El Anodino”, no hacía ostentación de dinero ni tenía costumbres caras o llamativas. “Solo gastaba en la caza y aparecía en palcos VIP del Real Madrid y el Atlético de Madrid. Fue a una final de la Champions”, explican fuentes del caso.
El resto de integrantes de la trama, la más activa de narcotráfico desarticulada nunca en España, sí blanquearon sus enormes ganancias, más de cien millones de euros, según los primeros datos de la operación Chamán, con todo tipo de métodos. Tenían tanto dinero, de hecho, que contrataron a una persona para llevar esa doble contabilidad y convertir el dinero b en bienes legales y limpios. Así, compraron criptomonedas, bienes inmuebles y vehículos de lujo, algunos de 200.000 euros.
Cuatro millones en relojes
Los métodos de blanqueo que la investigación tiene más analizados son la compra de relojes de alta gama y joyas de lujo. Son objetos muy caros que pueden pagarse en metálico sin que los vendedores pregunten. La policía ha intervenido, de hecho, a los detenidos por la operación Chamán relojes por valor de cuatro millones de euros. Ninguno era del inspector jefe.
El segundo método era la venta de la fruta que servía de tapadera para camuflar los envíos de droga. Un frutero, que también ha sido detenido, recuperaba esa mercancía legal (casi siempre bananas, mango, yuca, piña…) y la llevaba a Mercamadrid. Allí la vendía a precios muy por debajo de mercado, compitiendo (y hundiendo) a fruteros honrados y productores legales.
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Los investigadores están convencidos de que falta mucho dinero por aparecer, fuera de España y también en criptoactivos. De hecho, durante el registro de la sede de la empresa de frutas, en Fuente el Saz (Madrid), descubrieron “una granja de minería de criptoactivos”. Habian instalado equipos especializados que monitorizaban por control remoto para generar grandes cantidades de criptomonedas. Solo los equipos informáticos instalados en esa granja valen más de medio millón de euros.