A father recovers his foster son with a disability after more than 2 years of trials

Sonríe el padre y sonríe el hijo. Se abrazan. No habrá más despedidas. Adam ha regresado a casa y ya duerme en su habitación cada noche desde que la resolución de una jueza de Torrent les devolviera el orden y la felicidad a sus vidas. En los últimos dos años han sufrido mucho. El padre y el hijo. Porque aunque el padre es “de acogida” nada tiene que decir la biología de la unión de estas dos personas que viven y conviven desde que Adam tenía 3 años y llegó a la vida de Santiago Almenar para crecer en un hogar. En el caso de Adam, un joven con discapacidad intelectual y problemas de salud mental, esto son palabras mayores. Y es que las familias de acogida para menores con discapacidad son una excepción. “Se fue con 15 años, siendo un niño y ha vuelto con 18, siendo un hombre”, explica su padre con ternura.

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