“Mamá, no he sido buena hija”. Cuando Pepa recibió este mensaje, le pareció extraño. “Ester, no digas eso…”. “Mamá, no he sido sincera muchas veces…”. A Pepa le extrañó. “Mándame un audio, hazme una videollamada, como siempre, y hablamos mejor”. No hubo respuesta. Pepa intentó llamarla, confirmar que era su hija la que escribía. “Era muy rara la conversación”. El contestador le informó de que estaba apagado. “Sin señal”. Al minuto, sonó un nuevo mensaje: “Mamá, me voy con unas amigas a Argentina”. Nunca más volvió a escribir. Se llama Ester Estepa, tiene 42 años, y está desaparecida desde el 23 de agosto. “Son ya cuatro meses sin noticias”. No han vuelto a verla más.
“Llamada, videollamada, Whatsapp…”Nosotros estamos en Sevilla, ella llevaba años trabajando fuera, pero no había día que no habláramos con ella”, reconstruye su madre con
CASO ABIERTO
, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica. “Y… desde hace cuatro meses no ha dado ninguna señal. ‘Me voy a Argentina… ¿a Argentina por qué? ¿Con quién?”.
Desde el 23 de agosto nadie ha respondido a su pregunta. Poco después Pepa interpuso la denuncia por desaparición. “He recibido este mensaje, no ha vuelto a contactarnos más”. Junto a los agentes, reconstruyó la vida de su hija. Los últimos meses habían sido díficiles. “Vivió en un albergue para mujeres víctimas de violencia de género en Mutxamel (Alicante)”. Amenazas, golpes, insultos. Su expareja había sido detenido por maltratarla. “Él la encerraba para que no saliera”, describe Pepa, que no puede verbalizar todas las agresiones que sufrió su hija.
“Me voy con unas amigas… es su último mensaje. Es muy, muy extraño”. Sus amistades cercanas tampoco han vuelto a verla. “Ojalá fuera así, pero…”, Pepa teme que la marcha no sea voluntaria. “Ella estaba en continúo contacto con nosotros siempre. Desde hace 4 meses no ha llamado…” Tiene miedo. “Temo que mi hija esté retenida o no esté bien”.
Marcada por la violencia
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“Lo conoció en Santa Pola”, arranca Pepa. “Ester le alquiló una habitación… se gustaron… y empezaron una relación”. El amor, si alguna vez lo hubo, duró poco. “Fueron, nada, unos meses de relación”. Nada idílico, nada romántico. “Él era un maltratador. En verano de 2022 mi hija lo dejó y volvió a Sevilla. Se vino temiéndole a él”. En septiembre Ester regresó. Pepa, no sabía la verdadera razón. “Nos dijo que iba a probar suerte de nuevo fuera de Sevilla”. Ester había trabajado siempre en la hostelería. “Luego supimos que ese chico la amenazó, que se tenía que ir para allá con él, le dijo que si no él vendría a Sevilla y nos buscaría a sus hermanos y a nosotros”. Ester no dijo nada y se fue. “Yo la llamé y me dijo: ‘no, no, mamá, yo voy para Almería… no a Santa Pola’, pero mi hija fue con él”.
Bajo la promesa de un cambio, retomaron la relación. “Fue cuando la Guardia Civil y la Policía tuvieron que acudir a su casa. A él se lo llevaron a un calabozo y Ester fue llevada al centro de acogida de Mutxamel (Alicante)”.
La onda expansiva de la violencia de género trastocó la vida de Ester. Decidió probar suerte en Tarragona, con unos amigos que viven allí. “A final de julio de este año (un mes antes de desaparecer) me llamó y me dijo: ‘mamá, me voy otra vez a Alicante y quizá, lo más probable, es que regrese a Sevilla después’. Le repondí: “pues es lo que tienes que hacer, venirte aquí”. Ester se instaló en el albergue municipal de Alicante. Hablaron de una vuelta en septiembre. El 23 de agosto desapareció.
“Te miento a veces”
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“Me despedí de ella en Gandía”. Un compañero de albergue de Esther, malagueño, contactó con su madre. “Me ha llamado la policía y me han preguntado por la desaparición de su hija, ¿es usted la madre de Ester?”. El hombre contó que salieron juntos del centro, “él iba a hacer el Camino de Santiago”. Contó, también, que viajaron juntos hasta Denia (Alicante), “luego en Denia nos fuimos andando hasta Gandía el 21 ge agosto”. Se separaron, cuenta. No la volvió a ver.
Está confirmado que, efectivamente, Ester estuvo en Gandía. Su rastro se pierde ahí. Fue al médico. “Le dolían las piernas”, explica su madre, “en el centro de salud le recetaron paracetamol”. Su compañero se registró en otro albergue. Ester, asegura él, no. “Este hombre dijo que la despedida con él había sido similar: ‘me quedo aquí, me voy con unas amigas'”. No volvió a verla más. “Me dijo que a las supuestas amigas no las vió”.
Horas después llegaron los mensajes extraños a su madre. “Mamá, ya te voy a ser sincera. No soy buena hija, te miento muchas veces…’, y yo le decía: “no me digas eso Ester, tú no eres mala”, explica la maujer. “Entonces la llamé y su teléfono ya no daba señal”. Pero recibí un último mensaje: ‘Me voy para Argentina, que tengo allí unas amigas. Allí voy a estar muy bien”.
Pepa ha hablado con las amigas de su hija, ninguna sabe nada de ella. La policía afirma que Ester no salió de España.
Siguió mandándole mensajes
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“Mi hija tenía mucho miedo a su expareja. Hasta dónde yo sé…”, Pepa intuye no saber todo, “le ha hecho mucho daño”. Tras ingresar en el centro Ester recibió numerosos mensajes de él. “Mi mayor temor es que a la policía se le haya escapado algo y este chico haya hecho algo, o la tenga retenida”. Su mente no para. “No sé…”. Desde hace cuatro meses, Ester no contacta, no contesta. No está.
Tampoco ha preguntado por sus perritos, Yango y Lola, al cuidado de otra amiga. “Para ella lo eran todo. Ester decía que como su familia estábamos lejos, ellos eran todo lo que tenía cerca…”. Eran su pasión. “Es extraño que no pregunte por ellos tampoco, ¿no?”.
“No ha habido movimientos bancarios, la policía dice que a ellos les saltaría si hubiera algo, tampoco hay nada en la seguridad social”. Los agentes, apunta su madre, indican que no hay indicio de criminalidad y que se trata de una marcha voluntaria. “Que lo mismo ella no quiere en estos momentos hablar con nosotros, y ojalá, pero entre los mensajes tan extraños, y que no había día que no habláramos… empiezo a creer que no es así”.
Su rastro se pierde en Gandía. Tras salir del médico nadie la ha vuelto a ver más. “Llevaba dos macutos de ropa grandes, cuando dejó el albergue de Alicante, decía que a lo mejor le salía un trabajo en una heladería, pero no le salió”. Su foto se comparte en redes sociales, su familia, sus amigos, no dejan de buscar. Nadie ha visto a Ester desde entonces. Luchadora, trabajadora, “siempre sonriendo”, amante de la música, “aún tengo su habitación en Sevilla llena de posters de Alejandro Sanz”. Su objetivo: tener una vida tranquila, estable. Su sueño, “estar en un campito con mis perros, me solía decir”. Todos, incluidos Yango y Lola, esperan noticias. “Mi hija lleva años fuera de Sevilla, pero nunca hemos perdido el contacto. Algo le ha pasado. No me dejaría así… me diría aunque sea: ‘mamá, estoy bien'”.